Entre todo el movimiento antes y luego de saber aquello, Raphael se hallaba más que exaltado. Los cabellos rubios y despeinados caían sobre su rostro, cubriendo parte de esos ojos rojos que, de por sí, se veían irritados. Quienes lo observaban tratando desesperadamente de abrir una puerta hacia la otra dimensión, veían en él una imagen que nunca antes, una expresión más que entristecida, nerviosa. Parecía que una sombra había oscurecido su mente, impidiéndole pensar en otra cosa o concentrarse en lo que hacía. Liam y Opal se acercaron para intentar calmarlo. Hay quién no quiera admitirlo, pero un par insignificante de lágrimas brotaron de esos ojos tristes y cansados, justo cuando menos lo veían, tratando de mantener la imagen y compostura. Solo cuando logró olvidar por unos instantes esa idea que le nublaba la mente, consiguió abrir dicho pasaje. Al cruzarlo, aparecerían a mitad del espacio, por lo que creyeron conveniente el atravesar esta abertura dentro de su nave, esa que lograron traer desde tan lejos mediante un viejo sistema que la dirigía nuevamente a su hogar. Esta puerta era, en realidad, como una grieta en el espacio y quién sabe si también el tiempo, por lo que aun abierto en el suelo, este alcanzaría la altura que ellos necesitaban. Se dirigieron sin más a la máquina voladora, guardada para entonces debajo de donde estaban parados, con entrada en algún pasadizo secreto dentro del castillo que solo las dueñas conocían. Cuando ya estuvieron dentro, se embarcaron hacia el interior de la grieta, aquella comenzaba a cerrarse, por lo que era inestable. Era el universo tratando de tapar la falla, el tiempo no sobraba. La nave se adentró, de esta manera, en el portal ínter-dimensional. Fue cuestión de que esa delgada membrana, tal cual campo magnético, alcanzara a las gemelas para que ambas fuesen arrastradas a un torbellino de fotogramas en sus propias mentes. Podría decirse que el cambio de dimensión les llevó a tener una visión al mismo tiempo, similar una de otra. Tras calmarse la tormenta de imágenes, quedó fija en sus mentes una en particular. Vieron una gema, brillante y de apariencia cristalina, flotando en la misma nada. Opal pudo ver un zafiro estrella, negro, con pequeños haces de luz, al igual que uno de sus ópalos. Rose observó otro zafiro, esta vez azul intenso y resplandeciente. Tras volver a la realidad se vieron una a la otra, preguntándose cada cual si es que su hermana había visto lo mismo que ella segundos atrás.
—Rose...
—Creo que sí, también pude verlo.
—¿Tú qué piensas?, ¿es ese tipo de gema?
—Podría ser la de Raph-... —No alcanzó a completar su nombre, dado a que una pequeña sacudida de esa nave las llevó a chocarse apenas entre sí. Pero ni bien parte de sus cuerpos estuvieron en contacto, otra visión más completa las cegó de su entorno real.
Esta vez no veían una gema, sino dos, las dos. Ambas giraban una alrededor de la otra, y desprendían una luz tan cegadora que, si no se viera de cerca, confundirías fácilmente con estrellas. Terminaron de reconocer dicha escena y en solo unos segundos más, se alejaron brutalmente de su objetivo visual, notando algo que las dejó aún más perplejas. Se trataba de un sistema planetario girando en torno a ellas como si fuesen realmente estrellas binarias. Lo que tarda uno en parpadear, luego de comprender la situación, les tomó volver a la realidad. Rapha y Liam les hacían gestos frente a los ojos tratando de descubrir si reaccionaban, ellas se recompusieron haciendo que ellos se alejaran un poco. Entonces estaban seguras, habían visto la misma escena, la misma imagen. Y esa era, de las tres, la más certera.
—Muchacho, ¿dónde? —La voz de Nathan los distrajo, impidiendo que interrogaran a las chicas. Derek le ayudaba a pilotar la nave de este dúo.
—Sigue hasta el cinturón de asteroides, busca en el radar las Estrellas Hermanas y ve de camino hacia el último astro de su sistema planetario, entonces continúas sin cambiar el rumbo por un largo rato, el planeta al que vamos aparecerá adelante.
—Qué bien lo conoces... —comentó Derek irónicamente.
—Hice este camino durante toda mi vida.
Silencio, todos volvieron a acomodarse. Luego de un buen rato, y de murmurar algo al oído de su hermana, Rose se dirigió hacia la pequeña cabina desde donde manejaban la nave. Se paró detrás de Nathan, pasó uno de sus brazos sobre sus hombros, y lo abrazó de manera que no le impidiera seguir navegando. Tal vez a él se le formara una pequeña sonrisa en el rostro, ella le plantó un beso por encima de la cabeza, su copiloto los veía de reojo. Luego volvió la vista hacia delante, con una sonrisa y riendo para sí, era una de las cosas que esa escena podía provocarle a cualquiera de los demás.
—¿Quién es el chico, Rose? —susurró el que había sido su pareja, intentando no ser oído por Raphael.
—Tu yerno. —Tan tranquila lo dijo, con tal calma en los sonidos que emitía, que hizo a ambos abrir del todo los ojos por el asombro ante dicha respuesta—. Me contó que llevan varias décadas juntos, él es de una especie algo rara de humano, a la que suelen llamar «mutante». Dudan que tenga vida eterna pero sí una muy prolongada, envejece lentamente, y es a su vez una mezcla con algún tipo de animal que habita en su planeta. Podría decirse que posee las habilidades de esa criatura, sumado a su temita de la edad.
—¿En qué momento hablaron de eso?
—Bueno, no me lo contó como contar con palabras...
—Leíste su mente, claro. Había olvidado ese detalle —respondió Derek, de forma que pudiera ser útil para contestar su propia pregunta—. ¿Algo más que debamos o... podamos, saber de mi sobrinito?
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Editado: 18.07.2021