Capítulo 16:
Ritual de nacimiento
Alonzo se pierde entre el pelaje café rojizo con manchas negras. Es un jaguar. Un felino salvaje que supera el metro setenta. Su mirada desafiante es un juramento para darme muerte. Él me odia. El aullido de un lobo detiene sus pasos. No sé de dónde ha salido, pero pasa a mi lado. Lo he visto antes y me protege. El jaguar y el lobo luchan entre gruñidos y zarpazos. Tengo miedo de perderlo de nuevo.
El lobo. Sus ojos eran azules y algo más. ¿Era él?
—Era él.
—¿Quién?
Entre abro los ojos para ver a Damián.
—Sergio. Era Sergio.
—Ella no está bien. Delira —escucho la voz de Tania.
—No, no, no. Era él —insisto.
***
Lo veo sonreír. Si estiro un poco la mano puedo tocarlo. Sigue siendo el mismo lobo de mis recuerdos. Su mirada tan azul con esa mezcla verdosa que los hace ver tan profundo. Nada ha cambiado, como si él se hubiera detenido en el tiempo al igual que yo. No me atrevo a decir nada por temor a que no sea real. A que Sergio no sea real.
***
Todo fue producto de mi imaginación. Él no está aquí. Es ridículo pensar que ese mismo lobo pudiera ser Sergio, por el contrario, sí lo he visto antes pero no en mi pasado sino de hace un par de días. Es el mismo lobo que vi atacar a Leandro, o más bien lo que quedaba de ese hombre. Lo que no entiendo es por qué nos protegió de Alonzo.
—No has probado bocado, Selt —me regaña Tania.
Perdí mucha sangre. Damián me trajo directo a su casa, algún sanador se hizo cargo de mi herida y tuve tres días en que mi conciencia iba y venía con algunas incoherencias. Como nombrar a Sergio en varias ocasiones. Como lo extraño.
Hoy es veintiocho de febrero, a un día de mi cumpleaños. Este año el mes tiene veintinueve días.
Llevo la cuchara con un poco de caldo hacia mis labios. Verme en el espejo una vez que estuve fuera de la cama fue horrible. Soy blanca pero justo ahora parezco más bien un cadáver. La herida fue profunda y, además, parece que las garras del jaguar tenían alguna especie de veneno. Damián no me ha querido decir específicamente qué. En realidad, se está guardando todo lo que ocurrió en estos tres días.
—La terminaré —digo.
—Lo sé. Porque no te levantaras de ahí hasta que lo hagas —ella toma asiento a mi lado en el comedor. Como lo haría una madre con un hijo. Se me queda mirando por unos segundos y sonríe. —Tienes que recuperar fuerzas. Intentaron matarte, Selt.
Su preocupación por preserva mi vida me hace sentir acogida. He sido amiga de Damián y Tania por muchos años, aunque casi nunca estoy, porque solo los veo en cortas y esporádicas temporadas, ellos siempre me tratan como si fuera parte de su familia.
—Quizás hubiera sido lo mejor.
—Sé que estas cansada y que te sientes sola, pero la muerte no te dará la paz que aspiras tener. —Cuanta verdad hay en sus palabras. Además, se supone que están esperando por otro ritual, ¿no es así?
—Es más bien un nacimiento.
El último sacrifico ya ocurrió y la llegada de la criatura está cada vez más cerca.
—Muy bien. Eso podría ocurrir en cualquier momento. Y tienes que tener un mejor semblante si quieres salir de esta casa —sentencia Tania. Ella no me dejara ir en este estado, la conozco lo suficiente y sé lo obstinada que puede llegar a ser.
Ahora la comida se ve más apetitosa. Definitivamente tengo que salir de aquí. Mi oportunidad de dar con Tanils ese nacimiento.
—Tania, me puede decir, ¿qué es lo que Damián me oculta? —inquiero. Algo más que mi casi muerte, ocurrió en estos tres días.
—Él me pidió que no te dijera nada —es su respuesta.
—Tania, por favor —suplico.
Ella mira hacia el pasillo. Asegurándose de que estemos solas.
—Te diré, pero promete que terminarás tu sopa y que dormirás un par de horas más —hay suplica en su voz. Me veo terrible, lo sé. Además, sí estoy un poco débil. Dormir sería un bálsamo.
—Lo prometo.
—Más te vale que cumplas —mantiene un tono de voz bajo—. Los guardianes destrozaron la mansión Santamaría en busca de ese lobo y el jaguar, también de la anciana que vieron. Pero no hallaron nada. E lugar estaba vacío. Sí hubo una pelea, y el lugar estuvo habitado por algún tiempo. Solo encontraron rastros de los oscuros. El cuervo también desapareció. No regresó a la tienda. Y ayer la esposa de Antonio De la Rosa desapareció.
Dejo caer la cuchara y un poco de caldo salpica sobre la mesa.
—Selt, tienes que ingerirla no derramarla —me regaña Tania.
—Siempre fue ella —musito.
—Sí, parece que tenías razón.
***
Me muevo incómoda. Tengo la terrible sensación de que algo importante está por suceder y no estoy allí para detenerlo. Abro los ojos. Me encuentro en la misma habitación donde desperté horas atrás en casa de Damián. ¿Cuánto tiempo habrá pasado ya?
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Editado: 11.03.2024