Cuando terminamos de cenar los cuatro nos dirigimos al salón. Ben saca varios juegos de mesa y los deja en el suelo. No sé cómo acabamos juntando a pregunta o verdad, pero este juego no es como el de las fiestas a los que he jugado normalmente, las preguntas las lleva el juego por lo que no podrá salir nada malo. Me toca tirar a mí, por desgracia sale pregunta.
—Bien —coge la tarjeta Rebeca—, dinos cuando fue la última vez que diste un beso.
Me atraganto con el refresco, Ben me da palmadas en la espalda y me consigo recomponer. Nathan me mira y después bebé de su copa.
—¿De verdad queréis que diga eso delante de vosotros? —Todos asienten con la cabeza—. No, me niego.
—Pues te toca hacer un reto —dice Ben
—Está bien —digo resignada.
Le doy la tarjeta a Rebeca y ella la lee en voz alta.
—El jugador deberá ponerse una prenda del jugador de su derecha, dándole todo lo que lleva puesto.
Mi mirada se posa automáticamente en Nathan, quien se está riendo en el sofá que tengo a mi derecha.
—Parece que nos toca intercambiarnos una prenda.
Miro su traje y después mi vestido, no quiero quedarme desnuda.
—Es un reto —dice Rebeca—, vamos.
Nathan se levanta del sofá y camina escaleras arriba hacia el baño, le sigo por detrás y cuando paso yo, cierra la puerta. Nathan no aparta la mirada de mí y me está poniendo muy nerviosa.
—Si no paras de mirarme no voy a poder hacerlo, dame tu chaqueta y date la vuelta.
Nathan se quita la chaqueta y se gira, intento desabrocharme la cremallera del vestido yo sola pero no puedo.
—¿Puedes ayudarme?
Él se gira y asiente, posa una de sus manos en mi cintura y con la otra desabrocha la cremallera lentamente. Sus dedos tocan mi piel conforme la cremallera va bajando y se gira antes de que el vestido caiga sobre mi cintura. Me dejo la ropa interior y me pongo su chaqueta que me queda bastante grande, le doy el vestido y salgo disparada del baño. Regresamos al salón y me detengo esperando una respuesta de Rebeca y Ben.
—¡Reto superado! —ambos aplauden menos Nathan que sigue detrás de mí.
La noche trascurre con normalidad y no puedo parar de mirar mi vestido que esta sobre el sofá, ya hemos agotado todas las tarjetas y creo que es hora de cambiarme. Lo cojo y subo de nuevo al baño, esta vez sola. Ya con el vestido puesto salgo al pasillo, pero me detengo al ver una hilera de cuadros en los que no me había fijado antes.
Me detengo en uno que ha captado toda mi atención. En la foto aparecen los Donovan, pero al lado de Nathan hay una chica. En comparación a Ben y él, ella tiene un largo cabello pelirrojo y es más bajita que ellos.
Intento coger el cuadro para verlo desde más cerca pero una mano me detiene y lo deja en su sitio.
—Señora Donovan me ha asustado.
—No era mi intención querida.
—¿Quién es ella? — señalo a la chica.
—Ella es nuestra hija, Brooke, se unió a la familia cuando tan solo tenía diez años.
—¿Adoptasteis a Brooke?
—Sí —dice mientras echa un rápido vistazo al cuadro—. Desde pequeña ha ido de una casa de acogida a otra y decidimos darle una vida digna, pero hace tres años murió.
—Lo siento mucho.
—¿Podemos hablar de esto en otro lado? No me gustaría que ninguno de mis hijos me escuchara hablar de ella.
—Por supuesto.
Entramos en un pequeño despacho y nos sentamos en dos sofás, la una enfrente de la otra.
—Recuerdo que fue en Enero cuando perdí a mi hija. Mi hijo y ella volvían de una fiesta y tuvieron un accidente. Les dijimos que no podían estar juntos, que aunque no compartían la misma sangre eran hermanos, pero esa noche decidieron fugarse juntos.
—¿Ben y ella eran novios?
—No querida, estoy hablando de Nathan.
Una punzada atraviesa mi corazón. Él también perdió al amor de su vida, como yo.
—Cuando Nathan estaba en el hospital me contó que discutieron, él perdió el control del coche por el hielo y chocaron contra otro. Dos personas murieron en ese accidente y él nunca se lo ha perdonado. Mi hijo cambió totalmente esa noche, no volvió a ser el mismo.
—Por eso no quiere enamorarse.
—Tranquila, seguro que en un futuro podrá abrir una parte de su corazón a alguna chica especial.
De pronto me vienen recuerdos del accidente. Trevor y yo tuvimos el accidente en Enero, cuando Nathan también sufrió el suyo. ¿Y si fue él el que choco contra nosotros?
Saco rápidamente el móvil del bolso con las manos temblorosas. Pensar que Nathan puede ser el culpable del accidente hace que se me acelere el corazón.
—¿Me disculpa? Tengo que hacer una llamada.
—Claro, te espero abajo.
En cuanto se marcha del despacho, marco el número de mi tío. Tengo mucha suerte de que sea policía, él me podrá ayudar en esto.
—¿Puedes ayudarme? —le pregunto una vez que le he contado toda la nueva información que sé—. ¿Sí o no?
—Miraré los archivos y haré lo que pueda, pronto recibirás una respuesta. Te quiero, Mel.
Dada por finalizada la llamada, respiro hondo e intento convencerme de que no debo pasar una mala noche por todo lo que he descubierto esta noche. Aunque no puedo evitar darle vueltas a algunas teorías que aparecen en mi cabeza.