Fue tan chocante la confesión que sintió Darion no responderle su cuerpo por unos instantes. Reaccionó frunciendo el ceño, no creyó entender bien lo que había oído.
–¿Estéril? Significa que.
–Sí Darion, que nunca podría tener hijos. Soy estéril.
–Pero entonces yo... –masculla el joven –. Tú no...
Frank no resiste la pesada carga, esconde su rostro entre sus manos.
–Yo no puedo ser padre, yo no soy tu padre.
Algo dentro de Darion se sintió romper; su rostro inexpresivo, la mirada tan lejana hacia un vacío que no era sino una representación de su propia vida. Cuando la ficción al fin terminaba, la realidad detrás del telón ahora caído, su existencia minada desde los cimientos, ahora quedaba la nada y dominado de ella quedó completamente laxo, carente, como si fuera un cascarón, una crisálida hueca. Nada brotó de su interior, todo era una hoja en blanco y las letras que escribían su historia se escurrieron como tinta sobre un cristal. En el espacio que quedara dentro de él, los latidos de su corazón hacían un eco de tambores marcando el ritmo que los gemidos dolorosos de Frank completaban. Cuando se recompuso y pudo al fin hablar, su voz era de una serenidad insensible, imperturbable cuan congelado, y su mente tan claro cielo al despejarse las nubes oscuras de la tormenta. Ninguna percepción, solo realidad.
–Toda mi vida es una mentira.
–Querías la verdad. Te advertí lo que pasaría si persistías en tu intento. ¿Entiendes ahora por qué temía decírtelo? ¿Por qué temía perderte si te enterabas de ella? –Frank seca sus lágrimas, ya estaba vencido al no dominar el enigma –. No es mi sangre la que corre por tus venas. Yo no soy tu padre. Ojalá– suspira –hubiera muerto en el accidente de ayer. Nos habría salvado de este cruel instante.
–No digas disparates. ¿Qué curaría tal tragedia? –le objeta Darion con el mismo tono pastoso –. Cuando hay tantos que saben de esto, es como las hojas de un libro sueltas al viento, imposible de atraparlas todas y hacerlas desaparecer.
–No tienes idea... Cuán difícil fue para mí vivir con el peso de la mentira –se lamenta, sus palabras se entorpecen pasando por entre los dedos que ocultan la boca –. Pero como alguien una vez me dijo, “los mejores secretos no pueden permanecer escondidos por siempre, en algún momento saldrán a la luz”. Cuánta razón tenía, oh santo cielo.
–De nada sirve ya lamentarse. Sigamos, pues aquí no termina el juicio ¿Verdad? –acepta Darion –. Pongamos todas las evidencias sobre el estrado y sacaremos el correcto veredicto. Que ya no te tiemble la lengua, la primera descarga ya agrietó la presa, así que deja al río completo fluir...
–De acuerdo, muchacho –consiente con renovado aliento. El aplomo de su hijo le impulsa –. Saquemos todo ahora y ya no habrá fantasmas golpeando a las puertas.
–Entonces tú y mi madre me adoptaron al no poder tener hijos. Fueron a algún orfanato y me eligieron. No, déjame, a ver qué tanto puedo acercarme –le calla mientras ata los recuerdos falsos que hasta recién fueron su vida –. Les agradezco que me salvaran de la miseria, pero eso nos lleva a otra mentira. Mi madre no está muerta ¿Verdad?
Frank lo mira fijo, sintió que era golpeado de lleno en la cara.
–No me mires así, la primera huella lleva hasta su dueño –exclama Darion, indolente –. Me contaste que mi madre murió cuando yo nací. Pero si ella no me parió ese destino no es posible ¿No te parece? Ella vive y está por ahí en alguna parte.
–Sí hijo –admite Frank sin ganas de poner bloqueos, pues su corazón se había abierto y ya solo sinceridad sangraba –. Tu madre está viva, en eso estás en lo cierto. El resto de tu cuento... es más complicado que eso. Suerte sería que así de fácil fuera.
–Corrígeme entonces.
–A pesar de todo, ella sigue siendo tu madre pues de su vientre tú has nacido. Amelia es tu verdadera madre. Soy yo quien te ha adoptado, pero no sacado de un orfanato como dices. Así como Lucy, no soy tu padre, mas sí tu padrastro, porque del seno de esta familia tu provienes.
La confusión enmaraña los pensamientos del joven. De pronto nada entiende.
–¿Que ella es mi verdadera madre? Pero tú no eres mi padre. ¿Acaso te traicionó con otro hombre?
Frank mueve la cabeza a un lado. Es la confirmación a la pregunta. Darion cae con la espalda contra la silla.
–No puedo creerlo –murmura –. Entonces tuve razón antes.
Y lo que Rosa le había dicho en la cocina volvió a él para estremecerlo. Sintió que su garganta se cerraba.
“...Darion, escúchame con atención. Tu padre y el de Lucy en verdad se conocen desde hace mucho tiempo. Es un bastardo, un mal hombre y le ha hecho mucho daño a Franky, algo realmente terrible...”
“...Han pasado años de esto, fue algo que pasó antes que tú nacieras y que no viene al caso...”
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Editado: 06.08.2019