Había logrado disipar, por fin, mis dudas y miedos, protegería a los humanos inocentes, todo lo que pudiera, pero tal cual me había dicho Naberius, no siempre podría salvarlos, y si era necesario sacrificar vidas humanas en favor de conseguir acabar con mis víctimas, pues tendría que ser así.
Por ahora debía concentrarme en buscar información de los siguientes hermanos, Armand y Richard, los gemelos que venían antes de mi padre. Recuerdo haberlos visto por última vez en lo sucedido con mi madre en el cementerio, pero no que estuvieran participando, de todas formas, se regocijaron con el sufrimiento de ella, pudieron haberse negado a seguir el juego, que no tocaran a mi madre y se limitaran a solo mirar no los exonera de su culpa, a mis ojos son tan culpables como los demás y merecen su mismo destino.
—¡Ven Naberius! —llamé a mi demonio acompañante, el cual apareció en el instante delante de mí
—Pandorita, veo que estás decidida a continuar por fin, ya me estaba aburriendo, aunque torturar las almas del inframundo no me molesta—Esbozó una sonrisa malévola, mostrando sus colmillos—¿Detrás de quién iremos ahora?
Ver a Naberius, es para mí un cúmulo de sentimientos encontrados, ahora aún más luego de saber que tuvo a mi padre encerrado. Pero, me es útil, su fuerza, astucia y conocimientos me ayudan muchísimo y cada vez me siento menos incómoda trabajando a su lado. Aunque no puedo olvidar lo que les hizo a mis amigos, y a la pobre gente del pueblo que nada tenía que ver en toda esta historia.
—Cuéntame, ¿Dónde podemos encontrar a Armand y Richard?
—Aww, los gemelitos—exclamó el demonio con una ternura fingida—Pues, ellos viven cerca de donde fuimos por Johann, recuerda, los polluelos jamás dejaron el nido de su papi, solo se esparcieron por los terrenos de la familia.
—Bien, la última vez fuimos sin pensarlo y de sorpresa, esta vez quiero ser más cuidadosa, no deseo que vidas inocentes corran peligro, en lo posible.
El demonio estaba sentado en el aire, flotaba con una pierna sobre la otra, como si estuviera sentado en su trono del inframundo.
—Me parece sabio de tu parte, Pandora, ¿En qué te puedo ayudar entonces? —Naberius se mostraba curioso, era fácil adivinar que su deseo por destruir a los Van Euwen, era enorme.
—¿Puedes convertirte en algún animal que no sea un cuervo? — le pregunté
—Pero, me ofendes con esa pregunta, Pandorita—El Marqués se llevó la mano a la boca e hizo un gesto intentando parecer ofendido—Soy un demonio de un rango nada bajo, tengo la capacidad de convertirme en cualquier criatura que yo desee.
—Ja, ja...no esperaba menos de ti, muy bien, pues conviértete en un animal o insecto que pase lo más desapercibido posible y revisa la casa de esos dos, quiero saber todo, si se encuentran ahí, si tienen trampas, escoltas, pues es obvio que saben y están más que avisados, que a Johann y a Cassius, no los atacó un humano cualquiera.
—Me gusta como piensas las cosas, está bien, iré a revisar como se encuentra la situación, tan solo, no me extrañes mucho
Naberius me lanzó un beso en el aire y guiñándome el ojo se convirtió en un cuervo y desapareció en una nube de humo negra.
Moví la cabeza en señal de negación, ya estaba acostumbrada a sus actitudes extrañas, pero una parte de mí le estaba llegando a tener cariño.
—Tu sirviente es muy efusivo—escuché a mis espaldas
Sonreí, su voz era inconfundible, me giré en la dirección de la que venía la voz con ansias de saludar a mi querido hermano Lamec.
—¡Hermanito! —exclamé llena de júbilo—je, je, sí, es raro, pero cuando le conoces, aprendes a aceptarlo
Lamec se quedó un rato en silencio, simplemente observándome, es difícil no perderse en la bondad y calidez que despiden sus hermosos ojos dorados, pero esta vez, logré ver un velo de tristeza en ellos, preocupación... ¿Quizás?
—¿Te ocurre algo? —pregunté sin pensar si me entrometía en asuntos privados de él
—Sí, me pasa algo, Pandora
De un segundo a otro, me estaba abrazando fuertemente, quise preguntar la razón de ese abrazo, pero algo en mi interior me dijo, que simplemente lo contestara. Pasé mis manos por su espalda, respondiendo a su cálido y apretado abrazo, reposé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos. Pese a que el cuerpo de Lamec no desprende calor como los humanos, su aura estaba llena de calidez y ternura, nos quedamos así, abrazados sin mediar palabra alguna de por medio, creo que ninguno de los dos se dio cuenta de cuan largo fue. Como en sincronía, nos separamos al unísono, nos miramos fijamente a los ojos, como inmersos en un trance hipnótico, entonces él rompió el silencio.
—Me preocupas, Pandora, quisiera poder ayudarte en tu tarea, no denigro tus aptitudes, se perfectamente que puedes llevar a cabo la misión que te colocaste en tu vida, pero, me preocupas, deseo que me permitas acompañarte junto a Naberius en tus próximas misiones
Sentí en mi pecho una profunda admiración hacia él, pese a todo lo que tenía que hacer en Aradia, gobernar, hacer de mediador, ayudar y atender asuntos de su propia existencia, aun así quería dedicar parte de su tiempo en acompañarme y protegerme.
—Pues, yo no tengo problema, es más, me encantaría contar con tu presencia Lamec, pero ¿Qué dirá nuestro padre de eso?
—¿A qué te refieres? —me preguntó
—Pues, están tus deberes como gobernante de Aradia, eres parte del consejo y ayudas a las criaturas a solucionar sus problemas, además comandas las expediciones al mundo humano para alimentar a todos los que aquí viven, ¿No crees que, por acompañarme, puedas tener problemas con él y descuides tus tareas?
—Lo he pensado—asintió cabizbajo—pero, no deseo quedarme acá de brazos cruzados sin ayudarte en nada, es por esto por lo que he decidido que te acompañaré, aunque no necesites mi ayuda, y solo sea observando.
Le sonreí, no había palabras de agradecimiento que pudieran describir el cómo me sentía, pensé en alguna forma de que él pudiera ayudarme sin tener que salir y dejar sus tareas en Aradia, entonces recordé.