Nota del gato que escribe:
La siguiente historia es un bonus de 3 partes por haber llegado a los 10 capítulos.
Tiene relación con la historia principal pero está enfocado desde el punto de vista de Ezreal.
Omake es el termino para llamar a un regalo suplementario, en occidente, es un extra.
Sinopsis: Antes de los sucesos en One LIttle Bite, Ezreal viajó a Jonia durante el Festival de la Flor espiritual para reunirse con su viejo amigo y mentor el profesor Rubrick. Sin imaginar que en esa tierra un espíritu ha estado aguardando pacientemente su regreso.
¿Podrán el espíritu y Ezreal llegar a un acuerdo?
¿Será cierto que la ausencia agranda el anhelo del corazón?
¿Cuál es el límite entre la vida y la muerte para amar a alguien?
—Ahora que has vuelto, por favor, cásate conmigo y conviértete en la madre de mis amados hijos—le susurró de manera suplicante el espectro que lo mantenía envuelto entre sus brazos. Su voz reverberante parecía resonar dentro de su cabeza ocupando todos sus pensamientos dificultando su habilidad para idear un plan para escapar en el nuevo embrollo en el que se había metido.
¿Por qué siempre que se sentía triste iba y cometía alguna tontería? Bueno, la respuesta era sencilla, cuando se sentía mal nunca pensaba las cosas y todo se resumía a que era Ezreal, simplemente él hecho de ser él. Se regañó así mismo aunque carecía de importancia, había terminado siendo capturado por aquel espíritu de tez morado y máscara dorada. Le pareció vagamente familiar y trató de hacer uso de todas sus neuronas para recordar dónde lo había visto o leído sobre él pero la repentina somnolencia que lo atacó sumado a la voz del espectro le hacía difícil poder aclarar su mente.
—Creo que me estás confundiendo con alguien más, puedes ver claramente que soy un hombre. No puedo ser la “madre” de tus hijos…—Fue lo último quedijo Ezreal antes de caer inconsciente en los brazos del espectro, quien lo levantó para acunarlo en su pecho.
—Jamás podría confundirte con alguien más, nunca podría olvidar a mi hermosa prometida—le susurró el espectro y se quitó la máscara que tenía sobre su rostro para depositar un pequeño beso en la mejilla del chico. —Había estado tan solo, esperando tu regreso, Ezreal.—
Los recuerdos más felices de su niñez eran los que tenían que ver con las historias de los viajes de sus padres. Ellos viajaban por toda Runaterra buscando objetos antiguos y valiosos que vendían o integraban a su propia colección personal cuando no terminaban en el museo de su tío. Ezreal creció rodeado de historias cargadas de magia, aventuras y peligros, con batallas contra criaturas inusuales y desconocidas por lo que no fue raro que el chico creciera con una poderosa curiosidad, una mente ágil y una actitud algo insolente al ser el único hijo de una pareja de mercaderes aventureros. El chico era demasiado perspicaz a su corta edad y por supuesto, el tesoro más valioso de sus padres.
Sucedió un día hace mucho tiempo, su familia fue invitada a cenar con un Lord que vivía en Jonia para negociar el trato sobre un extraño espejo que podía revelar la muerte de la persona que se reflejaban en él. Ezreal que estaba demasiado curioso por conocer el rural continente, le suplicó a sus padres que le permitieran ir con ellos, argumentando que solo irían a Jonia y no a una peligrosa excavación a Shurima, por lo que no correría ningún peligro si los esperaba de manera paciente en su cuarto de hotel.
Sus padres no creyeron que fuera conveniente llevar a su pequeño hijo, sin embargo la insistencia de Ezreal y él poco tiempo que pasaban con él, los hizo sentir culpables y al final, accedieron pero con ciertas condiciones.
— ¿No puedo ir a la cena con ustedes? ¿Me tendré que quedar en el hotel?— preguntó decepcionado un joven Ezreal haciendo una cara de puchero.
—Me temó que si cariño, la cena es bastante tarde y pasa de tu hora de dormir— le explicó su madre mientras se veía en el espejo de la habitación donde estaban hospedado, había comprado un hermoso vestido para la ocasión y revisaba que le entallara adecuadamente.
—Pero mamá...— volvió a quejarse y su madre se hinco frente a él para acariciar su rostro.
—Prometiste obedecer si te traíamos, además no quiero que nadie robé mi amado tesoro— le dijo depositando un beso sobre su frente.
—Está bien— accedió el chico a regañadientes con sus mejillas teñidas de rojo. Siempre que su madre lo halagaba le era imposible desobedecerla.
—La vastaya que trabaja para Lord Alkos nos hará favor de cuidarte y quiero que seas amable con ella—le informó su madre.
— ¡¿Una vastaya?! ¡¿Una verdadera vastaya?!— exclamó sorprendido como si fuera la cosa más impresionante del mundo y sus ojos irradiaron de curiosidad. Había leído sobre aquellos seres pero jamás había visto ninguno de cerca, sabía que los había de muchos tipos y que incluso algunos tenían características humanas. En Piltover no había tenido la oportunidad de ver ninguno y la razón era porque en la ciudad del progreso, la magia salvaje que ellos necesitaban para vivir no era especialmente fuerte. Por lo cual los vastaya preferían vivir en zonas rurales o en zonas ocultas donde los humanos no pudieran molestarlos.