Fue la peor de las pesadillas. Nunca había tenido tanto miedo después de despertar desde la última parálisis de sueño que tuve hace años.
Di un brinco para sentarme y trataba de mirar alrededor pero solo lograba mirar todo borroso. Tenía un horrible dolor de cabeza que solo me hizo ponerme en posición de fetal, quería que aquel dolor se fuera lo más pronto posible.
En mi mano había una sonda conectada y desde ahí supe que nada pintaba bien, ¿acaso me había desmayado en el trabajo? Ni siquiera estaba segura de lo último que estaba haciendo antes de llegar aquí. Era más de evidente que estaba en un hospital pero mi visión seguía borrosa, no lograba enfocar con claridad.
Escuché la puerta abrirse pero no levanté la mirada, por un momento solo deseaba estar sola.
— ¡Que alegría que hayas despertado!
No logré reconocer a la voz que exclamó aquello, pero podría ser una enfermera. Cerré mis ojos por un momento.
— ¿Cuánto tiempo llevo aquí…?
—Casi dos días, tuviste una caída muy peligrosa. El doctor temía que hubiese lesión.
— ¿De dónde me caí…?
—Dijeron que caíste por las escaleras… Aunque ciertamente no tienes ninguna lesión en el cuerpo.
« Que caída más extraña… Incluso para ser mía», pensé.
Froté un poco mis ojos para poder a la enfermera, aunque no era una. Al píe de la cama había una mujer que no reconocí, estaba vestida como toda una ejecutiva. Demoré en distinguir una tenue sonrisa en su rostro, no me provocaba incomodidad, desde que lograba recordar no había visto una sonrisa sincera desde hace mucho.
— ¿Quién es usted…?
—Soy la asistente de Rupert Von Rosenzweig. Mi nombre es Alejandra y me han pedido que esté pendiente de tu estado. Adriana, ¿Qué es lo último que recuerdas?
—Que extraña nostalgia… Hace mucho tiempo no escuchaba que me llamaran por mi nombre.
Una sarcástica risa escapó de mis labios de forma inconsciente.
—No recuerdo con claridad… Estaba viendo los libros de jardinería, tal vez. Luego se iba de viaje… O regresó de viaje, no lo sé.
—Tranquila… Todo está bien.
Mencionó mientras se sentaba a mi lado y tomó mi mano.
— Debes descansar, el señor ha pedido que apenas te sientas mejor te lleve a casa.
—Ahora mismo…Por favor.
El dolor aún seguía presente pero no deseaba seguir en aquel lugar. El doctor que me estaba atendiendo revisó la herida que tenía cerca de mi oído, ni me había percatado de ello, empecé a asustarme.
Tenía varios puntos por debajo de la oreja. Se encargó de limpiar y cubrir nuevamente esa zona antes de darme de alta. Alejandra me había llevado un cambio de ropa y me fui con ella.
Era muy amable conmigo y aunque quería muchas explicaciones pero estaba segura que ella tampoco sabía mucho más de lo que yo pudiera recordar.
Al llegar a casa fui a mi habitación, Killiam la había preparado para que yo descansara. Incluso me había pedido que no me levantara de la cama, supe que Alejandra se quedaría en la casa y que se encargaría de mantener activa la agenda de Sascha.
No demoré en dormirme, la cama se sentía más suave de lo que recordaba. Mi mente llegó a divagar, era como una mezcla de palabras o frases que no comprendía, incluso llegaba a darme miedo.
Era como si viejos fantasmas volvieran.
Una extraña sensación me perturbaba, me sentí observada y me desperté abruptamente.
A pesar de la oscuridad de la noche, pude distinguir el rostro de Sascha. Tenía una expresión muy extraña pero su sorpresa al ser descubierto era evidente.
Me senté con cuidado en la cama, tomando mi cabeza debido al dolor que aun persistía. Sascha encendió la luz para luego caminar alrededor de mi cama mientras tenía sus manos en el bolsillo de su pantalón.
—Es bueno que hayas vuelto a casa… Lamento despertarte.
Negué levemente antes de abrazar mis piernas con algo de fuerza.
—Estoy bien, señor. Dicen que solo fue una caída así que no hay problema. Mañana me reincorporaré al trabajo.
—Debes descansar, así que no estarás activa hasta que esa herida se recupere.
—Eso puede demorar semanas y necesito el trabajo. Además, usted tiene… tenía que hacer algo…
Divagué un poco. No estaba segura lo que debía hacer Sascha por lo que me levanté a buscar el iPad para revisar la agenda.
La revisé una y otra vez hasta estar completamente segura. Desde lo que recordaba hasta la fecha actual había pasado más de una semana.
Lo miré incrédula, pero se suponía que era alguna laguna mental.
—Vaya… Realmente necesito ponerme al día.
Bromee un poco antes de mirar nuevamente a Sascha.
—Lamento preocuparlo.