“Situaciones que presentan encrucijadas que aparentemente no tienen solución, pueden tornarse oscuras pero siempre se encontrara una luz, haciéndose llamar esperanza.
Verdades que siguen emergiendo de las profundidades, desenvolviendo acertijos en donde los buenos no lo son tanto, y los villanos quizás lo sean más de lo pensado.
Encuentros premeditados, que muestran intemperancias que no se tenían consideradas.
Dando un nuevo sentido.
Creando dudas y sentires, que solo cesaran cuando el brillo que profesa la existencia deje de relucir.
Porque el don de escuchar es el único que te dejara saber la realidad.
Una que desenmascarara a quien menos se espera, ayudando a ponerle forma a lo que en su tiempo se frustro.
Desembocando uno de los primeros finales para nada alentadores.
Induciendo a que nuevamente un inocente se aprecie como culpable”
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África occidental.
(Costa del oro neerlandesa- Ghana)
Pueblo de Asantes.
Agosto de 1794.
Calvario.
Quizás no era la palabra correcta, ni la más indicada para describir lo que habia estado viviendo desde que emergió de aquel buque Lord Javier de Borja futuro Conde de Belalcazar, en el que pensó que se libraría de todas sus penurias, pese a que las albergaba en lo más profundo de su ser.
Con el corazón agitado, las pulsaciones retumbándole en los oídos a punto de reventárselos.
La respiración entrecortada, y el sudor perlándole cada intercepción de su cuerpo.
Con el terror surcando cada terminación nerviosa.
Su aspecto desaliñado, sucio y maltrecho.
Como nadie pensó percibirlo.
Pero asi se hallaba.
Habia perdido unas libras, haciéndole ver demacrado.
Con los ojos hundidos, y las ojeras remarcando su rostro pese a todo atractivo.
La barba de días, tal vez de meses.
Todo en el gritaba sufrimiento.
No solo por aquella pena tan honda que cargaba sobre sus hombros, pues superficialmente lo único que quería era correr por una vida que le estaba siendo arrebatada. Como si nunca la hubiese merecido.
¿Cómo llego hasta ese punto?
El conocía la respuesta a aquella diatriba, pero quería darle otro rumbo llenándose de diferentes especulaciones, porque era más sencillo que considerar que en ese momento le darían captura, y su mundo se vería reducido en cenizas al completo.
Seguía siendo la víctima, y lo comprobaba mientras se escondía en una callejuela que le brindaba resguardo, entre tanto aquellos hombres le buscaban con ganas de torturarle.
Clavando en su cuerpo sus asquerosas manos, llenándolo de azotes y por consiguiente dejándolo con más cicatrices en el alma que le hacían odiar más a su progenitor, y a él mismo por haber condenado a su hermana a vivir a su lado.
Acepto esa aparente salida fácil, descubriendo el infierno terrenal… por cobarde.
No se sintió capacitado para seguir bajo el yugo de Francisco, pero la cura fue peor que la enfermedad.
Ya que por más de que lo pensara, siempre llegaba a la misma deducción.
Eso era un castigo por las gestiones que efectuó en contra de la única persona que valía la pena en su familia.
Luisa.
Ese gran copo de nieve que enfriaba más que el invierno, pero que con sus acciones inconscientes llenas de cariño, calentaba su alma como si estuviese en pleno verano.
Con esa chiquilla no habia un punto medio.
Su pequeña hermana, que siendo conciente como ninguno reconocía que le habia hecho un daño irreversible.
Se envaro tratando de fundirse con la columna algo deteriorada, cuando esos sujetos de color que lo cazaban pasaron demasiado cerca de su escondite. Con antorchas para iluminar su camino.
Deteniéndose a un par de metros de su faz, pero regresando a su tarea cuando no le hallaron cerca.
O eso fue lo que creyeron.
O dieron a entender.
Las calles de Costa del oro estaban impregnadas de seres que querían destrozarle.
Quizás si no fuese plena madrugada estaria ya crucificado, siendo el objeto de represalia por lo que habia hecho su padre y Apoku Uaré, el Cacique del pueblo de Asantes.
Aquel que comandaba aquella ciudad. Hasta el mismo país en general.
Siendo una de las aldeas más grandes de Ghana.
Subsistiendo del oro que era extraído de las minas, yaciendo como el grupo étnico más fuerte por encima de Costa de Marfil, sobresaliendo los principios de ser una de las ciudades más liberales de la región.
Haciendo su fachada perfecta.
A tal punto de parecer correctos.
Esas de las que su padre era uno de los mayores implicados en el asunto.
Pues por los negocios que tenía por fuera de la corona, es que él se hallaba ahí.
En el lugar correcto para muchos, pero en el momento incorrecto para su vida.
Sintió como su respiración se acompasaba cuando pensó que el peligro estaba lejos, aunque sin imaginarlo residía tan cerca que cuando apreció un cuchillo en su cuerpo, la sangre le cayó a los pies.
Esos que estaban descalzos.
Dejando de lado su perfil aristocrático.
Convirtiéndolo en un plebeyo más.
Menos que eso.
Humillándolo como si su sangre no valiese un real.
Trago grueso.
Concibiendo la punta oxidada filosa de un cuchillo, como maltrataba la parte de su cuello.
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Editado: 17.12.2022