Capítulo 15:
Lobo
Sergio
El gran día está cerca. Un acontecimiento esperado y del que no puede haber fracasos. Han pensado en todo, cada sacrificio, cada traición…
Tanils ya mueve a sus peones sobre el tablero. Aprendió muy bien de su madre el pasar desapercibida entre la elite de guardianes. Ellos están tras el rastro de los oscuros, intentando detener una serie de sacrificios sin alcanzar el éxito.
—Ya llegó el traidor —murmura Simón, parado en el umbral de la habitación.
Dada que no puedo ir más lejos que unos pocos metros fuera de la casona Santamaría y que sus planes sufrieron algunos cambios por la ausencia de Leandro, Tanils se ha centrado en conseguir a cabalidad el círculo de sangre para el alumbrar el nacimiento de la tan esperada criatura.
En cuanto a Fabián, casi no lo he visto, tener una cadena larga lo llena de miedo, evita estar en la casa a menos que sea necesario. ¡Cobarde!
—Es hoy —musito con una mezcla de sentimientos a los que no puedo dar rienda suelta. La nostalgia por las vidas inocentes que se unen a la fila de desafortunados obligados a permanecer en el infierno Riquelme. La ira que me consume al no poder hacer nada, saber quién será el siguiente y estar atado por una marca a ser un observador. En ocasiones no se es mejor, seguir vivo o haber muerto.
Clavo la vista en el techo. Leandro tenía un protegido, un joven jaguar que encontró en algún lado e instruyó para ser un oscuro, un traidor dentro de las filas de los guardianes, al igual que como lo fue él.
—Sucede justo ahora.
La víctima es una niña, una pequeña inocente que es corrompida por las sombras.
—En ocasiones, como estás, desearía poder obligarte a hacer algo —mi tono de voz es brusco.
Él es un demonio y es tan inútil como yo.
—No está en mi mano detener a las sombras.
Las sombras son en lo que se transformaron las almas que uso Sonia Riquelme para cosechar su oscuridad, hizo uso de sus dotes sobrenaturales para ser la bruja con ojos de demonio. Era así como la llamaban quienes la conocieron después de que sacrificara a toda su familia. Las mismas que ahora están bajo el mandato de Tanils y una vez atacaron a Selt.
—No está en tu poder, hacer nada.
—¿Insinúas que miento? —inquiere Simón ofendido.
Desvió la mirada para ver un rostro sin forma y sin facciones. Inhaló para calmarme, es tan difícil, uno no se imagina a un demonio atado por una bruja. Trabajando junto sí, pero atado con cadenas, jamás. Es muy frustrante.
—Eres un demonio, ¿no se supone que mienten por naturaleza?
Él niega frustrado. No es una respuesta a mi pregunta, es una acción que realiza muy a menudo como quien quiere aclarar sus ideas.
—Soy el hijo de un demonio, pero fui humano, Sergio. Tan humano que no pude hacer nada para impedir que mi familia muriera —su voz destila el más crudo dolor. Me incorporo, mantengo mis manos contra el colchón bajo el deleite que deja la impresión de su confesión y la exposición de sus sentimientos. Es extraño e increíble—. No sabes lo que es estar encerrado, en un espacio estrecho con las sombras de compañía, mientras por encima, es derramada la sangre de tus hermanos.
Se queda en silencio. Quiero escuchar el resto de la historia, entender como terminó él siendo más que un esclavo de su propia hermana, pero temo hacer una pregunta y que decida desaparecer. También, la culpa hace acto de presencia. No debí reaccionar con tanta brusquedad, al final, lo han usado como cualquier objeto que puede ser desechado.
—Lo siento, Simón. No quería pagar mis frustraciones contigo. De verdad lo lamento, este encierro, la marca, pertenecer a la secta que se supone debía eliminar, me enloquece. Soy un guardián obligado a ser un oscuro.
—Pues trata de mantenerte cuerdo, lobo. Tienes una esposa por la que volver, no lo olvides.
—Pensar en ella es lo único que me sostiene.
Desde afuera puedo escuchar la voz de la anciana Reichel y el felino Alonzo. Él le cuenta como Selt ya estado cerca de esa niña sin imaginar que es parte del último sacrificio, hasta intento ayudarla sin saber es una pieza más en el juego. Aprieto los puños contra la tela que cubre la cama. Atiborrar su cabeza de golpes es muy tentador, pero Simón inicia su historia y me centro en ella.
—Sonia siempre fue una niña muy curiosa, siempre preguntaba por todo. No fue difícil para ella dar con la verdad sobre mi naturaleza, la razón para que nuestra madre me enseñaba diferente que a ella. Aunque al igual que ella, podía sentir el umbral del más allá, éramos muy diferentes. No sé en qué momento su curiosidad se desvió en el anhelo de tener lo que yo poseía. Madre se enfocó tanto en mí que no fue capaz de detectar como se desviaba un buscador de almas.
Cruzo las piernas sobre la cama. Él vuelve a mirar hacia el pasillo. No entiendo a qué se debe su exceso de información personal, aunque creo que es para mantenerme ocupado.
—¿Te cae bien el jaguar?
—Por supuesto que no.
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Editado: 11.03.2024