Lana.
Me interpuse en el camino de Mark una vez lo vi emprender su caminata directo a dónde me hallaba, sabía que no acabaría allí. Enfrentaría a Christopher una vez no obtuviese de mi las respuestas que quería.
— Detente. —puse mi mano en su pecho y sentí su respiración subir y bajar agitada.
El perfume de mujer me invadió, pero aún así no me alejé de su cuerpo. Mis dedos rozaron su chaqueta de cuero y su mirada gélida me penetro haciéndome encoger.
— ¿Qué demonios estabas haciendo con él? —sacudí mi cabeza y le hice una breve señal a Johnny para que permaneciera en su lugar.
Añadir más testosterona a la ecuación solo pondría en sobrealerta al demonio a mí lado.
— Nada. Él vino y ya se va. —contesté sin saber que más hacer. —Por favor, Mark. —supliqué tomando un vistazo del arma que se aferraba a sus vaqueros.
No miré atrás por muchas ganas que tuviera de hacerlo. Él no iba a ser dañado por este hombre.
— Te lo advertí, Lana. —con la poca fuerza que tenía, lo atraje a mí cuerpo cuando intentó pasarme.
— Bésame. —la palabra salió de mi boca sin procesarla y un sentimiento de asco y repulsión se instaló en mí cuerpo. Luché por ocultarlo y agradecí su estado de alicoramiento.
Entrecerró sus ojos en mí dirección y tiró de mí cintura pegándome a él.
Tragué en seco cuando sus ojos se encontraron con los míos, incluso me sentí temblar en su agarre.
— Lo mataré si te toca. Lo sabes.
— Nadie más que tú me ha tocado. —solté. La realización y veracidad de mis palabras se instalaron en mi. Era verdad. Gracias a Dios.
No estaba muy segura de poder mentir bajo la presión que estaba sintiendo justo ahora.
— ¿Qué le dijiste? —evité encogerme cuando su mano ahuecó mi cuello acercándome más.
Puse mis manos sobre su pecho y lo encaré. —Que habíamos vuelto y que no lo quería ver de nuevo.
Su sonrisa apareció. —Demuestramelo. —lo miré, completamente confundida sin saber a qué se refería. —Besame, Lana. O le pongo una bala en la cabeza aquí y ahora, y de verdad que no lo vuelves a ver aunque quieras.
La imagen apareció en mi cabeza y simplemente lo perdí.
Christopher.
Sus ojos se encontraron con los míos y contuve la respiración. La mano del idiota se aferraba a su cuerpo y una sonrisa victoriosa figuraba en su rostro.
Lana temblaba bajo su agarre y luché contra todo en mi cuerpo para no ir por ella. La tristeza se reflejaba claramente en sus ojos.
No tardó en dejar de verme, sus ojos yendo al hombre sosteniéndola. Lo perdí en definitiva cuando sus labios se estamparon sobre los de él. Mis manos se cerraron con fuerza y quise salir corriendo, pero no. Me quedé en mi lugar viendo como la mujer que estaba comenzando a amar, se besaba y entregaba a alguien que no era yo.
— Hotch. —no miré a Angie. Seguí con la vista al frente.
Él le devolvió el beso y delante de todos, ahuecó su trasero en sus manos.
— Se acabó. —murmuré alejándome. Angie y Mika me llamaron, pero no me detuve hasta estar fuera.
El aeropuerto estaba demasiado lejos para mí justo ahora.
Detuve el taxi en la acera y subiendome en él hice mi mala elección. —Al Royals.
El hombre asintió e hizo su camino sin mirarme. Los treinta minutos de viaje solo sirvieron para aumentar mi furia con todo. El maldito tráfico. El idiota que estaba con Lana. El mundo entero. Todos menos ella.
Le pagué al taxista y mascullando un ligero gracias por lo bajo, salí del auto y entré al conocido edificio en el centro de la ciudad. Majestuoso. Presuntuoso. Igual a ella, no por nada vivía aquí.
— Señor Hotch. —la recepcionista me observó incrédula. —La señorita no dijo que vendría.
— No sabe que estoy aquí. —pronuncié. —¿Tiene compañía? —sacudió la cabeza. —No me anuncies.
Asustada tomó el teléfono.
— Me temo que no puedo hacer eso, señor.
Comprendí su miedo.
— Por favor. Ella no se quejará.
No iba a arriesgarme a que no me recibiera. La mujer tenía demasiado orgullo encima. Pero era lo que necesitaba ahora.
— Adelante. Pero no le he ayudado.
Asentí y con una sonrisa pequeña, me alejé directo al ascensor.
Presioné el número del penthouse recostandome en el cristal tras de mí.
Las puertas se abrieron treinta segundos después en el departamento en el que había estado tantas veces.
Caminé hasta la habitación en el fondo y toqué la puerta.
— ¿Qué demonios...? —su boca se abrió y se cerró con furia. Apenas vestida con una bata de seda rosa y sin una gota de maquillaje incluso lucía mucho más hermosa que con kilos de el encima. —Largate, Christopher.
Sacudí la cabeza y me adentré en su habitación. Había cambiado la decoración desde la última vez que estuve aquí.
— ¿A qué viniste?
— ¿No es obvio? —me acerqué a ella y rodeando su cintura la atraje hacia mí. —Tu y yo solo congeniamos en un sentido, y es a eso que vine.
No me importaba lo idiota que sonaba. Las cosas entre nosotros siempre habían sido así, y me funcionaba de maravilla justo ahora.
Se tensó en mis brazos, pero puso sus manos sobre mi pecho. —No soy tu puta, Christopher.
— Oh cariño, serías una muy cara de serlo. —tomé su labio inferior entre mis dientes y mordí un poco.
— Con clase. —me corrigió desabrochando los pocos botones que quedaban en mi camisa. —Debo decir que te he extrañado. —me atrajo hacia ella y me besó con fuerza. Le respondí con la misma intensidad y metí mi mano por debajo de su bata. —Nadie me ha follado como tú. —la ignoré y caminé con ella hasta la cama lanzándola sobre ella y arrancando la camisa de mi cuerpo.
Mordió su labio inferior y abrió sus piernas dándome la bienvenida a su coño desnudo.
— No estoy en plan vainilla. —advertí. La imagen de Lana en los brazos de ese idiota me estaba taladrando el alma.
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Editado: 04.06.2024