Una alarma se hizo escuchar en toda la habitación, pero el golpe de un frágil puño detuvo el molesto ruido.
Los ojos entrecerrados de Kasumi pudieron apreciar la hora que se mostraba en el despertador: 5:30AM. Luego de eso sus ojos se centraron en una ya despierta chica que se encontraba sentada en el colchón al lado de su cama.
Ella aún somnolienta le preguntó a la contraria que hacía despierta tan temprano, pero su respuesta fue un "No lo sé" tajante.
El silencio incómodo no pudo darse su lugar porque un segundo después la puerta se abrió con fuerza, mostrando a su padre sonriente.
—Buenos días chicas. —Dejó de hablar por unos segundos para poder rascarse la cabeza con inquietud—. Perdón por avisarles recién, pero estuvimos hablando con Alysa y ya acordamos todo para que la nueva integrante de la familia, o al menos temporalmente, pueda ir al colegio contigo. La hemos inscripto para que vaya al colegio a partir de hoy, hija. Tienes dieciséis, ¿verdad?
La joven morena que se encontraba todavía sentada en la cama asintió levemente y luego contestó.
—Sí, dieciséis veranos.
Las expresiones de la adolescente pelinegra se volvían cada vez más incontrolables, mostrando frustración y confusión.
—¿¡Que!? No, eso no.
Su padre no dejó tiempo para la posible discusión y se largó al instante luego de abandonar el uniforme para la pelirroja en la cama.
Kasumi sentía que cada vez su mundo dejaba de ser solo suyo. ¿Por qué sus padres le hacían esto? Ni siquiera conocía tanto a esa extraña, no entendía como podían confiar tanto en ella dejándola vivir en su casa, mandándola a su escuela y quién sabe cuántas cosas más le permitirían. ¿Es que era ella la única que usaba la lógica en su casa? Si un día apareciera muerta, seguramente la culpa sería de esa nueva habitante que se manifestó en su patio con trapos puestos. ¿A quién no le parecería sospechoso eso? Además de su sueño, que sin dudas era lo más raro que había pasado. ¿Cómo podía ver en aquel preciso momento a la chica que soñó horas antes? Sin dudas tendría que haberla dejado tirada, aunque quien sabe que atrocidades hubiera hecho por ahí.
Lo único que le faltaba es que se comporte como una chica rara en la escuela, aunque lo extraño sería que no se comporte como "la chica rara".
Luego de la batalla campal mental que tuvo la adolescente por varios minutos, se dirigió al baño para vestirse con su uniforme del colegio, sin embargo, al salir de allí pudo ver el desastre humano que era su actual compañera de habitación; la morena al intentar ponerse aquella falda que le había dejado Guido terminó rompiéndola notablemente en la parte de la cintura, también tenía los calcetines arrugados en los tobillos y la camisa desabrochada hasta arriba del pecho.
Sus ojos color avellana no podían creer lo que veían, su cuerpo reaccionó, y rápidamente se dirigió al armario de su padre para agarrar el pantalón de vestir que usaba para el trabajo. Volvió a la habitación, obligó a la pelirroja a gritos que se sacase la falda que había roto para que se pusiese los pantalones de su padre. Luego del regaño recibido se cambió con mala gana, sin embargo, seguía con el estilo "salvaje" que la caracterizaba, justamente así se dirigieron hacia la secundaria.
Caminaron ocho cuadras hasta llegar, al entrar, esos labios finos y agrietados no paraban de hacer preguntas mientras caminaban por los pasillos de la escuela pública "Leysen".
—¿Qué mierda es lo que hacen en tu mundo?
—No hables de esa forma aquí—la sien de Kasumi estaba siendo presionada por sus dedos mientras se masajeaba fuertemente—. Aprendemos, si es que preguntas por la escuela.
La contraria se quedó con las palabras en la boca al escuchar un grito a la distancia.
—¡Tú! —Un joven se dirigió hacia la más alta velozmente con una felicidad indescriptible en su rostro. Luego, se paró al frente de ella haciendo que detenga su andar, al igual que el de la pelinegra—. ¡La chica del otro día! ¡Es el destino! Un gusto, soy Arata. —Extendió su mano en forma de saludo.
Las dudas en Kasumi aparecieron. Parecían conocerse y eso hacía que piense en el día que la chica que estaba a su lado escapó luego de escuchar aquel ruido, seguramente mintió para encontrarse con este chico castaño que iba a la misma escuela que ella, aunque es obvio, ya que en aquel pequeño pueblo era el único lugar donde un adolescente puede estudiar.
—¿Ese día... Saliste con este chico? —sus ojos avellana se posaron en el rostro moreno de su contraria, aunque esta lo veía con incredulidad.
—No...—hasta que al fin habló, aunque solamente fuera una pequeña negación.
El chico llamado Arata empezaba a ponerse nervioso y avergonzado por la insinuación de la pelinegra, frotando sus manos entre si y sus mejillas tornándose cada vez más parecidas a un tomate.
—¡No, no! Perdón por el malentendido.
La confusión abundaba en las expresiones de las dos chicas frente a él, pero antes de que Kasumi preguntara sobre más dudas que tenía su cerebro, esos labios agrietados volvieron a abrirse.
—¿Entonces qué haces aquí? ¿Qué razón tienes para hablarme?
El chico de complexión robusta acarició sus cabellos castaños para aplacar los nervios y luego mostrar lo que llevaba en su mano izquierda con cierto entusiasmo: Era una cámara de video.
Sus manos grandes y pálidas abrieron la tapa de la videograbadora para mostrar un clip inquietante para los ojos de Kasumi; se podía ver claramente como la chica a su lado peleaba contra un monstruo hecho de piedra, que era el triple de grande que ella.
«¿Entonces todo lo que decía ella era verdad? Si peleó con no sé qué cosa y además de eso quizás ni es de este mundo. ¿Cómo es que ese tal Arata tiene ese video? No existen esas cosas en este pueblo» pensaba la menor, perdiendo la cabeza y con cada vez más preguntas.