Era el día, hoy sería el funeral de Alec Gregory, Nightmare estaba de luto, era una reunión privada solo con las personas más cercanas al joven, los humanos ya habían sido trasladados; el complejo se sentía vacío, tan vacío como el corazón de su jefa; todo lo que Cassandra había ordenado había sido cumplido a la velocidad del rayo, quedaban muy pocos en Nightmare, casi nadie en realidad; y los que quedaban se irían a más tardar mañana en la mañana.
El complejo desaparecería en las horas de la tarde del día siguiente, nadie debía estar para ese entonces, solamente los que vivirían en él, la barrera de mercurio fue derribada y destruida por los arcángeles que han trabajado arduamente, de la mano de brujas, Ángeles, puritus y todo aquel ser mágico, para reformar todo Nightmare y dejarlo listo.
En el cementerio de Nightmare, solo quedaba una sola tumba, la de Tyler Marshall, el resto de cuerpos habían sido retirados y llevados al cementerio local; claro todo eso había sido posible por la esplendorosa magia de las criaturas que ahora rondaban por Nightmare.
La tarde estaba oscura, del cielo descendía un torrencial lluvioso, Taylor, Nathaniel, Dominic, Samuel, Robert, Trevor y Abadon, cargaban con un profundo dolor el ataúd, en donde yacía el cuerpo de su amigo, de su hermano, de su hijo.
El resto de personas caminaban detrás del ataúd llorando desconsoladamente, todos sufrían una perdida enorme, no sería un sacerdote quien daría las últimas palabras, seria Gabriel, el señor de los cielos, quien le daría la bendición a Alec para que descansara en paz.
Todos estaban presentes, familiares, amigos, allegados.
Faltaba alguien, Cassandra la pareja del muchacho, no estaba entre quienes velaban al joven, ella estaba cerca, posada en la punta del roble más alto que rodeaba el cementerio, viendo como el ataúd bajaba lentamente, siendo enterrado en lo más profundo, todos lanzaron flores.
- ¿Qué haces aquí? - dijo una persona a su lado, haciéndola sobresaltarse, giro su rostro encontrándose con Marian, su cuñada.
-No puedo hacerlo Marian- susurro Casandra viendo como la tierra cubría su ataúd- no puedo estar ahí y ver como mi peor pesadilla se hace realidad- dijo llorando la muchacha en silencio.
-Lo siento tanto cariño- dijo Marian llorando también y abrazándola, las dos jóvenes se abrazaron, pasando su pena y su dolor- él te amaba tanto- dijo la hermana del joven- entiendo porque lo hizo- dijo- y deja de creer que te culpo- dijo ella regañando a la joven- eres prácticamente mi hermana Cassandra.
-No puedo seguir acá Marian- dijo la joven destrozada- discúlpame con todos, no puedo estar acá- dijo Cassandra devastada, extendió sus alas y voló lejos de ese cementerio.
Marian bajo de la copa del árbol, acercándose a su familia que esperaba una respuesta de cómo se encontraba Cassandra.
-Esta inconsolable- dijo Marian llorando- se fue y no sé a dónde- dijo pasando sus manos por sus brazos, resguardándose del frio, Robert se acerco y paso su abrigo por los hombros de la muchacha.
-Día con día el dolor se volverá cada vez más fuerte- dijo María la nana de Cassandra- al punto de volverse insoportable- dijo, ella había perdido a su pareja unos años atrás.
- ¿Se recuperará? – le pregunto Gabriel preocupado por su hija.
-Yo odiaba a mi pareja- dijo María peor de preocupada- y el dolor casi me mata- dijo ella- no sé cómo será para mi pequeña- les dijo llenando de preocupación el ambiente-ella realmente amaba a ese muchacho, como él a ella.
-Ella es fuerte- dijo Samuel convencido- ella tiene que lograrlo- dijo tratando de convencerse.
-Ella ya murió- dijo Adriana confundiendo a todos los que la escuchaban- es una muerta en vida- dijo llorando, era cierto, la joven perdía la vida con cada minuto que pasaba, sentía que el dolor, la sed de venganza y la rabia la consumían, convirtiéndola en un recipiente vacío.
En el Edén, crecía un gran árbol en presencia de los custodios que, maravillados, veían como un enorme roble crecía en el centro del hermoso jardín, y como era rodeado por las Serphentinas y su reina, despejando todas las cuevas, protegiendo su nuevo hogar, ellas también estaban de luto por su señora, y ellas se encargarían de proteger el roble hasta que ella decidiera venir a verlo.
Del roble nacieron hermosas flores plateadas, hermosas y elegantes, llenando de nostalgia el Edén, uno de los custodios arranco unas cuantas, antes de que las Serphentinas se dieran cuenta y bajo a la tumba de la deidad dejando un gran ramo de flores plateadas.
Leyendo con nostalgia la inscripción.
Alec Gregory
Dio su vida por amor, y con ese mismo amor será recordado para la eternidad.
Editado: 17.02.2021