Chris.
Un mes después.
Nuestros ojos se encontraron por primera vez en una semana, me sostuvo la mirada a medida que siguió limpiando la barra. Vi su pecho comenzar a subir y bajar mientras mis pasos aumentaban la velocidad con ganas de no perder el valor de hablarle.
¿Desde cuándo me había convertido en un cobarde?
Los ojos marrones de Angie me observaron con una sonrisa plasmada en su boca mientras llegaba a estar a un par de centímetros de distancia de Lana. Sus ojos estaban oscuros y no sabía si era por la poca iluminación, o por algo más.
Había repetido la misma acción cada noche desde hace una semana que entré y la vi sonriéndole a un hombre en la entrada. Angie había dicho que no se trataba sino del hijo del dueño, y por alguna maldita y extraña razón, yo quería estar en su lugar escuchándola reír.
No creía en eso del amor a primera vista, pero sin duda me sentía atraído por la hermosa rubia que mantenía una mirada sonriente frente a todos. La había observado, y solo me dieron ganas de ver a través de ella, en la oscuridad, cuando nadie la miraba, ella perdía la felicidad de sus hermosos ojos. Lo que ella no sabía, era que había estado al tanto de cada uno de sus movimientos mientras se balanceaba alrededor del lugar.
— ¿Qué va a querer, señor?
Sonreí al notar la falta del tartamudeo habitual, sus ojos no dejaron los míos y lo tomé como un acto de fuerza y voluntad.
Su cabello por primera vez, caía en ondas por su pecho llegando hasta la parte baja de sus senos y haciendo contraste con la blusa negra que traía.
— ¿Fan de One Direction? —inquirí al ver la estampa blanca que lucía con orgullo en la blusa.
Sus mejillas se tiñeron de rojo y sus brazos se cruzaron alrededor de su cuerpo y permaneció en silencio. Miré a la morena tras de ella y sonreí a la par suya. En parte por ella y nuestro acuerdo estaba aquí. No hubiese arrancado valor de otro lado.
— Lana...—contuve las ganas de reír al verla tan incómoda.
— Dígame que pedirá. —soltó en un ligero chillido. Puse mis manos a cada lado en la barra y tomando impulso me acerqué a ella quedando a un par de centímetros de su rostro. Esto se veía mal, pero no me importaba.
— ¿Tomas una copa conmigo? —abrió la boca y su cálido aliento golpeó mi boca desestabilizándome.
— Por supuesto que no. —dijo con rapidez y esta vez sí que no pude contener la carcajada que salió de mi boca.
Tomé asiento en el taburete de la barra y suspiré sin dejar de verla.
— Auch. Podría decir que en serio dolió, pero lo tomaré como un "en otra ocasión" —el atisbo de una sonrisa asomó en sus hermosos y llenos labios con una ligera cantidad de brillo. Quería pasar mi lengua por ellos. Demasiado.
— Eso no sucederá. —me encogí de hombros.
— Nunca digas nunca. Puedo ver en tus ojos que quieres decirme que si. —la probé. Nerviosismo parpadeó en ellos y se removió incomoda.
— Tengo novio.
Su confesión me hizo sonreír.
— Nunca pregunté. ¿Por qué es tan importante para ti que lo sepa? —dije a manera de broma, pero se lo estaba tomando a pecho. Lo sabía.
— Conozco a los de tu tipo. —enarqué una ceja interesado y me acomodé inclinándome hacia adelante y recargándome en la barra.
— Ilumíname. —bufó y dejó caer sus brazos delgados a cada lado de su cuerpo.
— No aceptan un no como respuesta, y déjame decirte que no voy a ceder contigo.
Entrecerré mis ojos en su dirección al verla sonreír.
— Te he visto cada día en ese rincón. —señaló la mesa de donde minutos antes me había levantado. La risa incontenible de Angie llegó a mis oídos, pero no la determiné, lo que sea que Lana fuese a decir me importaba mucho más. —No dejaste de mirarme al creer que no te veía, pero lo hacía. ¿Piensas que eso me impresiona? Pareces más un acosador. —dijo con suficiencia.
— Lo que me impresiona, muñeca. —sonreí con desgano. —Es lo mucho que me tuviste que mirar para darte cuenta de lo mucho que tenía mis ojos puestos en ti. —su sonrisa se desfiguró al tiempo que noté sus alertas levantarse al máximo. —¿Y bien? ¿Viste algo que te gustara esta semana? —no quité mi sonrisa.
— Lo contrario de hecho.
— ¿Te disgusté? —asintió. —O sea que si me quito la camisa aquí y ahora...—miré mi reloj para ocultar la sonrisa que cada vez se extendía mas. Sus ojos estaban puestos en mi pecho cubierto por la ligera camisa blanca. —Lana...—se alejó de mi golpeando su espalda con el estante de atrás.
— Fuera de aquí. —soltó, un tanto asustada.
— Lana...—la voz de un hombre llegó a nosotros y los ojos de la mujer frente a mí, se llenaron de temor. Era incluso más bajo que ella, pero por el porte, bien podía ser el dueño. — espero haber escuchado mal y que no seas tú diciéndole a un cliente que se vaya de mi club.
La vi dudar y luego me miró. Me encogí de hombros conteniendo las ganas de reír. ¿Dónde había ido la valiente Lana?
— Yo...
— No se preocupe, señor. Lana y yo somos amigos. Es una vieja broma que tenemos entre nosotros. No hay persona que haga sentir mejor a esta mujer que yo...—sus ojos me miraron con rabia al tiempo que el hombre me escaneaba. —¿verdad, cariño?
— Por favor dime que dejaste a Mark. —soltó contento el hombre. Lana rodó sus ojos y dejó de mirarme. —Ya decía yo que demasiado bueno para ser verdad.
— Joey, no ahora por favor.
El hombre la ignoró.
— Te he visto aquí cada noche. Mi chica merece alguien que la mire a escondidas de la misma manera en que tú lo hiciste cada día de la semana. —me dijo acercándose. —Haz que entre en razón.
— Oh créame, lo volveré mi misión en esta vida. —sin dejar de mirarla le tendí la mano al hombre, quien, tras tomarla, se alejó.
— No me jodas, eres un...
— El salvador de tu culo. De nada.
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Editado: 04.06.2024