Operación: Tráfico de almas (al más allá)

Capítulo VI

Y aquel miércoles ella todavía se fue movilizando en algunas diligencias en la capital de Cochabamba, hasta media tarde; al ser ya las tres de la tarde, es cuando consigue boleto para viajar a Oruro; para llegar aproximadamente a las siete de la noche. Sin embargo, aquel viaje demora y, se alargan las horas, porque justo esa tarde sucede un congestionamiento vehicular en plena carretera, tal embotellamiento se descontrola, porque se presentó algún derrumbe en plena cumbre, que obstaculiza el libre tránsito vehicular. Por tal causa, llega a Oruro tipo 10 de la noche. Llega allá, siente mucho frío, y se va a un hotel a descansar el resto de la noche, para continuar recién al día siguiente a la ciudad de Llallagua, que no era más de dos horas de viaje.

—Te dije que vinieras abrigada —Entonces le exhorté.

—Es verdad —me contestó. Y me mandó emoticones de caritas tristes—. Solo quería darte una sorpresa con mi vestuario, por eso me puse mi mejor vestido, amor, para ser tu dama de honor en tu actividad. Quería verte sonreír, verte feliz.

—Como ya estás en Oruro, puedes remediar la situación y, cambiar tu vestuario, ponte pantalón y chaqueta.

—¿Crees que me quede?

—Claro, si sabes combinar colores y estilos con tu piel.

—Gracias por el consejo, amor mío, eso haré entonces; mañana te sorprenderé con mi mejor vestuario invernal.

—Buenas noches, descansa.

—Tú también, descansa, amor.

Y aquella noche pasó, fría, oscuridad sin vida.

Las actividades literarias desarrolladas el primer día fue exitoso, en el que compartí con quienes gustaban de mi producción literaria, a la par de colegas escritores que comentaban sobre los acontecimientos más recientes en cuestión a literatura se refería. Aquellos días también sería motivo para que mi persona se despidiera de mis colegas, porque mis planes de abandonar el país seguían en pie. Muchos de ellos estaban enterados de mi determinación.

Aquella mañana del jueves 7 de septiembre, Clara decide familiarizarse con la ciudad de Oruro, por cual sindéresis, va a caminar por alguna de sus calles y plazas; muchos lugares fueron su espacio de atracción, llamaron su atención, al punto que se olvidó de las horas y, ya una vez más el sol se disponía a descansar en poniente. Es cuando ella busca pasaje para continuar con el viaje a Llallagua, encuentra uno para las ocho de la noche, su llegada sería al promediar las diez de la noche, muy tarde para ir a esperarla.

Aquella tarde mis colegas comentan acerca de mis determinaciones, algunos sorprendidos, otros augurándome éxitos.

—Así que te casas y te vas del país, felicidades, amigo.

—Es verdad, compañero, me voy del país a alcanzar mi sueño. Ya que se me presentó la oportunidad, no puedo perder.

—Al parecer te casas con una extranjera, si no me es equívoco lo que sé.

—Correcto, una colombiana que conquistó mi corazón.

—Y ya no estarás con nosotros —Tras un suspiro, tristemente comentó mi colega—. Nos dejas para siempre, qué pena.

—Al parecer, así será —asentí con la cabeza baja—. Esta actividad es la última de la cual participo, y me despido de ustedes que fueron mis buenos amigos; la siguiente semana me voy.

—Ni modo, amigo, te deseo felicidad, y no dejes de seguir escribiendo, es algo que llevamos en la sangre —dijo otro de mis colegas—. Es el don que poseemos.

—Efectivamente, nada ni nadie podrá quitarme este talento, seguiré escribiendo hasta el día que esté en el lecho de mi muerte.

Ella continuó con el viaje aquella noche, consigo traía muchas sorpresas, además de haberle pedido que si fuera tan amable de traérmelo un par de manzanas verdes y un puñado de frutilla, las que me antojaba en aquellos días.

Viernes 8 de septiembre, las actividades continuaban en su tercer día. Ella llegó a Llallagua noche anterior muy tarde, y, aquella mañana aún descansaba por tener días presionados. Mi deseo fue ir a desayunar con ella antes que empezara las actividades programadas para aquel día. Mas no supe en qué hotel descansaba; no vino a mi encuentro, porque preparaba una gran sorpresa para mí. Yo solo esperaba por mis manzanas verdes y las frutillas, sin embargo, ella preparaba una sorpresa mejor. La sorpresa de haber decidido casarse conmigo en los próximos días y retornar a Colombia casados. Un matrimonio íntimo. Para lo cual, caminaba en diligencias de hacer confeccionar un hermoso vestido color rosa, además de un traje espectacular para mí, conociendo mis medidas a detalle, en un color azul marino, que combine perfectamente con su vestido rosa.

Por eso no tenía tiempo para venir a verme; aunque ya sabía dónde estuve, en qué lugar específicamente de la Plaza de Armas donde se llevaba el evento. Yo le insistí en reiteradas oportunidades que viniera donde estuve, para poder dedicarle un poema en público, presentarle a mis colegas escritores que tanto preguntaban por ella. Pero ella, no tenía tiempo para venir, porque además había solicitado el envío de las rosas más hermosas del mundo que solo existía en la República del Ecuador, rosas en color negro, además de blancas y rojas intensas. La llegada de aquellas rosas no tardaría más de dos días en un expreso especial para que no se dañaran. Además de escoger el lugar de nuestra boda que puso a mi disposición. Yo escogí la ciudad de Tarija, por ser la ciudad más hermosa del país de acuerdo a mi percepción, porque ahí además se producen las mejores uvas y vinos de Latinoamérica, y con lo que a mí me encanta el vino, quise que la boda se celebre con vino. Ella accedió a mi deseo.



#8983 en Thriller
#3558 en Suspenso

En el texto hay: terror, enseanza, trago

Editado: 17.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.