El aire en la habitación se detuvo, como si el mundo mismo contuviera el aliento ante mi desafío. Mi corazón latía con tanta fuerza que sentí que podría estallar en cualquier momento, pero mantuve la sonrisa en mis labios, una expresión pequeña pero cargada de una determinación que ni siquiera sabía que poseía. El Alpha Leonard, sorprendido por mi respuesta, entrecerró los ojos, su expresión fría se tensó levemente, como si no estuviera seguro de haber escuchado correctamente.
Derek, a mi lado, se movió ligeramente, pero no dijo nada. Su rostro permaneció imperturbable, aunque sus ojos revelaban una mezcla de alarma y desesperación. Sabía que esta no era la reacción que él esperaba, que mi negativa lo colocaba en una posición extremadamente peligrosa. Pero en ese momento, no me importaba.
El Alpha dio un paso hacia mí, su presencia imponente llenando la habitación con una fuerza sofocante. Su mirada penetrante se clavó en la mía, buscando cualquier signo de debilidad, pero me negué a apartar la vista, manteniéndome firme a pesar del miedo que amenazaba con paralizarme.
—¿Qué dijiste? —su voz resonó en el silencio como un trueno distante, su tono impregnado de incredulidad y una creciente ira.
Sentí cómo mis piernas temblaban, pero no dejé que eso me derrotara. Sabía que al decir esa sola palabra, había cruzado una línea que no podía desandar. Pero también sabía que había llegado al límite, que no podía seguir permitiendo que me controlaran, que me aplastaran con su poder.
Además, tenía una ventaja que iba a usar a mi favor.
—Dije "no" —repetí, mi voz sonó más fuerte de lo que me esperaba—. No me voy a desnudar frente a todos.
El silencio que siguió a mis palabras fue aplastante, tan denso que podía sentirlo presionando contra mi pecho. Leonard permaneció inmóvil por un segundo eterno, sus ojos dorados brillando con una mezcla de rabia contenida y asombro. Nadie, nunca, le había desafiado de esa manera, estaba segura. Su autoridad era absoluta, inquebrantable, y mi desafío no solo lo había tomado por sorpresa, sino que lo había herido en su orgullo más profundo.
Los demás en la habitación apenas se atrevían a respirar, como si mi acto de rebeldía los hubiera convertido en estatuas, congelados por el temor a las represalias del Alpha. Derek, aunque permanecía a mi lado, parecía haberse convertido en una sombra, invisible para Leonard en ese momento. Sus ojos continuaban fijos en los míos, como si estuviera esperando que cediera, que rompiera el contacto visual, cualquier señal de rendición.
Pero no lo hice.
Leonard dio un paso más, su mano extendida hacia mí, no como una caricia, sino como una amenaza. Podía sentir el calor de su piel antes incluso de que me tocara, y mi cuerpo entero se tensó en respuesta, anticipando el golpe que no llegó. En su lugar, dejó caer su brazo y cerró el puño con fuerza. Su mandíbula se apretó mientras me miraba como si estuviera evaluando la mejor manera de castigarme sin comprometer su propio poder.
—Tienes agallas, Eleonor —murmuró con una sonrisa cruel que nunca llegó a sus ojos—. Pero no confundas coraje con estupidez.
Derek se movió entonces, un paso al frente, como si finalmente decidiera intervenir. Sus ojos se encontraron brevemente con los míos, un destello de advertencia, pero también algo más. Algo que me pedía paciencia, que no lo empujara más allá del límite, sin embargo, pareció arrepentirse porque se quedó callado y en su lugar, esta vez fue el doctor quién rompió el silencio.
—Alpha Leonard, no creo que esto sea necesario —dijo el doctor con voz tranquila, aunque se notaba la tensión en cada palabra—. Eleonor está bajo mucho estrés. Todos lo estamos. Tal vez sería mejor si...
—¡Silencio! —rugió Leonard, su mirada volviéndose hacia el doctor. Su voz retumbó como una sentencia de muerte, y el doctor dio un paso atrás, inclinado la cabeza en sumisión, aunque el esfuerzo por mantener la calma se veía en cada músculo de su cuerpo.
Entonces, la atención de Leonard volvió a mí, y su expresión cambió, transformándose en una máscara de calculadora frialdad. Lo que vino después fue aún más aterrador que su ira.
—Estás jugando un juego muy peligroso, Eleonor. Quizás piensas que tu... estado te hace intocable —dijo, refiriéndose al embarazo falso con una dureza gélida—. Pero no te equivoques. Ese "no" que acabas de pronunciar puede costarte más de lo que crees.
Sentí que mis manos temblaban ligeramente, pero las escondí detrás de mi espalda, negándome a mostrarle cualquier indicio de miedo. Había anticipado que mencionaría el embarazo, pero incluso así, sus palabras me perforaron como un cuchillo. Sabía que estaba acorralada, que mi única arma era ese engaño, y que solo podía sostenerme en esa mentira por un tiempo limitado.
—Es mi cuerpo —contesté, con la voz apenas más que un susurro, pero lo suficientemente firme para que me escuchara—. Y no me desnudaré para satisfacer tu capricho, Alpha. Ni hoy ni nunca.
Los ojos de Leonard se entrecerraron, y por un segundo, el aire en la habitación se sintió tan pesado que pensé que iba a colapsar bajo su presión. Pero él no se movió, ni me atacó. En cambio, soltó una carcajada baja, casi inaudible, como si mi pequeña rebelión le resultara una broma personal.
—Derek, controla a tu prometida —dijo finalmente, con desdén—. Porque la próxima vez, no seré tan... comprensivo.
Derek asintió rápidamente, como si esas palabras fueran una señal de alivio. Pero no lo eran para mí. Sabía que esto no había terminado, que simplemente había pospuesto el inevitable enfrentamiento. Y cuando Leonard abandonó la habitación, llevándose con él la opresiva atmósfera, sentí que mis rodillas finalmente cedían, aunque no dejé que nadie lo notara.
Derek se acercó a mí, susurrando con voz tensa.
—¿Qué demonios crees que haces, Eleonor? —preguntó, su tono una mezcla de desesperación y frustración contenida—. No puedes seguir desafiándolo así. Nos estás poniendo en peligro a los dos.
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Editado: 18.09.2024