- ¿Qué lugar es este? ¿Dónde está el célebre Diversificador?
- ¿A quién buscas buen hombre? – me pregunto una apacible vocecita.
- Al ilustre rey que envío al cerberus para hostigarme- le dije con enfado.
- ¿Consideras que fue una insolencia tratarte como dices? – expreso mi interlocutor que, sin exagerar, tenía todos los rasgos de un adolescente.
- La verdad, sí. Calculo que con mi muerte pague todas mis transgresiones. Juzgo que a estas alturas debo ser absolutamente libre para husmear y distraerme por cualquier lugar de este mundo- le especifique con mucho desagrado.
- Bueno, sobre ese asunto Oúranos tiene leyes estrictas que no es posible desobedecer – me aclaro, con una paciencia que ya me estaba desesperando.
- De donde vengo todo tiene un precio, no importa si este es exorbitante.
- Comprendo tu argumento, sin embargo, este no es el caso. Sé con exactitud que en tu mundo eras un criminal sin entrañas que asesinó, violó y extorsionó; incluso, a aquellos que te brindaron su amistad.
- Mira, a todo eso que tú le llamas ‘crímenes’ yo lo etiqueto de astucia; solo tome lo que era mío y vengue todos las afrentas y humillaciones que lanzaron sobre mí – le aclare con indignación. Pero, ¿por qué continúo hablando contigo? ¿Quién eres?
- Soy el Diversificador, el soberano de Oúranos.
- ¡Qué! – exclame con gran pasmo.
- Voy al grano, como dicen de donde vienes. La ley del mundo que gobierno dicta que tú, Alex Ward, deberás ser castigado por todos los asesinatos que cometiste. En cuanto salgas de mi fortaleza empezaras a pagar tus homicidios. Las torturas o métodos que empleaste para derramar sangre son los mismos que sufrirás- cuando dijo esto recordé que, en muchos casos, fui desalmado e imperturbable.