Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXIV PARTE 1

“Entre la espada y la pared.

Acorralada en medio de dos reyes y una torre, que valía por todas las del tablero.

La ultima disfrazada de vasalla, siendo alguien de extremo cuidado.

Un trio infalible, que por esa vez se confabulaba para encerrar a la Reina, dejándole solo un camino.

Por consiguiente una posible salida.

Siendo el enfrentarlos.

En el terreno enemigo y bajo sus reglas, acudiendo a la vía de la improvisación.

Despues de todo, las consecuencias serían las mismas.

El desenlace de la velada para ellos ya trazado.

Tan ajeno al mundo.

Una pérdida inminente, un malentendido hiriente, y por ultimo un paso al frente para lo que sería el camino que la llevaría a la respuesta final.

Esa que la haría desertar sin mirar atrás”

******

 

Si de manera particular el aire que se respiraba en la residencia permanente del condado de Belalcazar era asfixiante, y en extremo tensionante, ahora el aura que se apreciaba no tenía una descripción adecuada para catalogarla.

Más que solo evaluar la manera que entrecortaba la respiración colectiva, venidera desde los sirvientes hasta la hija del amo, que aunque no lo aparentaba tenía ansias de saber que era lo que se decían sus dos familiares, pese a que apenas llego sin hacerle frente a su progenitor, se internó en los aposentos sin dilación.

No tomando la cena y por consiguiente sin salir de su resguardo, ni al día siguiente apenas el cielo esclareció.

Este por su parte se encontraba reunido con la persona que pensó que no volvería a tener el privilegio de ver en lo que le quedaba de existencia.

Los dos castaños entrados en años, con ojos marrones casi idénticos se valoraban de una manera difícil de describir, a puerta cerrada en el estudio de Francisco Javier de Borja, el cual se sentía sorpresivamente sin saber cómo actuar.

Estupefacto.

Dos temperamentos tan diferentes.

Contrarios del otro.

Pero tan potentes que unidos podían poner al que fuese en un estado de aturdimiento, sin comprender la razón.

Se localizaban erguidos a una distancia prudencial en el centro del lugar, examinándose a conciencia.

Cualquiera indicaría que de manera amenazante, pero a decir verdad solo se estaban reconociendo, pese a que sabían que no era precisamente una visita de cortesía la que Alejandro de Borja, le estaba haciendo a su muy olvidado hermano.

Los dos conocían cuál era la razón inicial, pero la emoción de verse aunque la ocultaban era innegable sentirla.

Sensaciones contradictorias.

Recuerdos aun latentes.

Una frese contundente que marco el antes y un después en su historia.

«Me olvidare que una vez tuve familia, que poseí un hermano que veía como un patriarca, porque este que tengo en frente no es el ser que me protegía, sino otro estereotipo más de tirano que decidió seguir los pasos de la alimaña que se hacía llamar padre, el cual en un acto hipócrita juro jamás ser su semejante»

Pese a todo, incluida esas palabras despreciativas que esbozo, Alejandro seguía viéndolo como su ejemplo a seguir aunque no avalaba su comportamiento.

Desde muy niños Francisco fue el que más velo por su bienestar.

Le salvaguardaba de las reprimendas de un ascendiente, que no tenía la paciencia para entender porque su hijo menor no estaba interesado en el lado oscuro en el que él lo quería introducir.

Por su parte el mayor.

El heredero del título, con la desconfianza a la par de sorpresa abundando en su sistema, se permitió sentirse un poco efusivo al ver a su hermano menor.

Ese por el que hizo un sacrificio desinteresado, para que no cayese en una oscuridad absorbente, de la que ni él tuvo fuerzas de librarse.

Entrecerraron los ojos en sincronía, y proviniendo en un acto de turbadora fe, el mayor abrió los brazos para como en antaño sobrecoger a su consanguíneo menor, a punto de abandonar la treintena.

La sonrisa de medio lado del otro avisto que no se resistiría a un saludo, ese que demostraría la década de añoranza mutua, por tener siquiera unas palabras asi no fuesen amistosas.

Como las que gozarían despues de aquel momento lleno de significado.

Sin más dilación se abrazaron palmeando la espalda del otro sin mediar palabra, pues la alegría de ese simple acto les aseguro que se echaban de menos por igual.

Despues de un par de minutos se separaron y nuevamente se enfocaron, dando dos pasos hacia atrás, iniciando con lo que sería una conversación trascendental.

— ¿En qué pensabas cuando sacaste de su exilio a nuestra muy trastornada hermana?— cuestiono el menor en tono calmo, aunque en su mirada se podía apreciar la furia propagándose.

La cual dejaba de lado al hombre agradable que siempre se jactaba en ser, que no era fachada, pues esa precisamente se trataba de su verdadera personalidad.

La única.

—Hay situaciones en la vida que no se pueden controlar— fue lo único que respondió, mientras Alejandro negaba con incredulidad.

—Más bien no querrás— rebatió logrando que este lo mirase con desinterés, entre tanto le daba la espalda para proceder a tomar asiento despues de servirse un trago—. Es muy temprano para beber Francisco— bufo ante la reprimenda, dándole una probaba al líquido ambarino sin importar el vistazo de rapapolvo de su hermano.




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