Orion

capitulo 4

❝ H U M A N A 

ANDY VÁZQUEZ

¿Que tipo de humano llama despectivamente "humano" a otro?
Ni que fuese un marciano.

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Enarqué una ceja cuando escuché aquello y me incliné hacia el chico inclinando la cabeza hacia su dirección.

—¿Orión? —repetí esperando una corrección por parte del platinado.

El tipo asintió serio y negándose a mirarme a los ojos.

¿Ahora se quería hacer el desentendido?

¡Cariño, tengo la tarea más difícil!

¡Ni siquiera el juego de "adivina quién" era tan difícil como hablar contigo!

Es que me estresaba su actitud. Pero vamos Andy, relájate, que el chico no anda en sus cinco sentidos.

Desconfiaba, no encontraba una pizca de credibilidad en sus palabras, tal vez y éste estaba mintiendo.

Pero, si me pagasen un centavo por cada vez que conociese a alguien llamado Orión, eso llevaría ahorrado... un miserable centavo.

Había escuchado tantos nombres extraños a lo largo de mi corta vida, pero nunca uno como Orión, y menos en un pueblo tan pequeño como Riverhoock.

Sabía que aquel nombre era el nombre puesto a una famosa constelación, vamos, que no estaba tan estúpida. Esto lo sabía de ley, puesto a que en mi primer año de High School, había tenido como tarea exponer un tema de libre elección para la clase de debate... Y también porque era una fanática de Harry Potter y amaba con el alma a Sirius Orión Black, mi merodeador favorito.

Si, tenía mi lado fangirl, y me daba pena aceptarlo.

Aun así, ¿quién demonios le pondría un nombre a su hijo con el cual podían molestarle llamándole o poniéndole como apodo orines?

Si, solo los padres de dicho chico.

Asentí y bajé mi rostro en semblante pensativo, para seguir atendiendo las heridas del tal Orión.

Por más que traté de hacer memoria y recordar a alguien con dicho nombre, mi duda no se respondía.

¿Por qué se me hacía tan familiar su rostro? ¿de dónde lo conocía y por qué no podía recordarlo?

Orión, mi nueva incógnita y sin ejercicios para poder resolverlo como problema de matemáticas.

Sin dudas era peor que una ecuación matemática.

—¿De dónde eres, Orión? —pregunté dubitativa.

Quería coserme la boca en ese mismo instante.

Las palabras se salían de mi boca sin esfuerzo de mis labios, tanto que parecía igual o peor que una vecina chismosa metidísima en el chisme mañanero.

—Ohm, jamás te había visto —añadí con torpeza para no parecer tan metiche—. ¿Tienes familia aquí? —pregunte mirándole a los ojos e inclinándome hacia él, tratando de presionarle para que hablase.

Cielos, si es que a veces me odio por ser tan poco considerada.

Pero si, necesitaba saberlo, más que nada para ayudarlo a volver a su casa. Claro, si es que el chico se había perdido o algo por el estilo.

Orión no respondió nada, simplemente bajo su mirada mientras acariciaba las puntas de sus dedos con lentitud. Parecía cuestionarse algo con sumo cuidado. Finalmente, soltó todo el aire acumulado y me miro a los ojos.

—No soy de aquí.

Bien, esperaba algo más concreto que un simple "no soy de aquí".

¡Cariño, es obvio que no eres de aquí!

Era evidente que el chico no era de aquí, se notaba por su físico y su extraña manera de hablar que era tan, serena y tan pausada que me estresaba. Además de parecer un ser primitivo por su escaso, seco y repetitivo diccionario vocal.

Tal vez era tímido el chico y por ello hablaba de dicha manera.

En fin, aunque también me jode el sentir que ya lo conozco.

—¿Entonces eres de otra ciudad? —volví a preguntar—. ¿De cuál?

Orión frunció ambas cejas, como si hubiese respondido tan exactamente, pero yo no entendía la simplicidad de ello por más obvio que fuese.

—No, no soy de aquí —repitió con serenidad.

Cielos, chico, ¿podrías ser más claro, por favor?

Pensé detenidamente por unos segundos para luego mirarlo a los ojos con semblante extrañado y preguntar nuevamente:

—¿Entonces eres de otro país?

Orión negó con la cabeza y apretó sus labios y miró a todas partes. Como buscando en el aire una respuesta certera.

Esto no ayudaba.

O él hablaba, o seguiríamos quedando en las mismas.

Mi inquietud subió más por el incómodo silencio que provocaba Orión.

—¿De dónde eres? —pregunté babélica.

Orión calló por unos segundos. Parecía tener una guerra interna entre hablar o callar, mentir o decir la verdad.

¿Qué tan difícil podría estar su caso?

No entendía a lo que el chico quería llegar, ¿por qué le era difícil a él explicar de dónde era? Solo con una palabra podía responder a mi pregunta, pero el chico parecía tener problemas con tan simple trabajo.

Me estaba desesperando horrible y ya tenía ganas de golpearlo.

Contrólate, Andy.

—¿Entonces...? —insistí presionando al chico para que me respondiese.

Orión me miro a los ojos con firmeza, como si pudiese leerme con solo hacerlo. Oprimió sus ojos como si se estuviese reprendiendo internamente de algo, y soltando un frustrado suspiro, se dejó caer en su lugar para decir:

—No soy de este planeta... —contestó finalmente.




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