Respiré hondo, cargada de frustración, mientras llevaba mis dedos al puente de la nariz. Sentía el peso del mundo sobre mis hombros, una presión que no parecía tener fin. Cada día era un nuevo desafío, un problema más que añadir a la lista interminable que me mantenía despierta por las noches. Sentía cómo mis problemas crecían más y más, a pasos agigantados, sin darme un respiro.
—¿Quién demonios te lo dijo? —pregunté a mi amiga, con la voz cargada de incredulidad y un toque de desesperación. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Toda la manada lo sabe —respondió—. Hoy temprano lo anunció el Alpha, y sabes que la voz se corre rápido. No pasó ni una hora antes de que todos estuvieran hablando de eso.
Sentí un nudo formarse en mi estómago, apretando con fuerza. La idea de que mi vida privada, mis secretos, fueran el tema de conversación de todos me revolvía el estómago.
—No puede ser... —murmuré, más para mí misma que para mi amiga, mientras trataba de asimilar lo que me acababa de decir.
Las mentiras se hacían cada vez más grandes y sabía que en algún momento tendría que afrontarlas.
—Mika, esto... es muy complicado, no estoy...
Las palabras se quedaron suspendidas en el aire cuando escuché que tocaron mi puerta. Separé un poco mi teléfono del oído mientras prestaba atención a la puerta.
—Señorita Eleonor, la esperan para desayunar —anunció una voz femenina.
Me recorrió un escalofrío en la espalda; solo el cielo sabía lo que me esperaba al enfrentar de nuevo al Alpha Leonard.
—Tengo que irme, Mika —dije en un susurro, con la ansiedad mordiendo mis entrañas—. Hablaremos después.
Corté la llamada y me levanté de la cama, cada movimiento cargado de una pesadez que no podía sacudirme. Me dirigí al espejo y me miré un momento, intentando poner en orden mis emociones. Mi reflejo me devolvió la mirada con ojos cargados de dudas, pero también de una determinación que me sorprendió. No podía permitirme mostrar debilidad, no ahora. El Alpha Leonard era un hombre astuto, y cualquier señal de vulnerabilidad podría ser utilizada en mi contra.
Respiré hondo nuevamente, intentando calmar la tormenta que se agitaba dentro de mí. Sabía que este no era el momento para dejarme llevar por el pánico, aunque todo en mí gritaba lo contrario. Mientras ajustaba mi vestido, intenté recordar los consejos de mi madre: "La clave está en mantener la compostura, Eleonor. No dejes que vean tus debilidades, porque las usarán contra ti". Sus palabras resonaban en mi cabeza como un mantra, y aunque ya no estuviera aquí para guiarme, sentía su presencia a mi lado.
Salí de mi habitación con paso firme, aunque por dentro me sentía como si estuviera caminando hacia mi propia ejecución. Los pasillos del complejo eran silenciosos, casi demasiado para mi gusto, pero sabía que esto solo significaba una cosa: todos ya estaban en el comedor, esperando mi llegada. Tomé una última respiración profunda antes de abrir la gran puerta de madera que me llevaría al interior del salón.
El sonido de las conversaciones se detuvo abruptamente al cruzar el umbral. Sentí cómo todos los ojos se posaron sobre mí, evaluando cada uno de mis movimientos. Sin embargo, mi mirada se fijó directamente en la figura dominante que estaba sentada al final de la larga mesa de roble: el Alpha Leonard. Su presencia era imponente, casi sofocante. Tenía esa extraña habilidad de llenar la habitación con una energía que podía hacerme temblar instantáneamente.
—Eleonor —dijo Leonard con una voz que no dejaba lugar a ninguna duda sobre quién tenía el control en esa sala—, toma asiento.
Me pareció muy extraño ver a Beth ahí. Sentía que llevaba años sin verla después de que la atendí en el hospital y comenzó mi desgracia. Derek también estaba ahí, esperándome, con serenidad en la cara.
—Me alegra mucho ver a la Luna aquí con nosotros —fue lo primero que comenté mientras me deslizaba a un lado de Derek y veía cómo todos empezaban a desayunar.
—No es para menos, ¡mi nuera está embarazada! Es una ocasión especial que tenemos que celebrar.
Una punzada atravesó mi pecho cuando el Alpha mencionó el embarazo ficticio. Sin embargo, reuní todo mi interior para actuar de manera normal.
—Estoy muy emocionada por mi embarazo... —Estamos —corregí para incluir a Derek.
El Alpha Leonard esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos, una expresión cargada de orgullo y algo más, algo que no pude identificar en ese momento.
—Así se habla, Eleonor. Este es un momento crucial para todos nosotros —dijo Leonard.
Derek, a mi lado, sostuvo mi mano debajo de la mesa; sus dedos fríos se entrelazaron con los míos en lo que pretendía ser un gesto de apoyo.
—Es un gran honor para mí y para nuestra familia —respondió Derek con voz calmada, casi demasiado controlada—. No puedo esperar para recibir a nuestro hijo.
Las palabras de Derek resonaron en mi mente como un eco vacío. La mentira que habíamos comenzado a tejer juntos se estaba volviendo cada vez más densa, y sentí que me estaba envolviendo como una red de la que no podría escapar. El nudo en mi estómago se apretó con más fuerza, y tuve que luchar contra el impulso de soltar su mano y alejarme de esa farsa.
—Y será un hijo fuerte —agregó Beth, en un tono más cálido de lo que esperaba—. Uno digno del linaje de esta manada.
Sus ojos se posaron en mí, cargados de expectativas. Era evidente que la Luna veía en mí a la futura madre del heredero que garantizaría la continuidad de su familia. No podía dejar de preguntarme si ella estaba tan ajena a la verdad como aparentaba, o si estaba participando en esta mascarada con la misma destreza que su esposo y su hijo.
Intenté mantener una sonrisa serena mientras asentía en agradecimiento, pero por dentro sentía como si un abismo se abriera bajo mis pies. La presión era sofocante, y la idea de traer un niño a este mundo, aunque fuese solo una mentira, hacía que mi pecho se apretara con un dolor casi físico.
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Editado: 18.09.2024