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—Hola, mi pequeña rantoncita —exclamó ese hombre de ojos grises y figura imponente desde lo alto de la escalera con los brazos extendidos y cara divertida al verme entrar a la casa.
—Vamos papá, ¿hasta cuando vas a seguir llamándome así?, ya soy mayor de edad, ¿o no? —puse cara de «en serio, ¿vas a empezar con lo mismo?», a lo que él respondió con una carcajada.
—Pequeña deja a este viejo recordar los días en los que te cagabas en cima —respondió con su típica sonrisa de diversión encaminándose escaleras abajo.
—Me rindo, hoy no voy a ser el objeto de tu diversión, pero ya te digo una cosa, me las pagarás —dije echándole una mirada desafiante y tratando de contener la risa al verlo tomar una pose de vaquero del lejano oeste en medio de un duelo «este ser envejece, pero lo de niño no se le va» —ya ponte serio y prepara algo de comer para esta alma en pena que acaba de salir del purgatorio, y por cierto ¿dónde esta mamá?.
—Ya decía yo que algo te traías con ese humor de perros que te estabas cargando, en serio, el hambre te descontrola la personalidad —dijo rodeándome con su brazo por el hombro y encaminándome a la cocina —y tu madre debe estar limpiándose la herida que se hizo con las tijeras de podar, ya sabes que no hay persona más despistada que ese ser, no sé como puedo estar rodeado de gente tan desequilibrada.
—En serio, te miro, te observo y te analizo, pero no entiendo de lo que hablas, porque tú no eres muy normal que digamos —ataqué sentándome en la silla frente a la isla de mármol de la amplia cocina.
—¿Qué te puedo decir pequeña?, tu familia es un dibujo —respondió encogiéndose de hombros y forzando una sonrisa que dejaba ver todos sus blancos dientes mientras me preparaba un sándwich.
—Eh tú, el hombre con el cuchillo en la mano, ¿qué decías a mis espaldas? —vociferó mi madre haciendo acto de presencia con la muñeca izquierda vendada y blandiendo una cuchara como si de una espada se tratase, «¿de dónde sacó esa cuchara?»
Solo pude responder ante este show con una negación de cabeza y una sonrisa divertida «que se va a hacer cuando todos están locos»
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Después de una alocada escena protagonizada por mis padres que terminó con una cuchara impactando contra los platos que se encontraban en un estante (a la cual mi padre esquivó magistralmente), me había dirigido hacia mi habitación para terminar los deberes de la universidad, ducharme y relajarme un poco leyendo un libro que me habían recomendado.
En estos momentos me encontraba recostada al espaldar de la cama con las piernas extendidas, observando como con cada relámpago se producía un cegador resplandor que iluminaba los árboles que rodeaban el jardín exterior.
La noche se estaba convirtiendo en una tormenta que engullía todo, la torrencial lluvia repiqueteaba en los cristales de las ventanas y los truenos causaban un incesante sonido ensordecedor.
—Keity me estás escuchando —la voz de Susan al otro lado del teléfono me sacó de mi trance.
—Sí... bueno no, puedes repetirlo —escuché como resoplaba del otro lado.
—¿Qué si mañana vas a ir a la fiesta que hará Audri?, seguro tu bomboncito Cris hace acto de presencia y bueno, ya sabes.
—Si, claro que voy ya te lo había dicho, pero no porque valla Cris sino porque necesito una dosis de diversión con urgencia.
En realidad nunca he sido de las que van detrás de los chicos. No es lo mío rebajarme hasta ese punto, mi orgullo no me lo permite. Pero una cosa que no puedo negar es que me encantan las fiestas, armar desmadre y si incluye algún espécimen del género masculino bien sexy y provocador, pues mucho mejor. Siempre hay que aprovechar los placeres de la vida.
—Perfecto, entonces mañana se vienen cosas grandes cariño, que te lo digo yo.
En ese instante se escuchó un fuerte sonido, el cual hizo que me sobresaltara, pero caí en cuenta que debía de ser obra de una de las habituales torpezas de mi madre, ya varios objetos de la casa habían sufrido las consecuencias.
—¿Qué fue ese estruendo? —al parecer se había escuchado del otro lado del teléfono.
—No sé, debe de ser cosa de mi madre, ya sabes como es —pero en ese momento el fluido eléctrico se cortó, dejando la habitación sumida en una inquietante oscuridad —Susan más tarde hablamos, me acabo de quedar a oscuras, voy a ver que sucede seguro encuentro a mis padres electrocutados.
Una vez que corté la llamada salí de la cama y me dispuse a encaminarme hacia la puerta, pero a solo dos pasos una corriente de aire frío me recorrió el cuerpo y me percaté que me encontraba en ropa interior. Susan no me había dado tiempo ni de vestirme una vez que salí del baño. Así que retrocedí y me coloqué unos vaqueros ajustados y un suéter gris que se encontraban tirados sobre la silla del escritorio, «por lo visto el desorden crece cada vez más en esta habitación».
Cuando estuve completamente vestida abrí la puerta y me dirigí a las escaleras que daban a la planta inferior.
A mitad del descenso un relámpago iluminó toda la estancia, seguido de un trueno ensordecedor que hizo vibrar los ventanales de cristal, por lo que me detuve de manera abrupta.
Me di cuenta de lo silencioso que estaba todo en casa. No se escuchaban las voces de mis padres, ni sus pasos al caminar, ni ningún signo de que se encontrara alguien. Solo se podía percibir el ulular del viento, el sonido de la lluvia torrencial y el constante roce de la rama de un árbol contra una de las ventanas que producía un chirrido escalofriante.
Reanude la marcha a pasos más calmados y silenciosos. Aunque no era alguien que me cagaba de miedo con facilidad, tenía que reconocer que me estaba comenzando a inquietar. Sentí como el corazón me palpitaba con fuerza, respirar se volvió algo pesado y percibí como un pequeño temblor me recorría el cuerpo. Todo en mí gritaba «ve con cuidado».
Editado: 27.08.2023