Once upon a time in a cafe (libro #1))

Capítulo 3 : Coincidencias macabras

 

En el momento que llegué a la puerta de "Clensy's" pude ver a través del gran ventanal que lo decoraba, la rubia cabellera de mi amiga, atada en un cola de caballo.

Mil veces había intentado deshacerse de ese estilo, lo llevó durante toda la escuela, literalmente desde que la conozco, durante un tiempo lo dejó de lado, pero desde que Ariana Grande puso de moda esto de nuevo, ella tomo su banda para el pelo y lo acomodó nuevamente en su lugar.

Me senté frente a ella, y posiblemente se hubiese fijado en que mis uñas no combinaban con mi ropa hoy, pero estaba tan enfrascada en una revista para novias que no notó mi presencia hasta que carraspee, logrando que dejará de leer el artículo sobre las 10 cosas imprescindibles para llevar en la luna de miel.

De las dos Madeleine siempre había sido la más enamoradiza, la que siempre había confiado en el talento de cupido.

Yo en mi lugar, siempre había desconfiado de ese maldito ángel que se suponía que manejaba la vida amorosa de todo el mundo. Y conmigo no había hecho un muy buen trabajo.

Había tenido demasiados desastres amorosos, casi tantos como con mi vida universitaria. Habían tenido en mi vida a Jack, a Pete, Román y Bill, pero nunca habíamos sido capaces de superar los 3 meses de relación. Tarde o temprano ellos se cansaban de mí o yo de ellos.

Mis horarios se interferían entre ellos, sus trabajos no eran compatibles con sus trabajos y haber decidido salir con un hombre casado había sido la peor decisión que había tomado en mi vida.

Pero nadie me quitaba los maravillosos momentos que había pasado junto a Bill. Me preguntaba si ya había tenido el valor suficiente para poder firmar los papeles de divorcio. Una parte de mí deseaba que así fuera y esperaba que volviera conmigo.

Pero aquello no sucedería.

En cambio Madeleine era mucho más inteligente a la hora de elegir a los hombres. Enamoradiza sí, pero sabía bien con quien sí, con quien no y con quien a veces. Y esta vez con Kent había dado en el clavo. Y no podía estar más feliz por ella.

—Creo que no hace falta que le hagas caso a lo que una tonta revista para novias diga. Sigue tu instinto

—Llegaste—dijo con esa gran sonrisa que la caracterizaba— Lo siento, estaba tan metida en esto que perdí la noción del tiempo y el espacio, aquí.

Tomé la carta que tenía frente a mí, solamente para repasar las opciones. Veníamos a este lugar desde hacía unos 10 años, era nuestro lugar, todas las personas que aquí trabajaban nos conocían y como es de esperar veíamos algunas caras conocidas de personas que venían a hacer lo mismo que nosotras.

—Yo creo que lo que tienes que hacer es seguir tu instinto—repetí.

—No lo sé. La revista del mes pasado tenía razón sobre las flores y la del mes anterior sobre los sobres de las invitaciones. ¿Cierto?—me miró con cara de borreguito.

Meneé mi cabeza para eliminar cualquier comentario sobre su forma de tomar las decisiones sobre su boda. Decisiones para las que el flamante novio no tenía ni voz ni voto. Como en cualquier boda.

—Haz lo que tu corazón mande—apoyé mi mano sobre la suya— ¿Estás lista para ordenar?

—Más lista que nunca. Después de todo vine aquí por los chismes, y no los soportaré sin una buena taza de café y una porción de esa tarta de oreos que estoy viendo con el rabillo del ojo. Después de todo, este será uno de los últimos permitidos que tendré hasta la prueba final del vestido.

—Claro, la prueba del vestido—me detuve al ver su cara de fastidio al darse cuenta de que había olvidado la fecha.

—Este jueves, Olivia.

—La fastidie, ¿verdad?

—No te llamo Olivia por ninguna razón en especial. Si lo hice es porque de verdad algo mal hiciste.

—Lo siento, lo siento –dije arrepentida haciendo un puchero.

—Solo te lo perdonaré si tú invitas esto.

—Trato hecho—dije sonriendo.

Cuando nuestro café humeante estuvo frente a nosotras y el tenedor quedó clavado en la porción de tarta de oreos que teníamos ahí, me di cuenta de que ya no podía alargar más la cosa.

—Bien, desembucha lo que me tienes que contar. Para que me trajiste aquí.

Tomé una gran respiración, tiré mi pelo hacia atrás, para darle un toque de dramatismo a la situación, y la miré a los ojos.

Sus cállate iban aumentando a cada segundo que pasaba, igual que sus expresiones. Ella, a diferencia de mí si recordaba a William. Demasiado bien y según ella, él tenía una especie de encaprichamiento adolescente conmigo, o esos rumores corrían por ahí, solamente que nunca les presté atención , por estar dándosela a la persona incorrecta. Y ahora no sabía cómo haría para verlo de nuevo a los ojos.

—Y luego me ayudó cuando me realicé un corte en mi frente—dije señalando la bandita que estaba ahí como un recordatorio viviente de mi descoordinación de movimientos.

—Vaya que caballero.

—De los que ya no se ven—blinqué mis ojos.

—Brindemos porque estás cada vez más cerca de ser una poderosa empresaria del mejor café que haya visto esta ciudad—hizo una pausa—Y porque William entró y lleva 10 minutos mirándote desde la barra.

 



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En el texto hay: diversion, romance, amor

Editado: 23.05.2020

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