"A veces el destino te juega una mala pasada.
Te condicionas.
Dudas y te reprimes.
En el intento de aclarar lo sucedido te ciegas por algo que no está en tu capacidad de comprensión.
Hieres.
Lastimas.
Pero al final de todo te das cuenta que puedes confiar.
Dar un salto de fe.
También te percatas que lacerar una herida interna puede ser el inicio de algo eterno, a la par de efímero.
Que la verdad duele.
Que por más que lo desees el final no siempre es como se espera.
Que todo cae por su propio peso.
Que por más que intentes no herir marchitas el corazón de la persona en cuestión, dejando que la desolación reine, y el odio comande las acciones tornando como resultado un destino garrafal.
Que ni el verdadero amor podrá vencer a la maldad que se disfraza de piel de oveja"
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Meditabundo.
Ese era su estado posterior después de aquella noche en la que pensó que era la más feliz de su vida, la cual se convirtió en algo confuso, de la que no sabía cómo sentirse al respecto.
Las miradas de todos los presentes fueron lo más remarcado de la velada, al igual que los cuchicheos, en donde ella era la protagonista junto con uno de los hombres más asediados de España.
Horacio de Carvajal.
Llegó a reclamar algo que creía le pertenecía, y para su mala fortuna no se trataba de alguien más que no fuese ella.
No hubiese tenido problemas con ese asunto semanas atrás, pero ahora su corazón le pertenecía a cierto francés que ni siquiera le volvió a dedicar una mirada.
Ella pudo enfocarlo de lo lejos y supo que no se esperaba aquello.
Le odiaba y no le acusaba por ese sentir.
Tenía toda la culpa, pues debió haberle informado de las pretensiones de su padre por unir las familias con un lazo tan inquebrantable.
Debió decírselo con antelación, pero estando con él perdía la noción del tiempo y no había nada más importante que no fuese toda su esencia.
Era un milagro que siquiera pudiese recordar cómo respirar.
Suspiro sonoramente en la soledad de sus aposentos.
De esa noche habían pasado alrededor de dos días.
Tiempo en el cual el sueño se había extinguido de su sistema.
Con un único pensamiento que repercutía a un dilema existencial, que tendría que resolver cuanto antes.
No había podido hablar con Alexandre, pues este no hizo acto de presencia en las veladas siguientes, acrecentando el resquemor en su pecho debido a la pesadez.
Tenía que aclararle lo sucedido.
Aunque primero debía de tener aquella charla definitiva con Horacio.
El entendería que no podía corresponderle, ya que su corazón para sorpresa hasta de ella misma había sido cautivado irremediablemente, y él no era precisamente el afortunado.
Toco el suelo cubierto con una alfombra color zafiro.
Como era su costumbre deambulo por el lugar como reconociéndolo por primera vez, a la vez que llamaba a Carmen para que la adecentara por la visita que tendría apenas salieran los primeros rayos de sol.
Debía aclarar aquel asunto en breve.
No podía seguir un día más a la expectativa de algo que no permitiría que pasara.
En esos momentos no se aferraría a sus enseñanzas.
Su corazón era el único que tenía el poder sobre aquella decisión.
Después de estar preparada para la ocasión con un vestido marrón de algodón.
Ideal para el invierno que había hecho entrada en su totalidad.
Con parsimonia seguida de su doncella bajó las escalinatas de mármol de la residencia en Barcelona, para dirigirse al comedor y tomar aunque no fuera su costumbre a esas horas los primeros alimentos del día.
Frenó el avance cuando se topó de lleno con la imagen en la cabecera de la gran mesa de madera dispuestas para consumir los alimentos, del hombre más imponente que había conocido, teniendo al costado a su madre y hermano, al igual que dos invitados donde uno de ellos si era esperado.
— ¡Buen día!— exclamo después de salir de la sorpresa que no fue notoria para ninguno de los presentes—. Padres— inclinó la cabeza—. Hermano, Lord Carvajal, Excelencia— volvió a asentir mientras analizaba a los hombres que estaban erguidos recibiéndola como era correspondiente. —Te has retrasado un poco querida— soltó su progenitor sin siquiera dignarse a verle—. En una próxima oportunidad no se te otorgara tanta condescendencia.
Se retuvo a mirar la hora para corroborar lo dicho por su padre para no incordiarle, además de ser consciente que inclusive faltaba poco más de media hora para que el lapso pactado de costumbre llegará.
—Me excuso por mi falta de modales— se posiciono al lado de su hermano, el cual le miraba con aire pensativo.
Como si quisiera decirle algo que no podría dar espera.
Inmediatamente fueron servidos los alimentos.
Solo se escuchaban los ruidos de los cubiertos resonar por la estancia.
Las miradas predominaban, en especial la del ojiverde que tenía en frente.
La cual le estaba incomodando por su insistencia.
Habría acabado con ese asunto esa misma noche si su hermano no le hubiese ordenado ejercer retirada, secundado por su madre.
Tomando un poco de jugo de naranja escucho carraspear a Horacio llamando la atención de todos.
— ¿Lord Belalcazar espero que pueda concederse después de acabada la ingesta de alimentos un paseo con lady Borja?— todos lo enfocaron al aludido esperando que se dignase a hablar, pero este solo asintió en respuesta sin siquiera regalarle una ojeada.
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Editado: 17.12.2022