Tony, por una millonésima vez en esa aburrida y tediosa hora, pensó que había vuelto a exagerar.
No era muy abonado a la idea de que era un extremista, pero viendo como Parker hablaba de cosas completamente aburridas, absolutamente irrisorias y alarmantemente tediosas, debió creerlo. Lo único curioso —si acaso podía llamarse así a semejante aberración—, que hubieran valido la pena oír, era el cuento del beso. Claro que aquella divinidad que lo cuidaba estaba atenta y no dejaba que su curiosidad le pasara factura. Por loco que pareciera, no podía evitar pensar y pensar en esa atrocidad. Era una cosa completamente antinatural, pero de alguna forma, Tony no podía dejar de pensar en eso y en la reciente curiosidad que Parker experimentaba.
Una parte de él —cabe decirse que no menor— sabía que era pueril que su mente se centrara en un tema que claramente mejor era olvidar, pero Tony empezaba a notar la falta de control que se apoderaba de él. Quizá pudiera culpar al estrés, quizá pudiera culpar a la molesta verdad de que cada prueba lo alejaba de las respuestas que quería hallar y que cada minuto que Peter se volvía más bueno manejando a esa cosa, era un minuto más que perdía en esa cruzada por sacarle esa cosa de adentro. Bruce opinaba lo mismo que él y Rhodes los secundó nada más oír la teoría de que el tiempo de Peter de separarse de esa cosa era contado, si no es que ya iban tarde.
Tony se negaba a creer eso, y sentado en su auto, prefería pensar que lo que lo tenía raro y patoso era un doloroso despertar sexual y no un monstruo que lentamente lo consumía por dentro. Claro que Tony no era tan ingenuo como para no notar que la mierda que fuera que tenía en conflicto a su mente y Parker, debía cortarla de una puñetera vez.
Creía que decir que era un duro y puro sentimiento de culpa era adecuado para describir los repentinos impulsos que sentía por protegerlo, pero él no era ese niño que se ponía feliz con poder robarle colonia. Tony hacía rato dejaba de darse el lujo de ser tan optimista. Sabía que no era ser exacto encasillarlo en algo tan llano esas emociones, pero Tony también era realmente bueno en patear la mierda lejos de su camino el tiempo suficiente. Por supuesto que esta se acumulaba a sus costados hasta que al fin debía atravesarla, pero ese no sería el momento. No mientras Peter corriera peligro.
Quizá asegurar su bienestar restableciera el orden mental en su cabeza. Quizá y puta mierda si no le valía que así fuera. Viéndolo parado en su vestidor, luego de hacer su sucio trabajo, por un segundo —pese a lo increíble que esto pudiera ser— pensó en despedirse de él con un abrazo. Sintió la costumbre vencerlo, sintió como su cuerpo se reajustó solo y a su propia voluntad para estirarse y atraparlo dentro de su pecho. No es que él hubiera pensado en darle un beso o maldita mierda parecida, pero no estaba bien. No venía al caso. Peter estaba bajo control, Tony no tenía nada que hacer abrazándolo espontáneamente. Pero lo había deseado. Por eso debía alejar su mente de esa estupidez y centrarse en lo importante; como lo era esa noche.
Por supuesto, que, mientras él se volvía un adulto maduro y listo para entrar a la acción ni bien fuera necesario, la vida lo recompensaba con semejante estupidez. Tony sujetaba su mierda, se forzaba a dejar de pensar en Peter como ser humano al que místicamente ahora le apetecía abrazar y consultarle qué tan amplia era su curiosidad sexual y Parker, el gordito nerd y sus compañeros, solo hablaban de proyectos Universitarios (bendita obviedad) algunos juegos de video (bendita virginidad) y sobre todo, de una nueva serie de Star Wars (como empezaba a odiar al imbécil de George Lucas) que iba a salir, por tu ve a saber, que nueva plataforma de streaming. ¡Una estafa!
A sí se sentía: estafado. Lo habían timado. Se esperó algo de puta relevancia. Todos eran estudiantes de último año del MIT, Tony esperó una de dos: unas charlas y debates que al menos hicieran que sonriera burlonamente por sus estúpidas deducciones, o drogas y orgías. Formas respetables en las que él pasó cada una de las reuniones en su último año, claro. Pero esos eran chicos de otra época. No es que él fuera a permitir que Parker enfilara merca en frente suyo y menos con esa cosa dentro, pero bueno, al menos hubiera sido más interesante que la basura friki que soltaban entre gritos alzando la voz sobre la música de mala calidad, que, escuchaban a un ritmo al que Tony encontraba completamente desesperante. Por qué molestarse en ponerla si iban a pasársela entre gritos. ¿Por qué?
Una pequeña voz en su mente le dijo que se estaba volviendo un maldito viejo gruñón, pero la descartó. Ser coherente no era una cuestión de edad, era una cuestión de inteligencia.
Claro que había algo de toda esa escena que lejos de irritarlo lo estaba empezando a enojar. Y no, no era el olor a comida chatarra que se impregnaba en su ropa, el estar encerrado en el auto a media calle del campus como un viejo y aburrido chaperón que nada tenía que hacer con su vida más que controlar a un grupo de chicos o el parloteo incesante de las dos viejas chismosas que tenía a su lado. Irónicamente, tampoco le molestaba la idea de pensar en cuánta grasa iba a dejar en sus asientos la obligatoria parada en el auto King. Era un temita determinado el que estaba empezando a tocarle los huevos y lo hacía extrañar que hablaran de el idiota de Favreau y su nueva serie de mierda.
Por algún motivo, que le extrañó y lo molestó, el gordito y los otros cada cinco o seis palabras, nombraba al hijo de puta del bebé Osborn. Tony sentía que perdía la paciencia cada que lo mencionaban, cada que insinuaban hasta el hartazgo que Peter debía decirles qué pasó y por qué había ido esa noche sin él. Él en verdad, verdad, empezaba a sentir una cosa punzando en su frente a cada nueva pregunta, ante cada insistencia con sacar el jodido tema pese a Parker hacía un trabajo pobre, pero al menos evidente de querer dejar eso de lado.
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Editado: 13.07.2021