Esto no es una confesión, es un testimonio.
Hoy el mundo nos ve como monstruos y en el futuro nos verán como demonios.
Dejamos a nuestras familias y seres queridos atrás.
Porque tenemos fe, de ser capaces de hacer algo.
Tenemos fe, de que un mundo perfecto es posible.
Tenemos fe, de que la humanidad es redimible y siempre renacerá de las cenizas, más fuerte que nunca.
Pero para que haya cenizas primero debe haber fuego.
—Yublan J. Jaeger.
Egipto año 2011...
Las dunas del Sahara, un infierno infinito carente de vida y lleno de dolor, únicamente arena hasta donde la vista alcanzaba.
Manejando sobre ella una camioneta se podía ver, no era del gobierno ni particularmente llamativa y su destino un punto sin vida del desierto donde un humano había puesto un pie en décadas.
En un instante la camioneta se detiene abruptamente, de ella se baja un hombre anciano con el rostro cubierto y seis hombres fuertemente armados de la parte posterior del camión, mientras el conductor se preparaba para irse rápidamente de ahí.
—Esto es lo más lejos que podré llevarlos —afirma el conductor —Más allá de este punto es territorio prohibido, tierra de los dioses, volveré a este lugar al anochecer, pero mi consejo, no siga más adelante.
—Lo entendemos, le aseguro que estaremos aquí presentes a la hora acordada —responde el anciano.
—Les deseo suerte...
Con velocidad el conductor se alejó mientras el grupo ingresaba en la zona prohibida.
Las horas pasaban y tras cada paso el sol ardía más, pero a pesar de eso el grupo seguía adelante más lamentablemente no se encontraban solos.
La arena a su alrededor empezaba a moverse de un lado a otro como si algo invisible la estuviese barriendo desde la superficie.
—Ya debemos estar cerca —señala el anciano —Según el diario de Van Helsing la entrada a la ciudad debería estar al cruzar esa duna.
El anciano se voltea para señalar al lugar dándose cuenta de algo curioso, de los seis hombres que lo acompañaban uno había desaparecido.
A través del viento el sonido de un inquietante masticar se daba a relucir, mientras simultáneamente sobre uno de los hombres caían gotas de lo que parecía ser sangre.
Lentamente y con pavor levantaron la mirada mientras sobre el cielo se manifestaba una extraña criatura de forma esférica y con una larga mandíbula donde su compañera se encontraba situada haciendo un intento por gritar por ayuda antes de ser tragada viva.
Tras cerrar sus fauces la criatura se camuflo en el aire…
—Todo mundo dispérsese.... —grita uno de los uniformados quien repentinamente nota una sustancia como la seda pegándose a su brazo y su pierna.
En un instante el hombre es levantado por los aires mientras dos de las criaturas esféricas deshacen su camuflaje, peleándose por su presa hasta por fin partirlo en dos y devorarlo.
—¡Que nadie se mueva! —grita otro de los agentes.
En ese instante no lo imaginaban, pero ya habían ingresado en territorio prohibido y cientos si no es que miles de hilos de seda finos casi invisibles los rodeaban.
Al mismo tiempo que desde la distancia, más allá de un velo invisible una criatura aún más monstruosa los observaba con sus penetrantes ojos color esmeralda.
Espacio aéreo de la selva indonésica, año 2035…
El sonido del motor de un avión retumbaba en el cielo oculto en los truenos de una tormenta eléctrica que azotaba la selva.
Conforme el avión se acercaba a su objetivo, en la zona de carga 18 soldados de diferentes naciones y etnias se preparaban para saltar mientras una voz se escucha en sus receptores.
—Esta guerra ha llegado demasiado lejos, países enteros están siendo diezmados mientras el avance del cuerpo Surtrista sigue arrasando con las naciones libres del mundo; al abrirse estas puertas caerán a una muerte segura, pero incluso si llegan a sobrevivir solo les esperará un infierno; desconocemos los números y la capacidad armamentística del enemigo, pero nuestros satélites lograron divisar parte de su espacio aéreo, aterrizaran en un área no poblada y se infiltraran entre las filas Surtristas con el equipo del que han sido provistos hasta recibir nuevas instrucciones, entendido.
—¡Señor sí señor!!! —gritan al unísono.
—Esta noche no veo soldados, veo héroes que serán recordados en la historia por ayudar a dar un giro a esta devastadora guerra.
Las puertas del avión de transporte se abren revelando dos aviones más tras ellos sobrevolando la tormenta; Y liberando un grito de coraje los hombres y mujeres que abordaban el avión saltan hacia el vacío.
El aire era helado conforme caían a la velocidad de una bala rompiendo la barrera del sonido, cruzando a través de los mortales relámpagos de la tormenta.