Chris.
2 meses después.
Entré junto a Erick a su nuevo hogar. Carajo. Esto era grande. Cambiar el departamento en el centro por una gran casa en el norte era un gran cambio, aunque por la sonrisa en su rostro mientras pasábamos el mural en honor a su familia, algo me decía que lo había hecho sin pestañear, después de todo, ya era un hombre casado.
Después de haber sido el que más le huía al compromiso junto a Kyle, terminó siendo el primero de todos en caer.
— Pensé que no ibas a poder venir luego de nuestra llamada.
Me removí incomodo e intenté dejar la sonrisa en mi rostro una vez su voz confundida llegó a mis oídos. Mis amigos en Boston no tenían ni idea del desastre de mi vida en Chicago.
Había firmado mi contrato hace menos de dos meses, y gracias a Dios, el hecho de que me estuviese manteniendo alejado del alcohol y la prensa, había mantenido a raya a Hannah y a la liga con lo de consultar a una terapeuta.
Si tan solo se metieran a escondidas a mi casa y viesen las botellas en el rincón, otra historia fuese. No bebía tanto como antes, pero, aun así, las cosas no habían ido nada bien. La culpa se sentía igual y había aprendido a vivir con el dolor. Tanto como mi estado me lo permitía.
— Conseguí venir. Es lo importante. —solté sin mirarlo, mis ojos pasando de el al marco cubriendo la pared.
La sonrisa de Jake era demasiado grande mientras Verónica plantaba un beso en su mejilla. Erick se las apañaba sosteniendo a su esposa sobre su pecho y a los dos pequeños gatos en su mano derecha.
Quién lo diría. Salió más hogareño incluso que Jerry.
— ¿Listo para el partido de la próxima semana?
De todos los temas para entablar una conversación, ese era uno de los menos indicados.
— No voy a jugar. —dejó de caminar. Sus ojos azules se dispararon sin comprender directo a los míos. — Tuve un accidente en uno de los entrenamientos. El médico del equipo le pidió al entrenador reposo por un mes.
Odiaba mentirle, pero no iba a arruinar su día con mis problemas, además, no lo quería encima de mí tampoco. Suficiente tenía con todo el equipo en Chicago. Incluso Blake, había dejado nuestras andanzas de fines de semana y no me contestaba el celular.
— ¿Seguro qué fue eso? —odiaba que me conociera tanto. Habíamos sido buenos amigos al inicio, pero a estas alturas incluso yo esperaba que se hubiese olvidado de mis distintos medios para mentir.
— Claro.
— Eres la persona más precavida que conozco, Hotch. ¿Un accidente? ¿En serio?
Por alguna razón mi sonrisa se amplió, esta vez no por la necesidad de hacerlo, sino de manera genuina.
— ¿Qué te puedo decir? Los accidentes pasan. Me distraje y no calenté. Hulk se me vino encima y mi rodilla pagó las consecuencias. Nada grave, pero estoy en seguimiento de rutina.
Tenía que dejar de mentir. A partir de mañana.
El entrenador me había suspendido, esa era la jodida realidad. Había faltado a un par de entrenamientos por estar hasta el culo de borracho, claro que él no sabía eso. La mejor excusa que pude dar fue que no me había dado la gana de aparecerme y como había cambiado mi cerradura, Hannah ya no podía invadir mi espacio en busca de un motivo para obligarme a ir a terapia.
No por ahora.
— Por cierto. —dije cambiando el rumbo de la conversación. Sus ojos se enfocaron en mí no convencido del todo por mis palabras. Si llamaba a alguno de los muchachos, todos le dirían lo mismo. Esa había sido la declaración del entrenador. Se lo agradecía, pero algo me decía que me lo iba a cobrar caro cuando volviera.
Se me estaban acabando las oportunidades con él.
— ¿Dónde está Jake? —su sonrisa apareció. Justo como imaginé. A este hombre solo con mencionarle a su hijo y a su mujer, se le hacía olvidar al resto del mundo.
En algún punto de mi vida quise y anhelé eso, incluso se me pasó la estúpida idea de intentarlo con la castaña que traía loco a mi amigo, no dio resultado.
Verónica me atrajo porque vi a mi hermana en ella, la idea de proteger y cuidar de alguien que necesitaba de protección palpitaba en mi cabeza en ese momento, el hecho de querer compensarle a la vida lo que no había hecho por Maia me había llevado a pedirle a la mujer una oportunidad. Tal vez si ella no hubiese estado enamorada de Erick las cosas entre nosotros se hubiesen dado, pero lo estaba. Hasta el fondo.
Esa noche en la reunión que la liga organizó, vi sus ojos, y el deseo de correr a los brazos de mi devastado amigo estaba allí y en el fondo, la esperanza de algún día tener eso en mi vida se instaló.
— Buscando a los dos gatos que no deja de perseguir. —soltó riendo. Mi carcajada acompañó la suya.
— ¿Se puede saber de qué se ríen ustedes dos? —una Verónica risueña llegó a la entrada del patio y se abrazó a la cintura de Erick.
— Hotch cree que aún tiene oportunidad contigo.
Verónica golpeó el pecho de Erick y rodó los ojos, divertida.
— Para mí que este hombre ya tiene una hermosa mujer esperándolo en Chicago. —se burló la castaña observándome.
— Libre, pequeña Verónica. Aun mi momento no ha llegado.
Los ojos de Erick pasaron de la mujer a su lado a mí.
— ¿Qué si pruebas con tinder o una mierda de esas?
— Soy lo suficientemente capaz de conseguir una mujer, gracias. —dije con ironía.
— ¿Cuándo fue la última vez que te hicieron una buena mamada, Hotch?
— ¡Bradley! —se quejó Verónica mientras la risa de mi antiguo compañero nos llegaba. Su mano se posó sobre mi hombro a manera de saludo, escaneando la reacción de Verónica.
— ¿Qué? —se encogió de hombros. —No me digas que la sonrisa que Erick trae a cada rato es por hacer cucharita porque cualquiera se burlaría de ti. —las mejillas de Verónica se tornaron coloradas mientras tragaba en seco.
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Editado: 04.06.2024