Mis sentidos se agudizaron. La vista, el olfato, el oído, el tacto, todo lo podía sentir al doble. Era como si una cortina invisible hubiera sido retirada, permitiéndome percibir el mundo con una claridad y una intensidad nuevas. Podía escuchar el murmullo de las hojas al ser acariciadas por el viento, el crujido distante de las ramas siendo golpeadas bajo el peso de los otros lobos. Los olores se volvieron más vívidos y distinguibles: la tierra húmeda, el aroma de las flores cercanas, incluso el rastro tenue de otros animales en el bosque y los de mis propios colegas.
Mi cuerpo también había cambiado. Sentía la fuerza y la agilidad recorriendo cada músculo, listos para ser utilizados en cualquier momento. Podía sentir el suelo bajo mis patas, cada piedra, cada raíz, como si fuera una extensión de mi propio ser. Mi pelaje, suave pero resistente, se erizaba con cada brisa, respondiendo a estímulos que antes pasaban desapercibidos.
Me había convertido en loba, abrazando una parte de mí misma que siempre había estado latente. Cada fibra de mi ser vibraba con esta nueva realidad, una mezcla de libertad y poder que siempre que me transformaba, experimentaba.
Derek corría a mi lado, atento y con los sentidos a mil, igual que yo. De pronto, los dos nos detuvimos cuando vimos las huellas de un ciervo.
Nos miramos, una comunicación silenciosa y profunda. Con un leve movimiento de cabeza, Derek me indicó que tomaríamos posiciones estratégicas. Él se movería por la izquierda, yo por la derecha, rodeando al ciervo para atraparlo en medio de nuestro ataque coordinado.
Comencé a avanzar sigilosamente entre la maleza, cada paso calculado para no hacer ruido. Sentía el latido de mi corazón sincronizado con el de la naturaleza a mi alrededor. Podía oler al ciervo, su aroma era fuerte y fresco, y seguí su rastro con precisión.
A medida que nos acercábamos, el aire se cargaba de tensión. Podía escuchar el leve crujido de las ramas bajo las patas de Derek mientras avanzaba en paralelo a mí. Finalmente, avistamos al ciervo: un majestuoso ejemplar, ajeno a nuestra presencia, pastando tranquilamente en el claro del bosque.
Me agazapé, manteniendo mi cuerpo bajo y mis músculos tensos, listos para el ataque. Derek hizo lo mismo desde su posición. Con un intercambio de miradas a lo lejos, supe que era el momento. Derek fue el primero en lanzarse, rompiendo la calma del claro con una velocidad asombrosa. El ciervo, alarmado, levantó la cabeza y empezó a correr, pero ya era demasiado tarde.
Yo salí de mi escondite, corriendo con toda mi fuerza para interceptar su ruta de escape. Mis patas golpeaban el suelo con fuerza, y cada zancada me acercaba más al ciervo. Derek lo mantenía desviado hacia mí, y justo cuando el ciervo intentó cambiar de dirección, salté.
El impacto fue brutal pero controlado. Mis colmillos se clavaron en el flanco del ciervo, y con un movimiento decidido, lo derribé. Derek llegó inmediatamente para asegurar la presa, y entre los dos, inmovilizamos al ciervo.
El ciervo, agotado y herido, dejó de luchar. Supe que nuestra caza había sido exitosa. Derek y yo nos miramos, compartiendo un momento de triunfo silencioso. Habíamos trabajado juntos como una unidad, nuestros instintos y habilidades en perfecta armonía.
Derek tomó al ciervo con su hocico y me hizo un movimiento con la cabeza, indicando que él lo llevaría al principio para que fuera contabilizado y se fue, dejándome sola en el bosque, esperando.
Agradecí un momento a solas, ahora que estaba así, en mi forma de loba, me di cuenta de cuánto extrañaba sentirme así. Había reprimido mucho tiempo a mi loba a causa de mi trabajo sin prestar tanta atención en lo que ella me pedía.
Me senté y volteé a ver la luna. Estaba en su etapa menguante y se veía hermosa.
Cerré los ojos y disfruté del silencio de la noche, de seguro los participantes estaban en otros lados del bosque y quizás Derek tardaría un poco en llegar de nuevo.
Fue entonces cuando escuché un sonido a lo lejos, el crujir de ramas y el suave aullido de otro lobo. Abrí los ojos y mis orejas se levantaron, atentas. No estaba tan sola como creía.
Escuché pisadas, y deduje que se trataba de al menos 3 lobos más a mi alrededor.
Me levanté, mis músculos estaban tensos y listos para lo que pudiera venir. Al principio creí que los lobos estaban cazando igual que yo, pero por sus movimientos, algo me decía que venía un peligro latente.
Sentí una presencia detrás de mí y me giré rápidamente, solo para encontrarme cara a cara con un par de ojos brillantes y feroces.
El primer lobo atacó sin previo aviso, lanzándose hacia mí con los colmillos descubiertos. Salté hacia un lado, esquivando el ataque por poco, pero no tuve tiempo de recuperar el aliento antes de que el segundo lobo me embistiera desde el otro lado. Rodamos por el suelo, una maraña de furia y pelaje. Sentí sus garras rasgar mi costado, un dolor agudo que me sacó un gruñido.
Los otros lobos se unieron al ataque, rodeándome. Estaba en desventaja, pero no iba a rendirme sin pelear. Solté un aullido feroz, dejando salir toda la fuerza de mi loba interior. Con un impulso de energía, me levanté y enfrenté a mis atacantes.
Mordí y arañé con todo mi poder, luchando por mantenerme de pie. Los lobos eran fuertes y coordinados, pero yo también tenía mis habilidades. Logré derribar a uno, pero los otros dos se abalanzaron sobre mí. Sentí sus mordiscos en mi cuello y patas.
Con cada segundo que pasaba, ellos me hacían más daño. La sangre caliente corrió en mi cuerpo y manchó mi pelaje blanco. En ese momento, los lobos parecían no rendirse, quisieron volver a embestirme, lo vi en sus ojos mientras yo luchaba por mantenerme en pie.
Respiré hondo, estaba muy asustada y confundida por lo que estaba pasando hasta que de pronto, un lobo enorme y negro me los quitó de encima antes de que pudieran hacerme algo más.
Él, peleó con agilidad, su tamaño le permitió derrotar a los tres lobos sin sudar.
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Editado: 18.09.2024