Al regresar a Aradia, al primero que vi fue a Lamec, lo divisé caminando por el castillo, se giró en mi dirección y al verme, cerró los ojos y me sonrió. Su cálida sonrisa me reanimó de inmediato, no importaba cuan profundo fuera el sentimiento de vacío que estuviera experimentando en ese momento, la sonrisa de mi querido hermano siempre lograba animarme.
—¿Por qué no vas con él? —Naberius acercó su rostro lentamente hacia el mío—A menos que quieras que te consuele yo
Me sentí muy incómoda y lo empujé suavemente con ambas manos
—¡¿Será que nunca puedes hacer o decir algo en serio?! —le critiqué
El demonio se limitó a pasar la mano derecha por detrás de su cabello, haciendo que este flotara a la par de que él mismo se daba media vuelta y poco a poco se desvanecía en la oscuridad, mientras soltaba su ya conocida carcajada.
La verdad no estaba de ánimo, ni siquiera para estar enfadada, hubiera preferido seguir escuchando las estupideces de Naberius a pensar en el vacío que tenía en mi ser, las dudas sobre si de verdad era suficientemente capaz de llevar a cabo esta tarea, aún si eso significaba sacrificar seres inocentes en el proceso, me carcomían la mente, los rostros de aquellos muchachos que se salvaron de milagro, cuando Johann al enterarse de mi antigua identidad los soltó, la mujer que mató Naberius, personas que no tenían nada que ver con mi venganza, se vieron afectadas, las palabras de mi ayudante retumbaban como ecos en mi cabeza.
“Este y Cassius solo son escorias entre los van Euwen, te irás encontrando con seres cuyos poderes van en ascenso, y no tendrás oportunidad para dudar, así que o endureces tu temple y aprendes que en la guerra mueren inocentes, o no llegarás a tocar si quiera a Roger van Euwen”
Él tenía razón, había adquirido mayor fuerza física y psíquica gracias a mi entrenamiento en Aradia, pero ahora veía que la piedad y la empatía, aquellos sentimientos humanos estaban dentro de mí aún y me estaban retrasando en la meta que deseaba alcanzar. Volví a mirar en la dirección donde estaba mi hermano Lamec, este ya no estaba y desee que no fuera así, más que nunca necesitaba una palabra de aliento y él tenía ese "algo" que con solo mirar el dorado de sus ojos, ya me lograba hacer sentir más calmada.
Me di media vuelta hacia unas montañas que se dibujaban a la distancia y comencé a correr, no se me ocurrió mejor lugar para poder meditar que una cueva en la oscuridad. El tiempo que me tomó escalarlas fue mínimo y encontrar un lugar como el que estaba deseando fue menor aún. Una estrecha y oscura cueva que descendía hacia las entrañas de la misma Aradia, fue el lugar escogido, la tierra, las piedras, todo se dibujaba como si se encontrara uno en un sueño, colores que jamás ningún humano ha visto brillaban en la roca, me sentía deslumbrada por ellos.
Una vez que ya no me fue posible seguir descendiendo por tan larga cueva, encontré una sala que parecía esculpida directamente en la roca, los colores aquí eran aún más vivos, y su diversidad se aumentaba por mucho, las paredes y el suelo mismo estaban tapizadas en brillantes geodas, todo relucía con un resplandor celestial y me hacía sentir mucha paz, por lo cual decidí allí mismo sentarme a reflexionar sobre si debía seguir mi tan deseada venganza, o simplemente olvidarme del asunto, dejar atrás todo lo que tenga que ver con Simone van Euwen y su pasado, para ser simplemente Pandora, la hija de Dissaor y vivir feliz en Aradia. El pecho me dolía, recuerdos dolorosos de mi vida de humana se me vinieron a la mente, aún guardaba en lo más profundo de mi memoria, los días junto a mis padres, aunque el rostro de mi madre se borraba cada día más, el recuerdo de cuando me fue arrebatada en aquel cementerio me quemaba en el pecho, apreté los puños, clavándome las garras en mi propia carne, el dolor y la ira que albergaban en mí eran sentimientos que jamás podría negar, y llegué a pensar en que al vengarme estos se irían, pero me he dado cuenta que mientras más me acerco a los van Euwen, que mi ira en lugar de ahogarse se intensifica, y una sed de destrucción que no tiene sosiego me embarga, estos sentimientos, me instan a continuar sin dejar a ninguno de aquellos bastardos con vida, pero, existen también, personas que se encuentran a su alrededor, seres infortunados que no tienen nada que ver con ellos y que inevitablemente se verán acorralados en una guerra que no es la suya, ¿Cuántos inocentes deberán morir hasta que logre saciar esta sed de venganza?, Y si, ¿Roger van Euwen cae y aún así este odio sigue sin apagarse?
Mi padre Dissaor, me ha repetido hasta el cansancio, que los vampiros no debemos privarnos de nuestras emociones, incluyendo las más oscuras, pues no somos humanos, no nos rige una falsa sensación de culpa, simplemente debemos aceptar lo que somos y abrazarlo, para estar en armonía con nosotros mismos. Pero por alguna razón, yo no puedo abrazar aquella oscuridad, no al menos por completo, me susurra al oído en mis momentos solitarios y se desata como una tempestad cuando estoy sedienta de sangre o en un estado de furia extremo, puedo pretender mantener a salvo a personas que son ajenas a los van Euwen, pero, ¿Qué pasa si soy yo quién pierde el control y asesino a las personas equivocadas?, es agotador, siento como si mi cabeza diera vueltas y vueltas, una y otra vez en la misma posición, nada cambia, y por más que lo pienso, más caigo en esta incertidumbre. Me senté en medio de la sala, en el suelo, cerré los ojos para lograr concentrarme, relajarme, y esclarecer mis dudas, pero era difícil, la culpa por la pobre chica, el miedo de ver a más inocentes morir, las dudas, todo desencadenó una sensación que ya creía olvidada, pude sentir como una lágrima corría por mi rostro, fría y solitaria, necesitaba un abrazo en aquel instante. De pronto, un resplandor comenzó a brillar en frente a mí, un círculo de color verde brillante que se iba agrandando más y más. Me levanté de golpe, sorprendida y sin previo aviso, la luz estalló en un resplandor cegador, levanté mis brazos y los coloqué frente a mis ojos para cubrirlos, pues el destello era tan fuerte que me los lastimaba. Cuando se disipó, no podía creer lo que veía, la silueta del que fue mi padre humano, se dibujaba frente a mí, completamente transparente como aquella vez que se me apareció, cuando Naberius se lo llevó a su mundo.
—Mi bella niña—su voz sonaba lejana y con eco, además se escuchaba triste—¡Al fin he logrado volverte a ver!
Me quedé inmóvil unos momentos, era difícil para mí aceptar el hecho de volverlo a ver.
—¿Pa…pá?—tartamudié aún perdida en mi impresión
—¡Así es, mi amada Simone!—su espíritu pareció llorar, la voz se me quebraba a medida que hablaba—¡He vuelto!
Diciendo esto, estiró los brazos hacia mí, esperando un abrazo, intenté dárselo, pero no era posible, esta vez era un fantasma en el estricto rigor de la palabra, un ser incorpóreo, que no puede tocar ni ser tocado.
—¿Cómo saliste del reino de Naberius?—le interrogué—Creí…que nunca volvería a verte
—Tú me llamaste, mi pequeña niña, sentí tu voz y logré verte dentro de una pequeña partícula de luz, simplemente la abracé y pude salir de esa horrible y eterna oscuridad.
—¿Yo lo hice?—pregunté atónita—¡Jamás pude llamar a un espíritu antes!
—Al parecer, absorbiste la habilidad de Johann sin saberlo, ahora puedes traer a los espíritus para que te ayuden, has avanzado muchísimo mi niñita.
Recordar su muerte, y verlo aquí ahora, incapaz de poder tocarme, de poder vivir una vida como debería haberla tenido, me hizo sentir que le estaba fallando al dudar sobre mi venganza, nuevamente lágrimas comenzaron a caer de mis ojos.
—¿Porqué lloras?—me preguntó—¿Qué es lo que te causa tanta angustia?
Dolía el pecho, podía sentir como la tristeza se desbordaba por todo mi ser, solo estaba mi papá , así que simplemente respiré y lo dejé salir, aquella sensación como si tuviera una piedra en el pecho, poco a poco se desvanecía, conforme las lágrimas caían.
—¡Te he deshonrado papá!—grité afligida, cubriendo mi rostro con mis manos—¡Yo tenía que vengarte, a ti y a mi mamá! Pero, tengo dudas, miedo de lastimar a personas inocentes inevitablemente en esta cruzada.
—Hija mía, yo jamás te pedí que nos vengaras, esa fue una tarea que te colocaste encima de tu espalda. Lo único que yo quiero, es que vivas feliz, que disfrutes esta nueva vida que te han otorgado, no ha cualquiera la dan la oportunidad de desligarse de una familia déspota y psicópata como la mía y de tener tiempo ilimitado para recuperar todo lo que alguna vez te fue arrebatado. Ni yo ni tu madre te pediremos jamás que hagas nada que tú no quieras.
—¿Has visto mamá?
Mi papá cerró los ojos y con tristeza dijo:
—No, en la oscuridad que me encerró Naberius, no me era posible ver nada más que lo que él deseaba mostrarme, al menos podía ver que estabas bien, fuera de eso, todo es oscuridad en aquel sitio.
—¡Castigaré a Naberius por esto!—golpeé el muro con el puño cerrado, haciendo temblar el lugar
—No es necesario, hija mía, pues ya estoy aquí y pese a estar encerrado, al menos siempre pude estar al tanto de ti. En cuanto al asunto que te atormenta, como te he dicho, no temas abandonar la venganza para tomar la oportunidad de llevar una vida tranquila y feliz.
Su semblante comenzó a volverse transparente, estaba desapareciendo, más no sentí tristeza pues sabía que podía llamarle y hablar con él cuando quisiera, ahora que había obtenido esta habilidad.
—¡Gracias Papá!—le sonreí a la par que me despedía moviendo la mano derecha de lado a lado—¡Nos veremos pronto!
—Siempre estaré aquí para ti—su voz resonó aún más lejana antes de apagarse por completo
Sentí paz en mi corazón, tenía carta libre para decidir, ya no me sentía forzada por honor y lealtad a reparar el daño que fue causado a mi familia.
—Eso fue una hermosa reunión
Me di media vuelta asustada, no había sentido la presencia de nadie en varios metros a la redonda, quedé sorprendida al ver a Enoc, con su cálida sonrisa de siempre y con ojos más azules que el mismo cielo.
—¿Enoc?—Estaba confundida—Creí que tú…
—Así es, Pandora, no puedo salir de la habitación en donde se encuentre la piedra a menos que esta sea movida de lugar o…tenga su origen al cual también estoy unido.
—¿Origen?—lo miré confundida
Cerró los ojos y sonrío
—Mira a tu alrededor—señaló hacia las paredes cubiertas de piedras que resplandecían como un bello arco iris
—¡Claro!, la turmalina negra es una piedra, el origen de esa roca está en esta cueva
—¡Así es, mi hermosa sobrinita!, mi hermano Dissaor, sacó de las mismas raíces de Aradia la piedra donde guardó mi esencia, pues aquí es donde se guarda la existencia de cada ser, fue desde este lugar donde él extrajo mi mente, mis recuerdos, mi ser superior al igual que el de todos los hermanos de esta tierra reside en este lugar, no por nada es conocido como el corazón de Aradia, la cuna y eterno descanso donde todos somos uno.
—Ahora lo entiendo, por eso es que desde que entré en este lugar he sentido como si hubiera una gran cantidad de energías, sin pertenecer ninguna de estas a un ser como tal
La presencia de Enoc me hizo recordar, que no solamente peleaba por venganza a los van Euwen, también peleaba por la felicidad de mi padre Dissaor, para que volviera a abrazar a su hermano y perdiera aquella amarga tristeza que lo aquejaba permanentemente.
—Mi niña…
—No digas más—lo interrumpí—Sé que me dirás, pues aunque no leo la mente y tu sí, logro adivinar lo que piensas, que no debo amarrarme en la búsqueda de revivirte, por que no es mi obligación, pero si lo es, yo me comprometí a hacerlo, por mi padre, por ti, nadie me obligó a hacerlo, nadie me lo impuso, yo elijo seguir adelante y cumplir con mi destino.
Enoc bajó la vista por unos minutos, su rostro denotó una gran tristeza, levantó los ojos e intentó sonreír con demasiada dificultad.
—Este viaje te ayudará a despertar tus poderes, a crecer como vampira y a evolucionar en todos los aspectos posibles, solo…te pido que nunca dejes solo a mi hermano—Dicho esto desapareció inmediatamente
Tuve un mal presentimiento, pero preferí no ahondar más en el tema, quizás era que no creía posible su propia resurrección. Pero yo sé que lo conseguiré y que muy pronto, mi padre Dissaor, sonreiría al lado de su querido hermano Enoc