Un soplo de aire fresco.
Esa fue la mejor manera como puedo describir, lo que habían sido esos meses Luisa de Borja, en el Babette palace.
Aquel lugar en el que Sebastien la habia alojado en contra de su voluntad, aunque no por la fuerza.
No podía simplemente pasar por alto los riesgos que estaban tomando, al solo hallarse a unos cuantos kilómetros de las inmediaciones del castillo de Beaumont.
Por un instante se dejó cegar por el desespero, pero en un parpadeo se vio dándole la razón.
Era macabramente entendible aquello de no generar sospechas estando en las narices del enemigo.
Al principio tubo sus prevenciones despues de que este partiera rumbo a Irlanda para servir a su país, pero al notar que no corría ningún riesgo, se atrevió a tomar un poco de aire aprovechando los días verdosos y coloridos de la primavera, que cada jornada le brindaban una nueva sonrisa.
Le sentaban de maravilla en su estado.
Dándole un nuevo tono a su existencia.
El gris formando parte del pasado.
Sobrecogiéndola los matices al completo.
Tanto que se atrevió a pasar por encima de todos sus miedos, y con una capa tratando de transitar desapercibida, deshaciéndose de la vigilancia extrema a la que era sometida, se adentró a los terrenos de la familia Allard.
Esperando encontrar ese camino que en su momento albergo felicidad.
Aquella que le faltaba para considerarse colmada.
Queria dejar en el pasado a Alexandre Allard, pero se le torno imposible cuando aquel viviría por siempre no solo en sus recuerdos como un próspero presente, si no que tendría algo permanente de aquel en un futuro próximo.
La despedía en aquel puerto la corroboro como un hasta pronto, porque pensaba verle asi fuera con la última exhalación para decirle cuanto le amaba.
Ese no habia sido su final.
Solo el interludio para el verdadero inicio.
Por eso necesitaba alimentar su alma, para que su pequeño naciese sintiéndose estimado al completo.
Que por lo menos de lo lejos iniciara profesándole el respeto, y el amor a su padre que este tambien se merecía.
¡Si solo pudiera decírselo!
Pensó en el instante que alcanzaba a avistar de lejos la propiedad.
Escabulléndose por las caballerizas, burlando a los lacayos que aparentaban vigilar.
Cada noche recurriendo a lo mismo.
Hasta que unas semanas despues lo diviso.
Esa espalda inconfundible.
Esa aura que despedía no solo poder, si no magnetismo y muchos matices que la extasiaban cortándole la respiración.
Se escondió como bien pudo, logrando no ser descubierta.
Lo vio pasearse por todo el lugar, hasta detenerse frente a uno de los caballos.
Para prodigarle mimos con unos de los cepillos, obteniendo relinchos como respuesta.
Susurrándole palabras que no llegaba a entender, pues al no estar tan cerca sus oídos eran privados de aquella voz que le embotaba los sentidos.
Suspiraba con pesadez.
Como si algo le torturase, encogiéndole el corazón.
Por lo menos habia gozado el placer de tenerlo cerca.
Mandándose la mano a su tripa un poco más abultada al surcar los seis meses.
Dejando para sus adentros esa sensación de sentirse en familia, aunque él no lo supiese por el momento.
Eventualmente se enteraría, pero no sería en un futuro cercano y eso le calaba más de lo que estaba demostrando.
Resignada, antes de que se diesen cuenta de su intromisión, trato de alejarse mirándolo con anhelo contenido una última vez, pero sin siquiera haber dado dos pasos para retirarse de su presencia lo escucho.
Sonó como una alucinación, pero no lo era como el hecho de que su pecho brincoteo, a la par de que algo en sus entrañas se sacudió con fuerza.
Demostrando que como era esperado, el vínculo entre padre e hijo era más fuerte que los designios del ser humano.
— ¡Luisa!— esa simple frase tan cargada de sentimiento no solo la estremeció, si no que la paralizo.
Trago grueso tratando de regular su respiración, que sin querer se entrecorto.
Pero una fuerza más avasallante le corroboro lo que se temía, y le habia dejado con un sinsabor en la boca.
>>Debo olvidarle querido amigo— su pecho se oprimió—, y creo que por fin le estoy consiguiendo.
Era tan egoísta que aunque se percataba que era lo mejor, no lo podía concebir.
Era algo que anhelaba para él, porque era lo correcto, pero…
Tantas trabas con ese razonar.
No le parecia justo que ella continuase con ese sentir, y el solo se dedicase a seguir.
No se arrepentía de amarlo, solo lamentaba que dejara de ser reciproco.
Porque pensar que podía advertirlo ser feliz con alguien más, no significaba que lo apreciase de esa manera, cuando por dentro se estaba consumiendo con aquellas palabras que no tenían el ánimo de herirla.
O eso era lo que creía.
Lo añoraba para ella, pese a que sonase en su cabeza como si fuese un objeto, aunque estuviese demasiado lejos de considerarlo asi.
Alexandre no era algo al uso que con el tiempo se remplazaba.
Ese hombre no tenía comparación.
Poseía un ángel que aplacaba sus demonios, y lastimosamente su existencia le ayudaba a proseguir con la propia.
Porque tenía un pedacito de este en su sistema.
Creciendo, aferrándose a la vida como un guerrero Francés con raíces Españolas letales.
Una combinación fulminante.
En ese instante no tuvo ánimos, ni entrañas para atender a más de sus confidencialidades, asi que regreso sus pasos.
Con la promesa velada en su interior que cada día lo esperaría, a la misma hora para alcanzar esa efímera felicidad plena que le daba más impulso a su actuar.
Topándoselo en los senderos colindantes mirando la luna.
En el lago de la propiedad jugando con las rocas, mientras su mente vagaba por caminos inciertos.
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Editado: 17.12.2022