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"Gris como el cielo antes de la lluvia"
Annelisse tomó unos cuantos frutos más y los echó en su canasto para luego pagar por sus respectivas compras.
Su madre le había ordenado traer huevos, leche y unas cuantas frutas; como ella era la única despierta y sus hermanos jamás lo harían, se había puesto uno de sus vestidos limpios y había salido al mercado.
Le sonrió a la vendedora y entregó el dinero, la mujer asintió cortésmente y ella se alejó justo cuando unas gotas de lluvia acariciaron su rostro.
Observó el cielo, rogándole para que le diera un par de minutos y poder llegar seca a su hogar.
Afortunadamente, su casa no estaba muy lejos del mercado, ella vislumbró la entrada de madera en poco tiempo y corrió hacia ahí mirando el cielo, parecía que en cualquier momento una gruesa cortina de agua caería.
Annelisse tocó la puerta de su hogar y esperó que le abrieran rápido, unos pocos segundos pasaron antes de que la puerta se abriera y el somnoliento rostro de su hermano mayor, Peter, apareciera ante ella.
Lo empujó y entró en su casa, caminó directamente a la cocina y le entregó las compras a su madre. Ella estaba preparando el desayuno para su padre, Annelisse y sus hermanos.
Los cuales estaban recostados en los sillones del salón esperando cómodamente a que les sirvieran la comida.
Annelisse golpeó a Christian, su otro hermano, en la parte posterior de su cabeza, el gruñó y sus ojos se entre abrieron, revelando su mirada grisácea como las nubes en el cielo antes de la lluvia.
— ¡Holgazanes! —manifestó ella molesta por la actitud de sus hermanos mayores, los tres permanecían sin hacer nada. Ni siquiera Lucas, el gemelo mayor de Peter, había adquirido responsabilidad.
Pero, pronto tendría que hacerlo, ya que, tenía que conseguir un empleo y casarse, su matrimonio ya estaba arreglado con la hija de un socio de papá.
Su madre había quedado embarazada de los gemelos cuando tenía diecisiete años, pero su padre quería una niña, así que cuando se embarazó de nuevo y dio a luz a Christian, sus padres decidieron intentarlo una última vez y trajeron al mundo a su deseada niña, Annelisse, nombrada así por su abuela paterna.
Ella observó como Lucas se levantó de uno de los sillones y estiró sus brazos sobre su cabeza.
—El trabajo hogareño es para las mujeres —espetó el y las mejillas de Annelisse se tiñeron de rojo por la ira.
Destilando enojo por cada uno de sus poros ella entró de nuevo en la cocina y ayudó a su madre a trasladar la comida al comedor.
Una amplia estancia de forma rectangular, al igual que la mesa, con ventanales que iluminaban el lugar con tal belleza efímera que sólo se podía observar los días que el sol decidía salir.
—¡Lucas, Peter y Christian! — gritó su madre dejando los platillos en los respectivos lugares.
Su padre se sienta en el cabezal de la mesa, sus tres hermanos del lado derecho, su madre y ella del lado izquierdo.
Su madre salió del comedor, Annelisse supuso que iría a llamar a su padre, quien seguía durmiendo, ella no lo culpaba, el hombre trabaja arduamente cada semana para mantener el estilo de vida.
La familia Anghel no pertenece a las más adineradas del pueblo pero no viven mendigando por un trozo de comida.
Su padre trabaja para uno de los hombres más poderosos del pueblo, sin ese trabajo, volvería a la pobreza en la que vivía cuando era niño y él se negó a considerar algo así.
Ella se sentó en su lugar mientras sus hermanos entraron y tomaron sus respectivos puestos, ninguno tocó la comida hasta que su madre entró en la estancia seguida de su padre y ambos se sentaron en la mesa.
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Editado: 25.05.2018