Ojos Color Violeta.

Cap. 38: ¿Guardarías un secreto?

Capítulo 38: Quien puede abrir cualquier puerta, parte I.

¿Guardarías un secreto?

Me desperté una mañana de junio, y mi mente se quedó en blanco cuando mis ojos se toparon con un techo distinto al usual, tardé un rato en recordarlo, pero pude traer de vuelta a mi cabeza los recuerdos de los días tan distintos a mis días habituales, que a veces me daban la sensación de que eran ajenos. Salí de aquella habitación que todavía no podía sentir mía, y subí perezosamente hacia el piso que lucía igual a un pequeño restaurante de aquel enorme edificio, vi a Lila sentada en una de las mesas con una taza de café en las manos y sus ojos se clavaron en mí tan pronto me vio entrar.

—Buenos días —saludé sonriéndole, aunque en realidad quería darme la vuelta y salir de ahí, esa chica parecía ser capaz de ver a través de todas mis mentiras y falsos buenos modales, me sentía tan vulnerable frente a ella que daba miedo.

—Buenos días, Leiva. Estoy a punto de irme, así que siéntete libre de sentarte donde quieras y relajarte. —Se empinó lo último que quedaba de café en su taza y se levantó de la mesa en la que estaba sentada.

—No tienes que irte, hablo en serio, no me incomoda tu presencia, vengo diciéndotelo desde hace días. Siendo que Andy te tiene tanta estima, me gustaría saber qué clase de persona eres. —Me senté en la silla frente a la de ella y le hice un gesto con la mano para que volviera a sentarse.

Ella lo hizo, y me miró con sus penetrantes ojos violetas, haciendo que me arrepintiera al instante de no haber dejado que se marchara.

—Hasta ahora, me parece que no hemos tenido la oportunidad de conocernos mejor —dije fingiendo mi mejor sonrisa—, ¿hay alguna cosa que te gustaría saber de mí? ¿O estaría bien que yo te preguntara algo a ti primero?

—No estoy particularmente interesada en tu vida más allá de la información que ya nos has proporcionado sobre tu estadía en el laboratorio del doctor Dean, así que puedes preguntar tú.

—Bien. —Traté de pensar en algún tema que tuviéramos en común, y la cara de Damián vino a mi mente—. Escuché de Andy que el príncipe Damián y tú eran buenos amigos, ¿es cierto que se llevan bien?

Ella asintió mientras miraba hacia un punto en la pared, para luego volver a clavar sus ojos en mí—. Se puede decir que sí.

—Él sabe acerca de Ani y Andy, ¿cierto? ¿Cómo lo tomó?

—Igual que tú, supongo.

Me incliné hacia atrás, recargando toda mi espalda en el respaldo de la silla y la miré confusa—. ¿Igual que yo?

—Se rindió pacíficamente en su amor no correspondido.

—Amor no —, sentí que la sonrisa en mi rostro estaba a punto de deshacerse, pero volví a fortalecerla—… lo dices por lo que dijo Rookamieh durante el interrogatorio, ¿no? Yo jamás he visto a Andy de esa forma…

«Mierda», fue lo único que vino a mi mente, estaba segura de que Lila había visto a través de mi mentira, ella no había cambiado nada en su expresión de póker, pero lo sabía aún si no decía o hacía nada, esa chica no podía ser engañada por mí.

—Oye, ¿guardarías un secreto? —pregunté en una especie de impulso, y luego de que ella asintiera con la cabeza, le conté todo aquello que sentí que me estaba pudriendo el interior.

Una semana atrás, luego de terminar el interrogatorio de Rookamieh, Paris, junto con Alan y los gemelos, tomaron un ascensor que los llevó al quinto piso subterráneo en donde había una celda esperando por Rookamieh, mientras tanto, Ignecio, Lila y yo permanecimos en la habitación de interrogatorios para hablar de mí, aunque primero, Ignecio tomó su teléfono y marcó el número de su hijo para ponerlo al tanto de mi estadía con él.

—No me contesta, aunque no me sorprende —dijo con una sonrisa un tanto triste—. Le dejaré un mensaje.

Luego de varios minutos, me asomé para ver la pantalla de su teléfono y vi que Ignecio realmente le estaba escribiendo un larguísimo mensaje, y al menos por lo que alcancé a ver, aprovechó para darle toda clase de consejos, más que nada sobre su control de la ira, y no pude evitar preguntarme si Esteban realmente se enteraría de que yo estaba con Ignecio, pues, si yo fuera a recibir semejante mensaje, no leería más que la primera palabra.

—Ya terminé —anunció—. Bien, señorita Leiva, ¿puede contarnos sobre su experiencia siendo privada de su libertad por el doctor Dean?

Asentí—. Sé que mi padre me cambió por dinero a los 3 años, lo escuché de MierDean mientras hablaba de ello con un chico bastante joven, ese chico iba al laboratorio de vez en cuando para ayudarlo, supongo que era la versión joven de Blaise. Sin embargo, mis primeros recuerdos consisten en estar en una habitación con paredes de cristal dentro de una gran habitación de paredes de concreto del tamaño de un gimnasio, la cual, tenía una ventana pequeña que dejaba ver una pared de color verde pistache iluminada por una luz débil de color blanco.

La habitación de paredes de cristal tenía solamente una cama, una pequeña mesa y un cubículo pequeño para ir al baño, había seis habitaciones así en esa gran habitación de paredes de concreto, cada una habitada por un niño que lloraba todo el día llamando a su mamá, y yo los miraba con curiosidad desde mi cama, porque yo ni siquiera podía recordar muy bien las caras de mis padres ni la vida que tuve fuera de ahí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.