Luis mira su cuerpo inerte, ya sabía que tarde o temprano esto tendría que pasar, su corazón no soportó más y sin más se detuvo, no siente arrepentimiento o alguna clase de dolor emocional, sabe que su vida fue bastante buena y nada más le queda esperar ver qué sigue después de su muerte.
Mira a su alrededor, pero no hay luces, caminos, ángeles, demonios ya de perdida, los paramédicos han llegado pero solo colocan su cuerpo en una camilla y lo meten a la ambulancia, eso es todo, la gente que comenzaba a arremolinarse en torno a su cuerpo sigue su camino comentando un poco, pero después todo sigue igual, de pronto alguien toca su hombro, un hombre alto con un traje blanco, parece demasiado ordinario, tal vez su única peculiaridad es la mirada llena de paz que muestra.
—Ya es tiempo, sígueme —le dice a Luis con una melodiosa voz.
—¿Eres la muerte? —pregunta lleno de asombro Luis.
—No —responde el hombre.
—¿Mi ángel guardián?
—No.
—¿Un demonio? —continúa interrogando poniendo cara de preocupación.
—No y antes de que preguntes otra cosa, he de decirte que yo le doy el encuentro solo a aquellos que son especiales, el resto vagan por muchos lugares antes de encontrarme, así que alégrate de que esté aquí contigo. Acompáñame para llevarte al lugar donde espera tu final.
Ambos comienzan a caminar durante algunos minutos por la acera como si de un paseo se tratase, ninguno habla, sin embargo en el momento en el que Luis va a decir algo el hombre se le adelanta y comenta.
—A ustedes los humanos les encanta dividir todo en bueno y malo, luz y oscuridad, dios y satanás, pero la verdad de este plano existencial es muy distinta, mira, tu esperabas toda una parafernalia de eventos que los de tú clase predican a todos los vientos, pero al contrario de esa creencia estamos aquí solo caminando, no más, primer error, ustedes preconciben cosas de las que no tienen pruebas y tal vez jamás la tendrán hasta llegar a este momento. Segundo, tú me ves con esta forma porque es la única forma que crees puedo tener, pero ¿si fueras un caballo cómo crees que me verías? ¿Cómo un jinete? o ¿Cómo otro caballo? segundo error, su ego es tan grande que solo pueden creer que lo superior a ustedes debe ser igual a ustedes. Por último ¿Por qué piensan que parásitos como ustedes merecen una recompensa?
En ese instante en el piso se forma un agujero del que salen todo tipo de lamentos, el hombre empuja a Luis quien cae sin remedio mientras observa cómo el ser se despide de él moviendo en actitud burlona su mano.
—¡No te sientas mal, no son el único desperdicio del universo que tengo que depositar aquí! —es lo último que Luis escucha antes de que la abertura se cierre y la eterna caída comience.