Gonzalo volvió a su casa una vez más. Había llamado a su trabajo y avisado que se tomaría unos días de vacaciones. Siendo el jefe de su departamento no tenía necesidad de dar mayores explicaciones. Dejó las cosas a cargo de sus asistentes y se olvidó de la empresa. En su cabeza no había otra cosa que el desastre familiar al que se enfrentaba. Tenía que resolverlo, pero ya.
Abrió la puerta y se encontró a Aitana, soberbia y arrogante como ella sola, sentada en el sofá de la casa mirando una serie de Netflix como si nada hubiese pasado.
- ¿Cómo está mi hijo? – preguntó sabiendo que Gonzalo venía de la casa de su vecina.
- “Nuestro hijo” – Le corrigió.
- Como sea. – Aitana meneó su mano restándole importancia al término.
- ¿Ahora te preocupas por él? ¿Te habías dado cuenta siquiera que anoche no durmió aquí? – Aitana no dijo nada, solo lo fulminó con la mirada. – Solo te voy a aclarar un par de cosas. Primero, que hoy mismo te quiero fuera de esta casa.
- ¡No puedes hacer eso! Esta es mi casa. ¡No puedes echarme de aquí! – Le gritaba Aitana fuera de sí.
- Las escrituras de la casa y el acta de matrimonio con el régimen de separación de bienes que firmaste dicen lo contrario. No sé para qué te complicas tanto, es cuestión de que muevas tus cosas a la casa de atrás, con el ……vecino. – Dijo alargando esta última palabra con desdén. – Seguro estará encantado de recibirte. Al menos ya no tendrá que saltar el muro cada vez que quiera …… - Se calló. No valía la pena seguir tras esos argumentos. - ¿O es que crees que no te aceptará a su lado? No me digas ……¿es casado? – Aitana guardó silencio y bajó la vista avergonzada. - ¡¡El hombre está casado!! ¡Por Dios! Ustedes sí que son un par de descarados. Pues lo lamento por ti pero aquí no te vas a quedar un día más. Si quieres te pago el pasaje y te devuelves a México con tu familia. Aprovecha, porque esa será la única muestra de compasión que tendré hacia ti. Y ni se te ocurra llevarte a David contigo porque tengo pruebas suficientes de que a tu lado su vida corre peligro. No tendré reparos en mostrarle al juez las evidencias. Así que piensa bien lo que vas a hacer. O me cedes la tuición y el cuidado personal de mi hijo voluntariamente, o te llevo a juicio. Siendo extranjera te aseguro que no querrás manchar tus papeles ante la ley. – Sentenció Gonzalo de manera contundente.
Ese mismo día Aitana firmó la cesión de tuición y tomó un avión rumbo a México. Nada pudo hacer por cambiar su situación. Lo único que en verdad lamentaba era devolverse al pequeño pueblo que tanto odiaba.
Horas más tarde en casa de Luz ……
- ¡Pequeño Ewok, tu papá vino por ti! – David vino corriendo a ver a su papá y se abrazó de él. Se le notaba tan alegre, pero tan ajeno a todo a la vez.
- Es hora de ir a casa mi pequeño Ewok. – Le dijo Gonzalo.
- ¿Es necesario, papá? No quiero irme de aquí. Me gusta estar con tía Leia y con Luke. – Le confesó David con aflicción.
- Sí, campeón. Es necesario. Hay algo importante que quiero hablar contigo. – Gonzalo le acariciaba la cabeza a su adorado hijo mientras se armaba de valor para contarle cómo serían las cosas en casa de ahora en adelante. Rogaba que su hijo no sufriera tanto la ausencia de su madre. Y aunque tenía razones de sobra para cuestionarla como tal, no sería él el que mancillara la opinión que David tenía de ella. – Ve. Espérame en casa. – El pequeño se fue arrastrando los pies demostrando las pocas ganas que tenía de abandonar la casa de Luz.
- ¿Y? ¿Cómo estás? – Le preguntó Luz una vez que David se había ido.
- Al fin recuperé un poco de paz. Ayer y hoy fueron una completa locura, pero gracias al cielo ya todo acabó. Aitana me cedió la tuición de David y se fue de vuelta a su hogar en México. Le dije que podía mantenerse en contacto con David si así lo quería, pero la verdad es que dudo que lo haga. Si fue capaz de desentenderse de David estando al lado de él, con mayor razón lo hará ahora que estará a miles de kilómetros de distancia.
Luz se acercó a Gonzalo y puso su mano en el corazón de él. – Y aquí, ¿Cómo estás? – El corazón de Gonzalo se aceleró. Sintió sus mejillas arder. Sabía que estaba sonrojado y antes de que Luz también lo notara, la acercó hacia ella y la abrazó con fuerza mientras enterraba el rostro en su cuello de tratando de ocultarlo. Y fue peor porque el aroma embriagante que emanaba de su cuerpo lo atontó. Su corazón latió más rápido aún, si es que aún podía más, pero notó que el corazón de ella también lo hacía.
- Mejor que nunca. – Le dijo porque así se sentía justo en ese momento. – Gracias, Luci. Gracias por todo. Gracias por ser mi amiga y por reconfortarme. Gracias por cuidar de mi hijo y gracias por iluminar mi vida con tu “luz”.
Luz se sintió feliz pese a todo lo triste de la situación. Adoraba a David, pero sentía que a Gonzalo también y eso le asustó, así que bruscamente se alejó de él y le dio la espalda.
- No hay por qué. Para eso están los amigos. – Le dijo notando cierta decepción en su propia voz.
- Debo irme. Me espera una larga conversación con el pequeño Ewok. Nos vemos. – Gonzalo se fue sintiendo la misma decepción que Luz.
“No importa cuántas veces nos hayamos separado, siempre he odiado cuando te vas”, pensó. - ¡Dios!, creo que mucho Star wars está causando estragos en mi mente …… o tal vez en mi corazón.