CAPITULO TREINTA Y TRES
La única luz dentro de ese gran lugar húmedo, mojado era una pequeña luz de un foco más pequeño que un dedo medio de un hombre promedio en la esquina con el rostro sobre sus rodillas pegadas la una a la otra sin calcetas o algo que cubriera sus pies para evitar que salieran huyendo de aquel asqueroso lugar, cuatro niñas de tan solo diez a doce años, vigiladas por una joven de unos dieciocho años, era el encargado de hacer la parte del trabajo sucio atraer a las niñas a lugares fáciles de ser atrapadas, el miedo invadía el pequeño cuerpo de aquellas pequeñas que por la escasa luz no podían ver.
Aquel joven vestido con pantalones vaqueros, tenis y una sudadera que utilizaba para cubrir su rostro cambia de un lado a otro con un arma en mano moviéndolo inquietamente por la situación a la que se enfrentaba, de todos los años que había trabajado para aquella mujer nunca había tuvo que haber lidiado con una situación como esa, el mayor problema que tuvo que enfrentar fue a un padre enfadado por estar hablando con una posible mercancía que se alejó sin importarle perder nada, no era una mercancía de primera después del todo la edad de aquella ya pasaban los requerimientos de los clientes de aquella mujer de cabellos negros y ojos temibles.
La noche anterior cuando llegaron por una de ellas, debía pensar en refuerzos para los días venideros después de que en una de las casas se escaparan tres niñas, las cuales no han sido recuperadas, no estaba a cargo de esas casas esa fue la razón por la que aún seguía con vida, porque las tres que se habían escapado eran su mercancía, fueron su entrega de hace algunos días atrás que le habían dejado buena plata.
Cuatro niñas temblando de frio pues la ropa que tenían no era mucha, era una forma que tenían para garantizar que no se atrevieran a salir o si lo hacían fueran fáciles de encontrar dado que llamarían mucho la atención en las calles, la mayor que tenían casi trece años se acomodó de la mejor manera rodeando con los brazos a la pequeña de ojos cafés y cabellos negros que lloraba desconsoladamente para amortiguar sus sollozos que en repetidas ocasiones el hombre armado la callaba.
-Deja que las niñas suban – se escuchó en la parte de abajo un poco débil, las niñas comprendían que eso no sucedería, pero una pequeña luz de esperanza se encendió en su pecho tal vez lograban convencer lo - ¿Cuántas son?
-Déjanos ir – hablo la más pequeña – déjanos ir, por favor, yo quiero a mi mamí, quiero ir a casa – las palabras que musito fueron recibidas por los odios de aquel joven que comenzaba a entrar en pánico y las personas en esa situación tienden a perder el juicio muy rápido
-cállate – grito – cállate – levanto el arma y apunto en su dirección, sostenía el arma con mucha firmeza para cualquier persona esa acción y la postura del cuerpo que tenía podría ser evidente que sabía de qué hablaba, los pequeños cuerpos se agruparon con miedo que cumpliera su palabra.
-Te podemos ayudar si dejas a las niñas – hablo, pero esta vez la voz pertenecía a una mujer – deja que suban, te ayudaremos – hablo otra vez esa voz que lo inquieto mucho más, eso no era cierto, siempre le habían dicho que si lo atrapaban le ofrecerían menor condena, un mejor abogado, cambiar su delito por uno menor si delataba a los jefes, lo que ellos no sabían eran que si lo hacían su familia dejaría de existir.
-Aléjense o las matare – grito desesperado, podía ser posible que lo dejan se a su suerte, no podía ser posible que después de hacer justo lo que ellos querían lo entregaran de esa manera, la disposición de que los guardias se fueron había sido de ella, en contra de los jefes, ella había dejado desprotegida la casa, esa era su mejor guarida o eso había dicho en repetidas ocasiones.
Debería encontrar una forma de salir de esa casa con la mercancía intacta, “una salida” con la poca luz que provocaba sombras dificultando la identificación de los objetos que se encontraban a paso torpe y movimientos errados busco en las paredes algo que se pareciera a una puerta, cerradura o que indicara una abertura para dirigirse a un lugar, se suponía que nunca los tendrían que haber encontrado, la pared, el piso no eran elementos que fueran obvios para buscar.
La textura de la pared era tierra polvo en todos lados que rosaba la mano era lo único que se podía palpar, se topó con algo que parecía ser una caja por la punta, que choco con su pierna causando dolor soportable.
Dentro con cuidado de no lastimarse introdujo las manos para buscar algo que ayudara a la causa, botellas que parecían de agua, sobres y lo que parecería ser una caja de fósforos, saco un cerillo torpemente y en el proceso derramo unos pocos al encender noto que era una caja de provisiones, bajo ella se encontraban otras dos el cerillo no fue suficiente para iluminar mucho tiempo.
Cuatro vehículos de color negro se acercaban a gran velocidad a la calle que era testigo de lo ocurrido un domingo por la mañana donde deberían ser acompañados de una taza de chocolate para ahuyentar el frio, solo que esta vida no era para vivir en paz, era una vida de alerta constante. A solo unos metros de su destino los tripulantes de cada camioneta tomo sus armas correspondientes donde claramente los militares dentro de la casa que se encontraban allanando estaban en desventaja ellos se encontraban seguros y confiados de ser los únicos en ese lugar, la sorpresa era la mejor arma de todos esos hombres que no tenían pinta de ser amigables ante nadie.
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Editado: 05.07.2021