Despierto y veo con más claridad,
es porque la luz regresó a mis ojos,
y mi corazón rebosa de felicidad,
cuando a lo lejos veo colores rojos.
Cae la tarde y, con ella
otra vez mi estado emocional.
Cae la tarde y, con ella
se atenúa mi mirada, inexistencial.
Y es porque una vez más la luz
para mis ojos se alejó.
Y al final del día, aquella luz
para mis ojos se apagó.
Y con ello, la ilusión de ver
un nuevo amanecer en mí murió.
¿Para qué existo a ver?
Si todo es distinto de lo que creí.
Es con mente fría que decidí,
acortar las horas para mí.
Sé que no estarás de acuerdo,
pero contigo no concuerdo.
¿Para qué existo,
si ya soy un muerto viviente?
Todos me miran, nadie me ve,
todos me chocan, nadie me siente.
¿Para qué existo,
si nadie entiende lo que siento?
Ya alguien dijo anticipado,
que cuando estás atrapado,
El suicidio no se elige, eso debes recordar;
sucede cuando el dolor que sentimos,
es mayor que nuestros recursos para afrontar.
No es tu culpa, ni la del mundo en que vivimos.
La tristeza me embarga,
no quiero ser para nadie carga;
tarde o temprano tenía que morir,
nada más tras esta vida sentir;
deseo, mi muerte ponga fin a todo.
Entiendo, no es él, el problema,
comprendo, no es ella, el dilema;
el del conflicto siempre fui yo
con el cual hasta mi ilusión cayó.
Por eso, mis cosas en orden dejo,
sé que con esto a nadie aquejo;
por última vez me veo en el espejo,
para irme en paz sin grabar reflejo.
Sé que leerás mi testimonio,
lo cuantas veces luché con el demonio;
pero el dolor no pude superar,
por eso decidí este accionar.
Salir de aquel laberinto no podía,
por eso, penar en mi alma sentía,
al saber que para mí en mí ya no existía,
sino, para aquella sombra
que de mí en bohemio convertía,
por ello, poco a poco me moría.
Adiós, adiós te digo,
de mi muerte tú eres testigo;
aunque no eres de ella responsable,
gracias por leerme, por ser conmigo amable.