Opal & Rose: The Lost Child // #o&r2

Capítulo XI

  Pasó la noche, por fin varios en ese castillo pudieron descansar. Cuando, por la mañana, Zay despertó y la tensión acumulada comenzó a aliviarse. Él y Raphael pudieron tener su momento a solas, en que el nacido allí le contó todo lo que había pasado: por qué lo habían secuestrado, las verdaderas intenciones del Coronel y toda la verdad tras él. Se mantuvieron un par de horas poniéndose al tanto de todo lo ocurrido, mientras Opal cuidaba a Evolet. Quien, en realidad, seguía dormida. El resto de la familia se encontraba comiendo algo en la cocina.

—¿Se quedarán unos días al menos?

—Sí, al menos una semana. —Nath apoyó su mejilla en la palma de una mano, con el codo contra la mesa—. Hasta que las cosas estén tranquilas del todo, pasar un tiempo con Rapha, conocer a su familia, ya sabes.

—Nos gustaría volver para el nacimiento, pero habrá que ver —mencionó Liam.

—Ahora me gustaría que ustedes dos —señaló entonces a sus cuñados—, le dieran un recorrido a Zay por el lugar, Raphy ya me dijo que más tarde iría con Opal.

—Y mientras, ustedes resuelven sus «asuntos».

  El rubio rió ante el comentario de su hermano, él observaba al dúo restante con una sonrisa algo maliciosa. Nathan negó con gracia, mordiendo su labio inferior mientras giraba de un lado a otro la cabeza. Rose tal vez se sonrojara un poco, haciéndoles creer que Derek había acertado. Entonces los muchachos cerraron la boca. Algún rato después, Rapha le sugirió a Zay ir con sus tíos a recorrer el lugar, lo que le tomaría varios días. Él aprovecharía para cuidar a Evie junto a Opal. Al chico le pareció una gran idea, había algo en ese nuevo planeta que le llamaba mucho la atención. Pronto volvieron a separarse, al tiempo que la ex pareja se dedicaba un momento para arreglar lo que pasaría entre ellos. Los chicos se propusieron recorrer el castillo a lo último, por lo que empezaron en el bosque, contándole al más nuevo sus historias y aventuras, así como advirtiendo -para asustarlo- sobre sus suegros.

  Casi al mismo tiempo, Raphael llegaba donde la futura madre dormía plácidamente y, su acompañante, leía conmovida y por tercera vez «Alicia en el país de las maravillas». Al notarlo, su sobrino se acercó en silencio, sentándose frente a ella, separados por la cama donde Evolet descansaba. Se mantuvo en ese sitio, observándola leer entre murmullos, un rato lo bastante largo para entender que ella estaba totalmente ensimismada. Como ya se dijo, estuvieron así un buen tiempo, y hubiesen seguido incluso por un par de horas más si Opal no hubiese comenzado a pensar. Sucede que detuvo sin más la lectura, cerrando los ojos mientras suspiraba. Tras abrirlos nuevamente, elevó la mirada, hallando frente a sí al chico sonriente.

—¡Raph! Me asustaste... ¿cuánto tiempo llevas aquí?

—Unas veinte o treinta páginas, ¿seguías donde nos quedamos o me parece?

—«¿En qué se parece un cuervo a un escritorio? » . —Sonrió, llevando a que la sonrisa de Rapha se agrandara—. No volví a tocarlo desde que te fuiste hasta, bueno... ahora.

—Es un lindo detalle, pero me inquieta más saber por qué te detuviste.

  Ella guardó silencio, como si dudara por un momento el confesarle a su sobrino lo que él preguntaba. Sus mejillas enrojecieron ligeramente, por ende, Raphael se hizo una ligera idea de lo que le impedía hablar sobre ello.

—Si no quieres decirlo...

—No, en realidad —tomó aire, viéndolo a los ojos—, creo que debería hablarlo con alguien.

—Te escucho, entonces.

  Opal respiró hondo, juntando valor para decir las palabras que en su mente estaban tan claras. Finalmente, pareció que iba a hablar.

—Pasa que, mientras leía, recordé algo. No tenía nada que ver con el libro o la frase que me hizo pensar en ello, pero me ayudó a entender que... bueno, estoy muy enamorada.

—Porque haciendo cualquier otra cosa, te acordaste de él. —Ella asintió, logrando que el chico volviera a sonreír—. ¿Puedo preguntar quién es?

—Tu tío...

—¿Derek? —preguntó algo asombrado al oírla, pero no tanto, dado a que tenía varias sospechas al respecto. Volvió a asentir, confirmando aquella hipótesis—. ¿Y no se lo has dicho?

—Claramente no.

—Pues deberías

  Mientras ellos discutían sobre los sentimientos de Opal, su causante caminaba junto Liam y Zay a través del bosque. Llevaba varios minutos sin hacer alguna acotación hilarante o comentar con gracia las explicaciones de carácter serio que intentaba dar su hermano, y es que oía algo extraño en ese bosque normalmente silencioso. El muchacho de cabellos fucsia oía atentamente los comentarios de su «nuevo tío» sobre plantas comestibles y venenosas, comparándolas cómicamente con las gemelas.

—¿Sabes? En este planeta las cosas siempre intentan confundirte, es así que el fruto más delicioso es idéntico al de peor veneno. Casi como si Opal y Rose se volvieran bayas.

—Amigo, si te oyeran... —mencionó Derek, antes de reír, al igual que los dos restantes—. Fuera de las moras hermanas, ¿no oyen algo así como agua?

—En realidad, no —confesó Zay.

—Yo tampoco, seguro es el cansancio, deberías descansar un rato.




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