"Verde como la hoja recién caída de un árbol"
— ¡Sedric! — vociferó Christopher en cuanto regresaron a la casa, se encontraban parados junto a la puerta de la entrada. Peter lanzaba miradas hacia el interior, seguramente manteniendo su atención puesta sobre Synneva y su hijo nonato, mientras que Stephan parecía inestable, sus mirada ambarina poseía un brillo desquiciado y los caninos entre sus labio no se habían retraído.
En la mente de Annelisse aún permanecía la duda sobre lo que había dicho Stephan.
Ella está muerta.
En cuanto el sirviente llegó, Christopher posó una mano sobre su hombro y dijo: —Regresa al castillo y has que todos lo abandonen, son libres para vivir sus años restantes.
Sedric pareció sorprendido por un instante y comenzó a sacudir la cabeza: —Sabe que mi lealtad es para usted, señor.
Christopher negó y se apartó del sirviente, sin dirigirle una palabra más, entró en enorme casa... Annelisse miró una vez más a Sedric y tomó una decisión: abrazó al hombre alto y luego siguió a su compañero. Ella sabía la verdadera razón tras la repentina decisión de su amado.
Christopher quería proteger a todo el personal del castillo, si Eva seguía su olor, al primer lugar que llegaría sería ese y no dudaría en matar a todos... si no lo había hecho ya; Annelisse sacudió la cabeza y no se permitió pensar así, cuando Eva los encontrara, ella la atacaría sin ningún remordimiento.
La joven miró sobre su hombro y vio como el sirviente se alejaba con la cabeza gacha en dirección al carruaje, en su expresión se mostraba la confusión y preocupación. El hombre observó una última vez la casa y luego se fue.
— Debemos irnos — soltó de repente Stephan, parecía que en cualquier instante perdería el control sobre sí mismo y atacaría a cualquiera que se le cruzase. Christopher se acomodó ligeramente adelante de Annelisse, sin confiar en el aparente control del vampiro.
— Lo haremos — confirmó Christopher y miró a su compañera, el color natural de sus ojos había regresado, ocultando el ambarino; sus labios estaban curvados ligeramente hacia abajo, la curva con una deje de tristeza pero en la profundidad de su mirada vio fuerza.
Christopher acarició su mejilla y ella se inclinó a su toque.
La joven lo miró por un segundo y luego apartó algunos mechones de su cabello castaño de su rostro, ella detalló a Stephan y preguntó: —¿Quién murió?
Las palabras parecieron desperar a la bestia despiadada que moraba en el interior de su hermano. Stephan gruñó, y el color ambarino alrededor de la pupila fue tornándose carmesí. Christopher pudo escuchar el rechinar de sus dientes gracias a la fuerza con la que los apretaba.
— Eva tiene un nuevo siervo... él siguió nuestro olor hasta aquel lago donde viste a las dos jóvenes. Él la mató, yo lo asesinaré lentamente y disfrutaré cada segundo.
Christopher vio como el reconocimiento inundaba los ojos de su amada.
Annelisse recordaba aquel día con claridad, ella había seguido a Stephan y las había visto a ambas, de gran belleza en sus facciones, despreocupadas se estaban divierto a las orillas del lago... Ella podía imaginarlas muertas, la sangre surcando su piel y los ojos abiertos mirando a la distancia, sin rastro de vida en ellos.
— ¿Las dos...?— Annelisse dejó la pregunta sin terminar, ya que Stephan la interrumpió, su mirada perdida de repente, como si estuviera recordando.
— Las conocí hace mucho, ella eran unas niñas... prometí protegerlas y ahora una esta muerta.
— ¿Cuál era su nombre? — preguntó Christopher esta vez.
— Lavra... su cuerpo estaba inerte y destrozado, su rostro era apenas reconocible y de entre las sombras él me atacó y desapareció, es la primera vez que un vampiro, aparte de Eva, tiene los ojos completamente blancos y él olía a Eva, como si le perteneciera.
Annelisse se estremeció, recordando el dolor agonizante antes de su transformación mientras la vida escapaba entre sus manos cuando Eva la atacó.
— ¿Y la otra? — inquirió incapaz de imaginar otro ser tan malévolo como esa vampiro, se compadeció por el sufrimiento que la joven debió pasar antes de su muerte.
La mirada de Stephan se ensombreció, ella notó como apretó los puños, los nudillos blancos.
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Editado: 25.05.2018