Tony corre. Mucho. Abusivamente. No recuerda jamás haber corrido con esa fuerza, con esa rapidez. El corazón le va a mil, el aire a penas entra en sus pulmones y cada uno de sus músculos protestan doloridos.
Le arde el pecho y las piernas. Le falta el aire… pero… ¿Dónde corre? ¿Por qué? ¿Huye? ¿Busca algo? ¿Alguien?
Se detiene. Mira a su alrededor y nota que no hay nada. Todo está envuelto de un negro tan absoluto que experimenta un ligero mareo.
Busca a tientas algo, alguien, lo que sea; pero solo hay… nada.
Camina sin ver, la ansiedad aún bulle en su interior. Algo crece en su pecho, una certeza, algo que se abre y le hace temblar. Debería estar en otro lado, haciendo otra cosa. ¿Por qué no puede recordar? ¿Por qué todo es negro?
Una briza helada le recorre el cuerpo y alza la cabeza cuando esta le acaricia el cuerpo congelandolo.
Sin ver, como si tuviera los ojos vendados, Tony presiente que algo se acerca. No tiene una forma que reconozca por más que entrecierra los párpados, pero distingue la silueta de una boca que se mueve y rápidamente distingue la silueta de un cuerpo.
Intenta llegar pero está figura amorfa se aleja y vuelve a desvanecerse. La sombra se desintegra como humo, pero algo le rodea de igual manera y se estremece al sentir como si la figura se hubiera trasladado a su espalda.
—Tony…
—Tony…
Se lleva las manos a la cabeza, el dolor desgarrador le hace saltar lágrimas y más voces empiezan a salir de su cráneo abierto a la mitad.
—¿Esto es lo que hiciste con tu vida? ¿Este es tu legado? —lo acusa Yinsen.
Se sacude. Intenta alejar el vacío que empieza a tirar de él, pero otra figura sin forma se le aproxima y lo sostiene por los hombros.
—No tienes que hacerlo todo solo. —le recuerda Rhodes con un tono hastiado y agotado por lidiar con su desconsideración que le hace sentir inferior y terco.
—Realmente me gusta mi trabajo. —musita Happy y Tony intenta correr a la figura que se descanse cuando estira la mano.
—¡Happy! —le grita con la garganta ardiendo, recordando como lo dejó tendido y muy probablemente muerto en la calle.
—Es mi amigo.
Con un largo estremecimiento, Tony siente como si las palabras de Steve se difuminan y el dolor en su cabeza solo puede aumentar cuando en la oscuridad las absorbe.
—Este documento solo transfiere la culpa.
El dolor crece le hace sentir indefenso en medio de la nada. Diferentes cuerpos —muchos, casi cientos— empiezan a hablar en simultáneo y por más que intente golpearlos y evaporarlos en aquellas abstractas bolas de humo, nada pasa.
—Solo estoy intentando que no separes al equipo —gime una figura con su voz a pocos pasos, helando sus venas.
—Lo hiciste al firmal. —la voz de Steve se pierde con un eco que reverbera en su pecho.
—Lo haremos juntos.
Más cuerpos se acercan, más vienen. Sus voces se alzan y se apagan, fluyen entre las sombras sin rostros. Intenta escapar, pero algo lo retiene, algo le aferra la planta de los pies a aquel lugar donde solo puede ver a aquel ejercito de figuras negras sin ojos que lo acusan.
—Estoy harto de lidiar con tu inmadurez.
—No puedo dejarlo solo. No es elegirlo sobre tí.
Tony empieza a pelear con todas sus fuerzas por zafarse de aquel sueño, pero las figuras se alejan y empiezan a esfumarse a medida que sueltan su veneno.
No sabe cuánto tiempo escucha esos ecos, cierra los ojos con fuerza e intenta no prestarles atención. Cuenta los segundos, se esmera con ahínco en dejar que nada lo perfore; pero entonces su voz se alza entre el montón y ya no puede mantenerse impasible. Las palabras abren una herida que jamás sanará.
—¿Lo sabías?
—No tenía idea de que había sido él.
—No me salgas con mentiras, Rogers. Lo sabías.
—Sí.
La oscuridad vuelve a engullirlo, lo arrastra más lejos. Otra vez está en un páramo de oscuridad, otra vez se queda allí quieto y no logra respirar cuando a su lado siente una figura susurrar en su oído.
—No puedo seguir de esta forma, Tony. Lo siento. —la voz de Pepper lo recorre entero y voltea el rostro buscándola, pero solo consigue ver los bordes borrosos antes de que se disuelvan.
—Yo solo quiero parecerme a usted.
Un quejido dolido brota por sus labios cuando la figura de Peter se esfuma y gruñe cada vez más loco y harto.
—¿Qué vamos a hacer si esto se sale de su control?
—¿Señor Stark?
—No quiero lastimarlo, no me obligue a hacerlo.
—Vete, Tony. No hagas nada estúpido.
Tony grita con todas sus fuerzas cuando las voces empiezan a pisarse y sonar tan mezcladas que ya no puede distinguirlas. Sigue peleando contra el amarre que le ancla las muñecas, pero antes de que logré soltarse, una voz más fuerte lo sobresalta.
—¡Tony!
Sus ojos se abren de golpe y la luz blanca le hiere la vista. Parpadea escuchando como las voces se pierden dejando en él un dolor infernal de cabeza. Su respiración agitada va tan rápido como sus latidos y salta el doble cuando siente que algo le acaricia la mejilla.
—¿Un buen sueño? —canturrea Marcell alejando la boca del arma de su rostro— No lo parecía. —se disculpa encogiéndose de hombros.
Tony estudia rápidamente el cuarto y lo único que le llama la atención para fijar por más de dos segundos la vista es la puerta frente a él. Omite con facilidad al idiota que tiene al lado, e intenta analizar con rapidez su entorno. Ya tendrá tiempo de encargarse de ese problema que resulta ser Galler.
Entorna los ojos viendola. Bueno, no ve precisamente la puerta. Es la habitación de vidrio a la que esta guiará al desafortunado que la atraviese. Analiza la pecera tamaño hombre parado y no tiene que preguntar qué es. Lo sabe: una trampa. Si le echaran agua y unos tiburones, Tony creería que Houdini esta por ingresar al espectáculo.
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Editado: 13.07.2021