Omega

Capítulo 4 |Verde|

Era de noche. Desde donde me encontraba solo podía ver la luz de la luna, y gracias a ella supe que me encontraba en un bosque. Caminé sin rumbo, sin saber qué hacía allí ni de qué se trataba todo esto. Una ráfaga de aire frío me golpeó, arrastrando a su paso varias hojas y haciendo mecer a los árboles como si estos mismos tuvieran vida. Sin embargo, no me desanimé en ningún momento; no tenía miedo, sino más bien curiosidad por todo.

Cerca, escuché la voz de una mujer que discutía con alguien más y traté de seguir el ruido, pero justo frente a mí apareció aquella mujer de entre los árboles, caminando, seguida de un hombre, quienes ni siquiera me vieron a pesar de que estaban frente a mí. Era como si yo fuera invisible para ellos.

Era hermosa, fue lo primero que pensé de ella; medía aproximadamente 1.60 metros, tenía unos ojos verdes intensos e iba vestida de gala con un vestido color vino que le acentuaba perfectamente el cuerpo. Detrás de ella, él la seguía con preocupación, intentando detenerla. La diferencia de estatura era evidente; él bien podía atraparla y hacerla callar con un movimiento, sin embargo, no la forzó a nada, solo esperó las palabras de la mujer. Eran pareja, no me cabía duda.

¿Qué era todo esto? ¿Es que acaso estaba soñando? ¿Por qué sentía tanto frío? Froté mis brazos, intentando apaciguar el frío, y miré a varios lados mientras aquella pareja seguía discutiendo.

—¡No pienso esconderme! —gritó ella con visible enojo, dándole la espalda al hombre de traje con quien discutía—. No tengo miedo de defender lo que es mío, y no quiero esto para él; no lo merece. Yo me encargaré de todo.

Seguido de sus palabras, ella se transformó en una loba grande gris y cuando volteó la vista hacia el hombre, sus ojos brillaron; eran ojos plateados. La loba le movió la cabeza al hombre, quien no despegaba su vista de la pequeña barriga de la loba.

—Tú estás... —Sin embargo, la voz del hombre se quedó ahogada cuando la loba gruñó para interrumpirlo, y de nuevo le movió la cabeza, invitándolo a seguirla. El hombre sonrió y se transformó en un lobo café más grande que ella; sus ojos brillaron con intensidad también. Y ambos pares de ojos plateados desaparecieron corriendo en el denso bosque.

Se veían imponentes, no eran cualquier pareja, estaba claro. ¿Pero quiénes eran entonces?

Escuché que golpearon la puerta y desperté asustada, con mi corazón latiendo a mil, empapada en sudor y con una sensación rara en mí. Miré a mi lado buscando mi teléfono y vi la hora. Faltaba solo una hora para que el baile comenzara.

—Todo fue un sueño —susurré para mí misma, y acto seguido, la puerta volvió a sonar.

—¿Sí?—pregunté alzando la voz lo suficientemente fuerte para que quien fuera que estuviera del otro lado de la puerta, me escuchara.

—Señorita Brander, hemos venido a ver si ocupa ayuda para arreglarse. El baile es en una hora y ya tiene que estar lista.

—Estoy bien —dije y enseguida me metí a la ducha.

Había cierto encanto en mi habitación, no me quejaba, era grande, bien iluminada y estaba lo suficientemente lejos de las demás habitaciones como para descansar tranquila.

Había un ventanal grande desde el piso hasta el techo y me daba una vista perfecta al bosque.

En cuanto pisé el cuarto y vi la cama, no pude evitar acostarme y fue ahí que me quedé dormida. Era de esperarse, tenía cansancio acumulado debido a los recientes acontecimientos, sin embargo, me seguía sintiendo inquieta.

Quizás esa sensación se quedaría conmigo por el resto de mi vida.

Cuando salí de la ducha, suspiré y busqué en el armario algo para ponerme. Sorprendentemente, un vestido verde hermoso me esperaba ahí y el armario estaba lleno de otro tipo de ropa, lo que me indicaba que ya habían preparado todo para mi llegada.

Cuando pensé en eso, de repente me entraron náuseas; esto solo me indicaba que estaba prevista mi llegada independientemente de mi decisión o de lo que yo quisiera realmente.

No perdí más tiempo, me apresuré a vestirme, me puse unas zapatillas, acomodé mi cabello desordenado en un moño, tomé una cartera y antes de salir me miré al espejo. Mi reflejo pareció sonreírme; el verde del vestido resaltaba mis ojos y mi cabello rojizo combinaba a la perfección con todo. Insisto en que en cualquier otra situación, perfectamente hubiera disfrutado del momento.

Mi puerta volvió a sonar.

—Adelante —respondí aún mirándome al espejo.

Derek apareció del otro lado y me sonrió.

—Te ves muy linda —dijo con respeto y yo le ofrecí una sonrisa a medias. No respondí; en su lugar, solo caminé a donde estaba él y lo tomé del brazo para que me guiara a mi próximo sufrimiento.

Empezaba a oscurecer y, por las ventanas, podía ver que diferentes carros estaban llegando mientras un montón de caras desconocidas bajaban y caminaban con dirección al palacio. La entrada principal pronto se vio casi llena. La temática que se había escogido era la naturaleza, así que los trajes se veían de vívidos colores.

Derek llevaba puesto un esmoquin negro, nada fuera de lo normal. Incluso me decepcioné un poco. Esperaba algo más de su parte.

Entramos sin prisa al enorme salón, donde un gran cúmulo de gente ya estaba riendo, tomando y charlando. El ambiente ya era notable.

—Prepárate, Nor. Viene aquí el Alpha Thomas con su Luna Sicilia, manada del sol—me susurró Derek en cuanto una pareja de aproximadamente 40 años cada uno venía a nosotros.

—Alpha, Luna —saludó Derek e hizo una pequeña reverencia que yo seguí. La pareja nos sonrió haciendo lo mismo.

—Pero qué encantadora mujer tienes a tu lado, Derek, ¿es tu mate? —habló el Alpha y mi corazón de repente palpitó demasiado.

"No, no somos mates", dije en mi mente.

—Así es, ¿verdad que es hermosa, Alpha? En cuanto la vi, quedé atrapado en su mirada —respondió Derek y yo casi volteo a verlo incrédula.

Estaba actuando demasiado bien.




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