CAPITULO CUARENTA Y DOS
La casa se encontraba a oscuras a excepción de un vela que iluminaba el dormitorio donde se encontraba el general Federico con Sara en la cama y no precisamente dormidos, los gemidos de los dos se escuchaban en toda la habitación, no existían un solo pedazo de la pie de Sara que no haya estado en la boca de aquel hombre que tanto decía odiar a esa mujer.
El hombre bajo sus manos con parsimonia por su espada muestras que Sara lo cabalgaba en su gran longitud, ese acto hizo que la mujer lo separar – no soy tu esposa – le dijo entre gemidos – soy tu diversión, no me trates con cariño que eso es lo que menos existe entre tu y yo – le dijo mientras ella se ponía de pie y daba por terminado el acto sexual que los dos habían iniciado dese hace un par de horas celebrando que los soldados enviados a la misión a uno de sus laboratorios estaría muertos, no poseían encontrado ningún nombre en el tiempo transcurrido desde la guardería por lo que gozaban optado por enviar un mensaje anónimo como carnada.
Esperaban que lo mordieran, pero no tardaron mucho en recibir llamadas sobre que en breve llegarían al lugar, el escuadrón especial. Era un informante que escucho por casualidad, pero nunca obtuvo el nombre del pelotón o el General que los comandara.
-eso lo tengo claro sara – se puso de pie, de un movimiento brusco la puso frente a él tomándola por los hombros y llevándola a una de las paredes de la habitación al tiempo que la penetraba con fuerza – tengo esto por tu culpa y tú vas hacer que se baje – dé dijo en su oído – porque no tengo ganas de tócame yo cuando tengo a una mujer lo suficiente capaz de bajarme todas las erecciones que provoca en mi cuerpo – el movimiento fue tan brusco y duro que Sara grito de dolor y luego de placer por los brutos movimientos de Federico.
Cada movimiento ayudaba a que se acercara su finalización, pero como el hombre estaba lo suficientemente cabreado salió de la mujer que no paraba de gritar y gemir por su placer, la giro haciendo que quedara su espalda pegada contra aquel hombre ya viejo que tenía unas canas, un bigote que lo hacía ver más feo de lo que era la penetro fuertemente nuevamente por detrás haciendo que los dos gimieran y gritaran.
Ambos estaban a punto de llegar a su fin cuando escucharon la puerta, acción que molesto a la mujer y como estaba tan necesitada de llegar a su liberación no respondió al llamado de la puerta.
Un par de veces más y a las afueras se escuchó como la mujer llego a su fin, el rostro de desagrado del Escorpión era evidente aun en la oscuridad, sabía perfectamente quienes se encontraban dentro de esa habitación. No es que tuviera sentimientos por aquella mujer que en ocasiones resultaba sobre el exigiendo un orgasmo, le enfadaba que no se podía negar a sus exigencias porque esa mujer sabia como hacer que se encendiera con un solo toque.
Recordaba perfectamente bien cuando por primera vez tuvo la oportunidad de tocar el cuerpo de una mujer, la misma mujer que le dio la vida, es la misma mujer que le enseño todo lo que sabe sobre el sexo.
Insistió nuevamente con la puerta que fue abierta dejando descubierto el cuerpo desnudo de Sara, apretó la mandíbula, esa mujer no tenía ninguna muestra de pudor al mostrar su cuerpo - ¿Qué quieres? – le dijo la mujer al tiempo que tocaba su cabello con cuidado en un modo sensual. Pensó por un momento en quitar la vista de aquellos pechos que en varias ocasiones había tenido en su boca y en sus caderas que muchas veces había tenido alrededor de su cadera y que justo ahora habían sido usados por otro hombre.
Se regaño mentalmente por tener esa sensación de celos, después de todo ella siempre había metido a varios hombres a su cama y los que no la complacían simplemente tenían que morir.
-Han llamado de la colina – y en el rostro de aquella mujer de ojos oscuros se formó una sonrisa maliciosa – hay nueve muertos de nuestro lado – hizo un gesto con desdén, no importaban los muertos los único que quería escuchar Sara eran los muertos del lado enemigo, ya vendrán otros a sustituir sus lugares – no hay ningún soldado muerto
-¿Qué? – grito la mujer entrando con furia a su dormitorio colocándose una bata sobre su desnudez
-Huyeron antes de que se les hiciera algo, mataron a los perros – un grito de furia, dolor y cólera se escuchó de la garganta de la mujer
-heridos, al menos un herido tuvo que haber, que investiguen eso y que con esa información localicen a eso hijos de puta – grito la mujer caminado hacia su despacho que con cada paso que daba, las luces del lugar eran encendidas
-¿Qué haces aquí Escorpión? – grito la mujer
-no hay heridos, muertos o información respeto a un pelotón que hubiera realizado un allanamiento en ningún medio de comunicación ni papeles internos – la mujer tomo su arma y se dirigió a paso rápido al dormitorio donde se encontraba Federico metido en la ducha, la cortina de esta fue removida dejando ante la vista de cuatro hombre, el escorpión y Sara la desnudes.
-¿Por qué putas los soldados no están muertos? – grito la mujer y se escucharon los clicks de todas las armas apuntando hacia el hombre que tenía jabón en la cabeza que con dificultad se giró a ver a todos los que lo apuntaban – mis hombres están muerto, al igual que mis bebes – esos eran sus perros que cuidaba con mucho ahínco – habla maldito bastado o te voy a dejar de agujeros y todos sabrán que me has ayudado
El hombre trago con fuera y lo único que pudo pensar en su aterrada cabeza es en su hija, rogaba que baja ninguna circunstancia su madre hubiera desobedecido sus órdenes de salir del país, no había ido a su casa desde hace un tiempo por miedo que lo siguieran y matara, el escorpión lo había amenazado y sabía que no era al aire.
-cálmate Sara – intento sonar calmado y sereno, pero no lo consiguió – voy a averiguar qué ha pasado – con un ademan le alcanzaron el teléfono, pero ningún arma fue bajada
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Editado: 05.07.2021