“Los designios del destino son complejos.
Los sentires certeros en la forma en cómo se refleje en nuestras cabezas.
Nada puede explicar que la misma persona que te destrozo el corazón, sea esa semejante que pueda curarte la herida lacerante que existe en tu interior.
Aquella que quema más que el hierro caliente.
Que el crepitar de las llamas.
Porque pese a todo el amor sobrepasa barreras indiscutibles.
Aquellas que por más que se quieran ignorar al punto de desconocer, lo único que hacen al final es ratificar lo que siempre ha sido del conocimiento de la persona que lo está experimentando.
Que por más años que pasen, vidas que surjan, en vez de evaporarse, esa conmoción asfixiante no se apartara de su espíritu ni con el último suspiro exhalado en el mundo de los vivos.
Porque un amor tan fuerte debe ser vivido, encontrarse en diferentes siglos y perpetuarse con cada anhelo proferido.
No es maldito.
Eso es lo que nadie entiende.
Quizás solo es la persona correcta en el momento poco indicado, pero cuando este llegue todo sera justificado.
Por ahora solo es cuestión de dejar que todo fluya, y que ese alguien tan prohibido te ayude a lamer las heridas.
Porque a veces el que más daño te hace al punto de aniquilarte, es el mismo que te otorga sin comprenderlo ese soplo de savia que se necesita para seguir.
Apenas la guerra inicia.
Solo se requiere regocijo para el alma y poder continuar.
Sin saberlo de la mano de lo único bueno y perfecto que hay en la existencia, pero que sigue sin creer que sea lo indicado para su existir.
A veces los engaños ni con el deceso del organismo que lo implanto ceden, solo se intensifican.
Convirtiéndolo cada vez, y de a poco en un arma que se podía tornar letal”
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6 de diciembre de 1794.
(París- Francia)
Babette palace.
Habían pasado una par de meses desde aquel fatídico evento.
Unos en los que se limitó a tratar de seguir adelante con sus planes.
Pretendiendo sin éxito ignorar que su cuerpo clamaba por un poco de descanso.
Que las ojeras eran notorias a medida que desaparecían las marcas de los golpes recibidos, dejando solo los recuerdos como cicatrices imposibles de borrar.
Al igual que las pesadillas avasallaban su diario vivir.
Otorgándole una culpa no la dejaba subsistir.
Aquellos hubiera que nunca considero hasta ese momento se hallaban demasiado presentes, que de manera latente oprimían su pecho hasta el punto de provocarle unos inevitables ataques de nervios, que lo único que podía calmarlos era el recuerdo de su amor.
Pese a lo destrozado que le avisto por su causa el día en que sus padres dieron el adiós eterno, siendo sepultados juntos como dos amantes eternos.
Un evento irónico desde el punto de vista de las personas que sabían el trasfondo, y como termino aquel matrimonio admirado por lo superficial que se mostraba ante la sociedad.
Definitivamente todos ven los rostros, pero pocos vislumbran el verdadero sentir.
Lo único claro que tenía es que estaba dañando a Alexandre en sobremanera, y ya no encontraba la forma de evitarlo.
Ni siquiera la maquinaba.
Tanto habia sido lo que le aquejaba, que el alimento dejo de salir de sus pechos.
Era una mujer seca que no encontraba la manera de calmar a sus pequeños, a menos que fuese con un biberón porque se rehusó a las populares nodrizas.
Era un fracaso como madre y mujer.
No pudo impedir que les arrebataran unas de las pocas cosas buenas que tendrían por ese tiempo en su existencia.
Eso que les expondría el lado compasivo de la vida.
Lo que ella no podría.
¿Porque siempre era tan egoísta?
¿Porque simplemente no desaparecía?
¿Porque se flagelaba avistando su amor de lejos susurrando palabras de consuelo, las cuales él no le otorgaría un par de segundos para dárselas a conocer?
¿Por qué?
¿Por qué?
Tantas incógnitas en su cabeza que siempre se resolvían con un calamitoso <<No puedo>>
No sabía vivir sin él.
Porque era conciente que podía seguir, que no era indispensable para que respirase, pero…
Hay llegaba el interminable pero.
Con él supo lo que era descubrirse y morir.
Aprecio como su existencia cobro sentido, y le otorgó la dicha de dar vida.
Por eso ahora hallaba tan imposible subsistir sin él, pese a que lo hacía de maravilla.
Aquello lo meditaba Luisa de Borja, mientras admiraba a sus criaturas dormir pacíficamente.
Con aquellos suspiros que le robaban sonrisas.
Esas que eran sinceras rayando en lo verídico.
Los delineaba con sus dedos de manera imaginaria.
Cada segundo los avistaba más grandes.
Con más fuerzas para abrir los ojos al mundo.
Aparecían momentos en los cuales dudaba si estar presente en sus vidas era lo más acertado.
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Editado: 17.12.2022