—Según usted ¿Qué es lo que le pertenece Lord Waterford?
Un silencio cubrió la estancia mientras Dayanne disimuladamente sorprendida miraba a Carlos con un gesto de desaprobación por su comentario.
—¿Señora Hamsley? — la mirada de Carlos se dirigió a su mayordomo, pero este solo elevó los hombros ya que entendía menos que su amo. —No pensé encontrarla en tan lejanas tierras...
—Yo tampoco Milord, pero el destino es un sabio jugador — le indico a Carlos que tomara asiento frente a ella —Clara ¿Podrías traernos algo para beber?
La doncella asintió y salió de inmediato, al llegar encontró a su ama alegando fuertemente.
—¡Mire Lord Waterford, empezando está usted en casa ajena, el hecho que no cuente con una figura masculina a mi lado, no significa que no conozca mis derechos! — Clara algo incómoda colocó las bebida cerca de su ama y aquel señor. —¡Jamás pensé que fuese tan igualado!
—¡Es mi pintura! Así que no soy igualado — objeto levantando la voz, no acostumbraba a hacer eso, pero necesitaba esa pintura de vuelta
—Pague por ella y mucho, así que en definitiva es un atrevido al pedirme la devolución de la pieza — Dayanne se levantó de silla y se poso tras de ella sujetando sus manos en el espaldar —Además debería estar agradecido de que la tenga alguien que aprecia esa obra.
Se retiró de dónde estaba, su cuerpo y mirada fueron hasta aquella pintura.
—Toda mi vida fui privada de hacer o pensar por mi cuenta, desde que recuerdo siempre he acatado órdenes, nunca he sentido lo que es la libertad, lo que es tomar decisiones por mi cuenta — hizo una pausa y regreso nuevamente a su puesto —Esa obra que está ahí colgada, tiene un significado diferente tanto para usted cómo para mí, no se que le transmitirá a usted, pero yo siento nostalgia, soledad y... Sobretodo seguridad para confíar en mí.
Carlos guardo silencio por unos minutos, sabía que nada de lo que él dijese podía hacer cambiar de opinión a esa mujer. Al parecer ya solo quedaban mujeres tercas.
—Pideme lo que sea
—No entiendo sus palabras Milord
—Haré lo que usted quiera a cambio de esa pieza
Dayanne respiró hondo. En la vida, una persona y menos un hombre, le había dado tal poder sobre él.
El mundo estaba cabeza abajo, lastima por él, ya que no necesitaba los servicios de aquel caballero.
—Gracias por la oferta Lord Waterford, pero creo que tendré que declinar — se levantó de su sillón y miro a su doncella, ella entendió claramente que debía abrir las puertas del salón —Creo que ya no son horas para una visita.
—Por favor... — por impulso Carlos tomo la muñeca de ella, de inmediato Clara se colocó delante de su ama mirando fijo a Carlos, quien reacciono retrocediendo abochornado por ese atrevimiento —Lo siento... con permiso.
Dayanne no dijo nada, había quedado impactada por lo ocurrido. Sus pensamientos volvieron a la época dónde vivía con su difunto esposo. El señor Hamsley acostumbraba a tomarla de esa manera para llevarla hasta la habitación de él, cada que ella se negaba a algo, allí no solo era usada por su esposo, sino que también era castigada fuertemente. Aunque el agarre de Carlos fue en demasía delicado, sus nervios la traicionaron.
—No te imaginas lo importante que es esa pintura para mí... — acotó en el umbral de la puerta sin voltear a mirar a Dayanne.
Algo que agradeció la mujer, ya que sus ojos comenzaban a empañarse, aunque trataba de ser fuerte y mantenerse serena, cada que recordaba de una manera tan vívida su pasado colapsaba.
—Lo siento mucho señora — Clara se disculpaba, aunque no tuviera culpa se sentía responsable del cuidado de su ama, ella sabía lo que vivió su señora con ese fatal enlace y lo difícil que era para ella recordarlo —Subamos hasta la habitación, un baño de agua caliente y un te de hierbas le ayudarán.
En definitiva el baño le ayudo a relajarse mucho. Mientras Clara bajo por la infusión Dayanne se abrazaba a sus piernas desnudas que brillaban bajo el agua. Se sentía extraña, en su muñeca aún podía sentir la calidez de la mano de Carlos. Sus nervios la habían traicionado y solo pudo recordar lo que pensó haber olvidado, pero estando más calmada, ese toque había sido diferente, era un agarre de súplica... de ruego.
Ahora ya no sabía que hacer, quería esa bendita obra en su casa, pero tampoco podía ser indiferente ante la petición de ese hombre. Al fin de cuentas era él quien la había pintado.
¡Que decisión tan difícil! Era la primera vez que podía ver fragilidad en la mirada de un hombre, era como si su interior estuviera a punto de desmoronarse.
Tan indefenso...
—Milady ¿Ha pensado que decisión tomar?
Una pregunta que no quería, pero debía contestar.
—Un día Clara — levantó su dedo índice —Un día está pintura en la casa y toda la tranquilidad que sentí, se fue junto con él.
—¿Hablá de Lord Waterford?
—Si... ese hombre... Me enfada que quiera llevarse algo que legalmente me pertenece, pero lo que mas me enoja es ver los sentimientos que tiene hacia esa pintura y eso me causa remordimiento porque yo también la quiero... Así que no se que voy a hacer.
—Milady, el tiempo que llevo trabajando para usted me he dado cuenta que es una mujer de muy buen corazón, siempre ha tratado de hacer las cosas de manera correcta.
—Pasando incluso por encima de lo que quiero...
—Señora, esa es su esencia y por más que quiera hacer lo que le plazca o le parezca, su espíritu la guiará siempre a lo correcto.
Dayanne guardo silencio, Clara tenía en parte razón, por más lujos, dinero, título o poder que tuviera, su forma de ser era esa.
¡A veces odiaba ser tan complaciente!
Dayanne mantuvo su silencio mientras era preparada para dormir. Clara tampoco hablo más, entendía que su señora necesitaba pensar sobre lo que iba a hacer con esa pintura.
Para ella era solo una imagen sin sentido, algo que ni siquiera le daba un aire estético al saloncito, pero la nobleza pensaba de una manera completamente diferente a la de ellos.