Adalet
Tuvieron que pasar más de veinte años para saber la verdad.
¿Qué había hecho para merecer algo como esto?
—Adalet hija. -me seque las lagrimas al escuchar la voz de mi padre. —No me gusta verte de esa manera, hija.
Levanté mis ojos hacia él.
—No puedo evitarlo papá. La necesito aquí conmigo, necesito abrazarla, necesito... tantas cosas que no puedo soportar llorar.
Mi padre sin pensarlo me dio un caluroso abrazó.
—La traeré de regreso a tí, Adalet. Los traeré de regreso.
Me quedé en silencio por un momento. Y mi padre aprovecho esto para dejar un beso en mi coronilla.
—Papá, yo...
—Se que quieres que él regrese hija, no me lo puedes negar. Se que es así.
—Para que negarlo padre.... -hice una pausa corta. —Lo quiero como el primer día. Lo amo con todo el corazón. Nunca he dejado de amarlo.
Confesé después de todo esté tiempo, y tras hacerlo me sentí libre.
—Lo sé hija, lo sé.
Abracé a mi padre con fuerza y él lo hizo con la misma intensidad.
—Traelos de regreso papá. Por favor acaba con esta agonía. Por favor.
Le pedí y él asintió.
—Los traeré de regreso a tí, hija.
Mi padre deshizo su abrazo al escuchar la voz de uno de sus hombres de confianza.
—No puede entrar. ¿Es que no ha escuchado? ¡Lárguese de aquí...!
—¿Qué sucede papá? -pregunte y mi padre se encogió de hombros.
—No se hija pero iré a investigar. -inquirió mientras caminaba hacia la puerta de la sala de estar.
—¡Quedes quieto...! No se lo diré más.
Por curiosidad me levanté del sofá, me seque las lagrimas y seguí los pasos de mi padre.
—¡Adrir! -me detuve abruptamente luego de escuchar el nombre de mi padre.
Es él. Sin duda alguna es él. Ángel. El amor de mi vida.
—¡¡Quedese donde está, no lo volveré a repetiré !!
La voz de Marco fue opacada por el sonido de un disparó.
Abrí mis ojos como platos y sin pensarlo empecé a correr.
Ángel. Mi ángel.
No puedo volver a perderlo nuevamente.
Mi corazón latía desenfrenadamente mientras corría. Y ¿como no tener ese ritmo cuando él esta en peligro?
En el momento en que me coloque en el umbral de la puerta, mis ojos lo buscaron entre los hombres.
Y mi aliento se cortó tras reconocer al hombre que quiero.
—Ángel -susurre para mí misma.
Y sin pensarlo mucho corrí hacia él.
Todos los presentes giraron sobres sus pies para verme.
Y pues él... Ángel, abrió sus ojos como platos y se pasó la mano por el rostro.
—Ángel.... -dije cuándo estuve casi al frente de él.
—Adalet. -respondió entre cortado y sin dejar de mirarme.
—Hija.... -gire mi cabeza hacia mi padre, y le di un gran sonrisa.
Por fin tenía al hombre que amo delante de mi. Por fin lo volvía a ver.
Abrí mis brazos y acorté la distancia que me separa de Ángel, lo abracé con fuerza y él correspondió a mi gesto.
—Estas viva, Adalet. Estás viva. -inquirió Ángel sin dejar de abrazarme. —Pense que te había perdido para siempre, mi amor.
—Nunca me perderás Ángel, nunca.. -susurre en su oído. Y él se encargó de abrazarme con bastante fuerza.
—Adalet, nuestra hija.... -murmuro él.
—Lo se todo Ángel. Lo sé. -respondí para luego acurrucarme en su pecho.
—¡Mamá...! ¿¡Qué crees que haces!?
Sonreí al escuchar la voz de mi pequeño y celoso hijo Adán.
—¡Madre.....! -ante está gran exclamación deje de abrazar a Ángel.
—¿Podrias dejar que este hombre me abrace Adán? Espérate un segundo... -respondí para luego volver a abrazar a mi hombre.
Escuché el grito de frustración que soltó mi hijo.
Que enojón me salió el muchacho.
—Tienes dos segundos para soltar a mi madre. -escuche que Adán dijo y coloque una gran sonrisa en mis labios. —Uno.....
—Ella es mía. -dijo Ángel con firmeza logrando que mi corazón se acelerará hasta más no poder. E incluso con esas palabras mi libido se colocó por los cielos.
Jesús, María y José. Nada a cambiado. Todo sigue siendo como en los viejos tiempo.
—¡Te he dicho que la sueltes...!
Tras escuchar estás palabras me separé de mi hombre, para encarar a mi amado hijo.
—Una pregunta Adán.. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? -Adán frunció el seño ante mi pregunta.
—Mamá esa pregunta no viene al caso.
—Viene al caso porque este hombre fue primero que tú.. porque gracias a él tú pudiste llegar a mi vientre, gracias a uno de los tantos orgasmos que tuvimos entraron dos espermatozoides a mi óvulo y se fecundaron hijo mío. Dándole origen a ustedes mis dos gemelos que amo tanto.
—¿Qué? -exclamo Ángel sin dejar de mirar a Adán.
—Adán, te presento a tu padre.
—Ángel te presento a uno de los gemelos, que me hiciste en una de las tantas noches de pasión y perversión.
Tanto padre como hijo se miraron a los ojos.
—Hagan algo por Dios... o ¿Se quedarán mirándose toda la mañana?
Tras estás palabras él primero en dar un paso hacia adelante fue Adán porque Ángel estaba congelado.
—¿Mi hijo? -pregunto Ángel. Y yo asentí.
—Él es uno de los hijos que tuvimos Ángel.
Ángel miró a Adán y tras sonreír se lanzó sobre mi pequeño. Quién permitió que su padre lo abrazara.
Ambos se fundieron en un caluroso abrazo y al ver esa escena varias lágrimas salieron de mis ojos.
—Solo faltan Alán y Adazla para estar completos cariño. -escuche la voz de mi padre y no dude en asentír.
—Amo este reencuentro padre. Amo saber que muy pronto estaremos juntos nuevamente.
—Ven aquí madre -escuche estás palabras salir de la boca de mi hijo y este posteriormente extendió una de sus manos hacia mí. La tomé y Adán se encargó de que me uniera al abrazo que Ángel y él se estaban dando.
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Editado: 26.01.2024