El pago
Capítulo 11
Tras haber digerido a medias el tener que pasar un par de noches más antes de llegar a Tarragona, Miguel se dispuso a llamar a casa. Sería de las últimas llamadas que podría hacer en un tiempo. Apenas quedaban 24 horas para que eso aún fuera posible. Para el apagón tecnológico previsto. En las directrices del Coronel Hans se hablaba del plan elaborado por el Nuevo Orden para incomunicar el país entero al día siguiente.
-¡Es un milagro! ¡Miguel¡ - Su esposa resumió en pocas palabras la mejoría de la pequeña Laura.
-¡Entonces es verdad! La nueva terapia funciona -Miguel suspiró aliviado, aguantando a duras penas un sollozo. Logrando por un momento desprenderse de la pesada carga de sentimientos encontrados que portaba sobre sus hombros.
-Sí, Miguel. -Entre emocionada y aún incrédula, la mujer le iba relatando los pormenores de la evolución de la pequeña.
“Ha valido la pena , después de todo”. Pensó. Justificándose ante su atribulada conciencia. Espoleándose ante la parte de la misión aún por cumplir.
Aquello supondría la última cuota a pagar por los servicios médicos del Nuevo Orden.
El Nuevo Orden necesitaba tres parias para cumplir con una parte importante de sus objetivos. Cabezas de turco que cargaran con las consecuencias de un posible fracaso de la primera fase. Los ataques programados de Madrid, Barcelona y Valencia.
Miguel fue uno de los elegidos. Habría de cumplir en Valencia con su parte del trato hecho con Hans. El tipo que les llevaría hasta el Nuevo Mundo.
La hija de Miguel, Laura, sufría desde su llegada al Viejo Mundo una rara enfermedad genética para la que se presentaban pocas esperanzas de mejoría, en virtud de la escasa oferta de tratamientos que ofrecía la medicina del país, y del insuficiente presupuesto del que disponía Miguel para financiar una posible cura, que se antojaba además difícil de encontrar.
Y el tiempo, jugaba en contra.
La oferta de Hans, que prometía una mejoría notable del estado de la chiquilla, y una casi segura cura posterior, convenció a Miguel para dejar a un lado a su conciencia y actuar según los dictados del Nuevo Orden.
“Que no haría un padre por su hija “, pensó en su momento Miguel. Quizás pareciera una frase hecha, pero para él, que sería capaz de mover cielos y tierra por Laura, esas palabras cobraron un significado especial después de abandonar el metro de Valencia con el mortal regalo.
Laura había despertado. Caminaba y comía casi sin ayuda. Algo impensable hacía solo un par de meses, cuando Hans le abrió ante sí un mundo de posibilidades, de oportunidades que el Viejo Mundo le había negado hasta entonces.
-¿Aún no sabes cuándo volverás?
-La semana que viene, si todo va bien. -Suspiró al otro lado del teléfono.
-Hicimos lo correcto Miguel. Quizás no lo más justo, pero si lo correcto. Laura no tenía más oportunidades. Quiero que sólo pienses eso.
-Lo sé. Pero toda esa gente...Tu no has visto lo mismo que yo.
-Eran ellos o nosotros. Ellos o Laura. Eso es lo que debes pensar. Además, recuerda que nadie movió un dedo por nosotros cuando tanto lo necesitábamos. El doctor Hans al menos nos dió una oportunidad. Nos tendió la mano. Y sabes que en este mundo nada es gratis.
-No debes convencerme.-Dijo, a la vez que un escalofrío le estremecía de arriba a abajo, al percibir la frialdad de sus palabras - Todo eso ya lo sé. Sólo estoy un poco cansado, nada más. Sólo quiero acabar todo esto, llegar a casa y abrazaros. -Acabó. Sorprendido negativamente por ver el alma cada vez más negra de su esposa.
María, la esposa de Miguel, consideró oportuno el guardarse para ella el que que ya no estaban en casa, sino en una especie de centro militar o médico, en las afueras de Tarragona , con vigilancia las 24 horas, y con una libertad de movimientos bastante reducida.
El contarle eso no ayudaría nada. Pensó.
Ellas dos eran la moneda de cambio ante un posible conflicto de lealtades, o un ataque de escrúpulos, que pudiera sufrir Miguel en alguna de las fases del programa a seguir. O eso creía ella.
Su marido nunca fue un tipo duro, a pesar de de las apariencias. Por lo que al tenerlas cerca, Hans resolvía todas las dudas que Miguel pudiera tener a última hora.
No daba demasiada credibilidad al alemán, quien argűía que sólo estaban allí para recibír un tratamiento más personalizado, y estar más protegidas las siguientes semanas, que serían clave en la instauración del Nuevo Orden en el país.
En cualquier caso, nada resolvería pensando tal o cual cosa. Y aún menos contándoselo a Miguel.
El debería estar centrado en acabar su misión.
-No puedo hablar más. - Cortó. Recordando las instrucciones del alemán. - Debo volver con Laura - Mintió.
-Entiendo -Respondió Miguel, no del todo convencido, pero con pocas ganas de rebatir o cuestionar nada.
Tras un difícil viaje desde Valencia, estaba cansado. El era un tipo sencillo. No estaba hecho para intrigas y conspiraciones.
Todo aquello le quedaba grande.
Su frente estaba bañada en sudor. La tensión emocional, y sobretodo el calor, se estaban volviendo insoportables.
Un aparato de aire no hubiera estado mal.
El bochorno dentro de la estancia era casi insoportable.
Abrió la puerta del pequeño balcón del apartamento en busca de aire fresco.
De modo infructuoso.
En Castellón, la avenida Hermanos Bou aún sufría el castigo de un sol de justicia.
Ocho de la tarde. 37 grados, y sin esperanza de mejorar.