Stefan Well
-¿Como pudo hacerlo? -abrí mis ojos tras escuchar estás palabras. -¡SE AL EJÉRCITO! Se fue maldición.
Me tense luego de escuchar estás palabras, y al mismo tiempo negué con la cabeza.
Me apresure a salir de la cama y en ese instante algo calló al suelo. Fruncí mi seño al ver unas pilas de cartas en el suelo.
Me agaché para tomarla en mis manos y al ver una de ella enarque una ceja: Onceava razón para odiarte.
¿De qué se trataba todo esto?
Abrí la primera carta y al leer el contenido mi estomago se revolvió. El malestar siguió hasta tener la onceava carta en mis manos.
Leí esa última razón y en esta ocasión mi corazón dolió, sentí como algo dentro de mi se rompía.
Te odio y me odio por enamorarme de ti, de quién no merece mi amor.
Te odio, por irrumpir en mi corazón.
No...
Ella no puede marcharse. No.
Me encaminé hacia la puerta de mi habitación con paso rápido, porque tengo que comprobar con mis propios ojos que ella no esté aquí.
Tengo que comprobar con mis iris que ella se marchó lejos de mi.
Cuando salí al corredor camine de prisa hasta la habitación que Mikaela ocupa. Tomé el pomo de esta entre mis manos y tras un largo suspiro abrí la gran puerta de roble.
Entre a la habitación y trágicamente pude comprobar lo que el padre de ella había dicho.
Mikaela se había marchó lejos de todos, se había ido al ejército.
Caí de rodillas en medio de la habitación y varias lágrimas salieron de mis ojos.
Estoy consiente de que yo me comporte con ella como un desalmado, me burle de sus desgracias e incluso jugué con ella. Pero todo esto lo hacía por una sola razón. Para incubrir las Once razones para amarla.
Ahora que ella se fue, ¿qué será de mi?, ¿Qué será de este hombre que la quiere con locura?
¿Qué será de las once razones que tengo para amarla?
¿Se quedarán sin respuesta?
Editado: 10.10.2023