Lana.
Un mes después.
— ¿Y bien? —pregunto a la expectativa mientras la mujer frente a mi repasa los documentos con su habitual mirada de "me importa un culo lo que hagas". Pero esta vez no podía decir que a mi no me importaba, necesitaba saber que el trabajo que llevaba haciendo estos meses era impecable.
Sus ojos se encontraron con los míos al mirar hacia arriba. Ignorándome, dejó la carpeta sobre mi escritorio, junto a su café y me observó durante un par de segundos, causando que la tensión en mi cuerpo solo aumentara.
— Y yo que pensé que no habría nadie mejor que Daniels. —soltó con una carcajada.
Por alguna razón, el aire que estaba conteniendo salió permitiéndome respirar bien.
— ¿Eso significa...? —sonreí a medias sin querer hacerme ilusiones.
Con esta mujer jamás había nada seguro.
Bueno, de hecho, si que lo había. Que eras un incompetente cuyo trabajo no estaba a la altura para ella.
— Lana. —se puso de pie, poniéndome aún más nerviosa. Si es que eso era posible.
— Amara.
— Tu tiempo de prueba ha llegado a su fin. —levantó la mano evitando que las palabras que amenazaban con salir de mi boca salieran. Su severa mirada habría detenido eso de todas formas. —Vas a tomar el lugar de Samantha como asesora senior.
No me jodas.
— ¿Me estás jodiendo? —enarcó una ceja en mi dirección. —Lo siento.
— No, Lana. No te estoy jodiendo. —se burló de mi estado, acomodando su chaqueta de punto. —Eres buena, Thompson.
Me aplaudí internamente por ser la primera de todos aquí en ganarse un cumplido, aunque fuese a medias de tronchatoro.
Ya no era tan desagradable como antes.
— ¿Sabes por qué les exijo tanto? —su intento de charla me sorprendió. Pensé que se despediría despotricando como siempre hacía.
Sacudí la cabeza sin saber que decir. A veces los gestos eran mejor que las palabras, por lo menos con ella.
— Porque quiero explotar el potencial de todos. —me aclaró. —Sé como me llaman. —permanecí en silencio. —Y no me importa. —se rio. —El punto es, que te felicito, me sorprendiste desde el primer día y eso no es fácil de hacer.
Me apuntó con su dedo índice. —Espero que sigas así y no se te suban los humos ahora. —sacudí la cabeza.—Pero habla, mujer, que no muerdo.
— Claro. —sonreí.
— Habrá una cena en un par de días para asesores senior y administrativos, te llegará la invitación a tu residencia.
— Gracias.
— A ti, linda. A ver si en un par de años me quitas el puesto. —se detuvo en seco al ver mi sonrisa. —Era una broma.
— Por supuesto. —estuve de acuerdo, completamente consternada por la forma de actuar de esta mujer.
Rodó sus ojos y sin decirme más, se dirigió a la puerta, cerrándola al salir.
Presioné mis manos contra el escritorio y suspiré.
¿Qué mierda había sido eso?
Mi teléfono sonó dos minutos después haciendo que levantara la mirada de los documentos frente a mí. El numero desconocido parpadeando me hizo dudar antes de responder, pero aun así lo hice.
— ¿Sí?
— ¡Cielo! —me tensé desde la punta de los pies a la cabeza cuando la voz de Mark llegó a mis oídos a través de la línea.
¿Cómo demonios había conseguido mi número? Y lo peor, ¿Cómo había conseguido llamarme si estaba preso?
— Te he dejado sin palabras, linda. —casi podía imaginar su sonrisa. —No cuelgues, creo que te importará lo que tengo para decirte.
Me abstuve de responder.
— Esta noche, Lana. Esta noche te quiero en el jodido aeropuerto tomando un avión directo a Boston de nuevo. —tragué en seco. —¿Creíste que te habías librado de mí? No, hermosa. Eres mía.
— No pienso hacer eso. —solté con los nervios de punta.
Su carcajada me desestabilizó. —Creo que vas a repensar tus palabras cuando veas la foto que acabo de enviar a tu celular. No cuelgues. —sin poder contenerme, revisé el buzón y una foto de Christopher hablando con Blake me recibió. La camisa negra que se había colocado esta mañana antes de ir a ver a su amigo me hizo soltar un jadeo. —Eso, hermosa. —se burló. —Si no llegas mañana a casa, el primero será él. Dios sabe que llevo un tiempo sin usar mi arma y estoy deseando volver a mi antigua vida. Tal vez ese jugador de pacotilla sea el primer afortunado.
— Déjalo fuera de esto, Mark. —intenté no llorar.
— Pensé que dirías eso. Siempre tan dadivosa, Lana. —se divirtió a mi costa. —Está bien, te daré un par de semanas. Para que te diviertas un par de días más con ese idiota. Despídete de él como quieras mientras que en dos semanas estés en casa. Ni un puto día más, Lana.
— Mark...
La línea quedó en silencio junto con mis palabras al aire.
Con los dedos temblando, marqué el número de Owen, maldiciendo por lo bajo cuando luego de dos llamadas no obtuve resultados.
Llamé al teléfono de Sasha y los gritos del otro lado llegaron a mi una vez la llamada quedó descolgada.
— Lana, linda, no es un buen momento. —el sonido de un cristal al romperse me estremeció. —Owen, deja esa mierda.
— Necesito hablar con él, Sasha. —solté a media voz. —Por favor. —mi voz se rompió.
— Cariño, es Lana. Por favor, Owen. —suplicó.
La espera se sintió eterna, pero luego de un minuto, escuché la respiración pesada de Owen directo en mi oído. —¿Salió? —jadeó sorprendido por mis palabras. —Owen...
— Lo siento, nena. —sonaba vacío, roto. Y ya me iba haciendo una idea del motivo de su histeria. —Su abogado consiguió un preacuerdo. Libertad condicional. —se detuvo durante un segundo. —¿Cómo supiste?
— Me llamó.
— Maldito engendro del demonio. —bramó furioso. —Lana, no hagas nada. Intentaré conseguir algo.
Sonó desesperado y por su tono supe entonces que no había mucho que pudiese hacer.
— Lana, respóndeme.
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Editado: 04.06.2024