Fernando
La reunión entre nuestras familias fue organizada con precisión y lujo en nuestra villa, como era costumbre. Los Volkov llegaban hoy para discutir detalles cruciales de nuestras operaciones conjuntas. No esperaba nada fuera de lo común, hasta que la vi a ella.
Cuando Catalina y Emiliano Volkov entraron en el salón, junto a ellos estaba Valentina. Mi mundo se detuvo. Ella llevaba un vestido negro que contrastaba de manera perfecta con su piel pálida y sus ojos azules, que parecían dos cristales helados. Su expresión era fría e imperturbable, como una diosa distante e inalcanzable. No podía apartar la vista de ella.
—Andrew, Sofía —saludó Emiliano con una sonrisa, estrechando la mano de mis padres. Yo estaba de pie, observando cómo se desarrollaba la escena.
—Fernando, ven, saluda a nuestros invitados —me llamó mi padre.
Me acerqué lentamente, intentando recuperar la compostura que Valentina había desmoronado en un instante. Extendí la mano a Emiliano y Catalina, y luego a Valentina. Cuando nuestros ojos se encontraron, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
—Un placer conocerte, Valentina —dije, manteniendo mi voz firme y controlada.
Ella inclinó ligeramente la cabeza en un gesto de cortesía, pero sus ojos seguían siendo un enigma. No hubo sonrisa, ni señal de emoción. Era como si estuviera viendo a través de mí.
Durante la reunión, intenté concentrarme en las conversaciones sobre estrategias y negocios, pero mi mente volvía una y otra vez a ella. Valentina se sentó en silencio, observando todo con una calma que solo acentuaba su belleza etérea. Cada vez que cruzábamos miradas, sentía que mi corazón latía con más fuerza.
Después de las discusiones, nuestras madres sugirieron un paseo por los jardines para relajar el ambiente. Caminé junto a Valentina, intentando romper el hielo que parecía envolverla.
—¿Te gusta la villa? —le pregunté, intentando iniciar una conversación.
—Es muy bonita —respondió, su voz tan fría como su mirada. No ofreció más que eso, ni una sonrisa, ni una pregunta de vuelta.
—Nuestros padres creen que este acuerdo será beneficioso para ambos —continué, sin saber si era lo correcto decir.
—Sí, lo sé —respondió de nuevo, su tono neutro.
Cada palabra suya era como un desafío, pero en lugar de desanimarme, despertó en mí una determinación aún mayor. Sabía que bajo esa capa de hielo había algo más, algo que quería descubrir.
Al final del día, cuando los Volkov se preparaban para partir, miré a Valentina una vez más. Aunque su expresión no había cambiado, sus ojos seguían grabados en mi mente.
—Espero que nos veamos pronto —dije, manteniendo la esperanza en mi voz.
—Lo veremos —respondió ella, sin comprometerse, y luego se giró para seguir a sus padres.
Mientras los veía partir, supe que este encuentro había cambiado algo en mí. Valentina Volkov no era solo una pieza en el ajedrez de nuestros negocios familiares. Era un enigma que estaba decidido a resolver, una belleza inalcanzable que había despertado una parte de mí que no conocía.
Y así comenzó todo, con una promesa de poder y un encuentro que marcó el inicio de una nueva obsesión. No sabía cómo, pero estaba decidido a hacer que Valentina me viera no solo como un socio en un acuerdo, sino como alguien que podía desafiar el hielo que la rodeaba.
Dos años Despues
El sol se reflejaba en las olas del mar, creando destellos dorados en la villa costera donde celebrábamos el cumpleaños de Catalina. Las risas y la música llenaban el aire, pero mi mente estaba distraída. Habían pasado dos años desde aquel primer encuentro con Valentina, y aunque nuestros padres hablaban a menudo de los futuros planes de matrimonio, ella había mantenido su distancia, inmersa en sus propios asuntos.
Catalina, a pesar de ser una mujer fuerte, no podía ocultar su desilusión.
—Es una pena que Valentina no pueda estar aquí hoy —dijo, sus ojos buscando consuelo en los de Emiliano. Él la abrazó con ternura.
—Sabes cómo es nuestra hija, siempre tan ocupada —respondió Emiliano, aunque noté una pizca de tristeza en su voz también.
Mientras observaba la escena desde la terraza, mi mente vagaba entre recuerdos y expectativas. ¿Valentina vendría? ¿O seguiría manteniendo su distancia, fría e inalcanzable como siempre?
El sonido de un automóvil llegando interrumpió mis pensamientos. La música se detuvo y todos voltearon a mirar. Catalina levantó la vista con una mezcla de esperanza y resignación. La puerta del auto se abrió y ahí estaba ella, Valentina, descendiendo con la elegancia de una diosa.
Llevaba un vestido blanco que contrastaba de manera perfecta con su piel bronceada y sus ojos azules. Parecía haber salido de un sueño, su belleza era aún más deslumbrante que la última vez que la vi. Pero su rostro seguía siendo un enigma, inexpresivo, sin una sola pizca de emoción.
Catalina soltó un grito de sorpresa y corrió hacia su hija, abrazándola con fuerza.
—¡Valentina! ¡No puedo creer que hayas venido! —dijo Catalina, sus ojos llenos de lágrimas de alegría.
Editado: 28.11.2024