Oúranos

Resignación

Han transcurrido horas, lo supongo, desde que James arranco mi cara. Toda la tortura que ejerció sobre mi me provoco un cuantioso dolor; supuse que mi rostro regresaría, pero me equivoque. Ese Diversificador es infinitamente más desalmado que yo. Teorizo que desde algún lugar que desconozco me observa y se deleita en mi tortura.

-Te equivocas cabalmente Alex- una dicción de mujer me corregía- El Diversificador solo da el salario de castigo que a cada uno le corresponde.

-¿Quién eres tú y de dónde me conoces? -le dije, aunque hubiese elegido no hablar porque por cada palabra que pronunciaba el dolor aumentaba exponencialmente.

-Soy Emily Rymer – me explico, pero no recordaba el nombre.

- Por supuesto, como me recordarías si para ti solo fui una muesca en tu lista de asesinatos. Te refrescare la memoria: morí cruelmente con tus propias manos porque mi único error fue verme con un pistolero que pertenecía a los Bread- Cuando dijo Bread entonces el recuerdo de cómo la asesine llego completo- Me torturaste arrancándome con tu daga pequeños trozos de piel y de carne de mis brazos; posteriormente con una cuchara de acero extrajiste uno de mis ojos. Por la expresión en tus ojos sospecho que me has reconocido.

- Compadécete de mí. No tengo cara, James me la quito con el descortezador.

- Lo sé, pero aun y todo eso no escaparas de mis manos. Será en vano que corras o trates de convencerme para que no cobre justicia- Después de decirlo se acerco con una daga que, por increíble azar, era igual a la mía. La verdad, escogí no luchar para que ella tomara su venganza. Conjeturé que estaba de más pelear en contra. Comenzó por descarnarme el brazo derecho. Lo hacía con una infinita paciencia que hacía que el dolor fuera inaguantable y al ritmo de un silbo que imitaba una canción que escuchaba regularmente cuando estuve vivo. Mis gritos se acrecentaban con cada segundo que pasaba, pero nadie, era lógico creo, venía en mi auxilio. Cuando inicio con el brazo izquierdo me desmaye. Desperté gracias a un dolor intensísimo: la extracción de mi ojo con una cuchara de acero. El frío de la cuchara, que más bien parecía una espátula afilada, se entibio con la sangre caliente que broto de mi ojo. Para ese segundo mis gritos de dolor eran atronadores, pero ella, Emily Rymer, no exteriorizaba ninguna señal de compasión. Sus gestos, todos, manifestaban el odio más puro que alguna vez llegue a ver.

Cuando su carnaval de sangre y venganza termino tomo mi ojo y algunos pedazos de mi carne y, sin más, fueron a parar a las fauces de un cerberus.       

 

 

 

                                                                                                  

 

 



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En el texto hay: fantasia, personajes sobrenaturales, terror

Editado: 09.08.2023

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