Tras horas y horas de viaje sin dormir nada, llegamos al pie de una cordillera. La geografía no es lo mío, por lo que no tengo ni idea de dónde estamos, pero a juzgar por el frío que hace debemos de estar en el norte, no sabría detallarlo más. Entramos en un túnel y la oscuridad nos envuelve, no me siento cómoda. Como estoy en la caja no veo lo que hay delante, pero algo me dice que dentro de poco estaremos en su querida base. El camino hasta ver la luz se me hace eterno. Me pongo de pie, tratando de mantener el equilibrio, con la intención de ver lo que hay delante de mis narices. Lo primero que veo es un enorme muro que corta el paso, sobre este hay unos señores con el mismo atuendo que Max and Company sujetando unos fusiles, supongo que son los vigías o algo así. Max se asoma por la ventana y les grita algo, automáticamente el muro comienza a abrirse y entramos a lo que yo pensaba que era un simple refugio. No podría estar más equivocada.
He visto cosas en mi vida que me han dejado muda, pero esto... Ésta es sin duda alguna la más sorprendente de todas. Estoy atónita, estupefacta. Alucinante, no podría definirlo mejor, no es una base, ¡es una puñetera ciudad! Lo primero que te llama la atención es el enorme edificio que está situado en el centro, debe tener... ¿cuántos?, ¿veinte o veinticinco pisos?, parece que está hecho de cristal y aluminio, sin duda es un diseño moderno. En torno al él hay un montón de pequeñas casas de madera conformando el resto de la ciudad, que se encuentra rodeada por montañas. Sabía de la existencia de lugares donde la resistencia humana se escondía, pero no me lo imaginaba para nada así. Es como si este sitio se hubiera construido mucho antes de que los demonios llegaran, por lo menos la torre, eso no da tiempo a hacerlo en una semana. Puede que fuera así, no me extrañaría en absoluto.
Nos dirigimos al gigantesco edificio y la curiosidad se va abriendo paso en mi interior. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan emocionada. Dentro de poco obtendré la información necesaria para llevar a cabo mi venganza, después de un año entero por fin está al alcance de mi mano. Si eso no es razón suficiente para estar entusiasmada, no sé qué podrá serlo.
Una vez aparcada la furgoneta me bajo y examino el lugar más a fondo. Lo primero en lo que me fijo es en las salidas, es un acto reflejo; si algo sale mal, saber todas las rutas de escape y cómo llegar hasta ellas, puede salvarme la vida. Es el instinto de cazadora. En estos momentos nos encontramos en una especie de garaje-almacén, hay una gran variedad de vehículos así como cajas de distintos tamaños, cuyo contenido desconozco. El techo está repleto de barras led que iluminan toda la estancia. Hay gente de aquí para allá, todos uniformados militarmente. He contado unas quince personas solo aquí abajo, eso son muchas personas para los tiempos que corren, pero viendo el tamaño de la cuidad tal vez haya cientos. Nos dirigimos a una puerta metálica situada en uno de los extremos del garaje.
- No te esperabas esto, ¿me equivoco? – Max debe de haber notado mi sorpresa ante todo aquello.
- Si lo que me estás preguntado es si estoy sorprendida, sí, lo estoy – hago una pequeña pausa para echar otro vistazo a la sala – Sinceramente pensaba que sería un lugar más pequeño.
- Y aún no has visto nada, tenemos una sala de entrenamiento, lo último en tecnología de rastreo – Fred suena de lo más contento, como un niño hablando sobre su primer día de clase – Tenemos hasta un departamento dedicado a la producción de alimentos frescos.
- Qué bien – espero que no se note que me importa bastante poco.
Liz y Jack se han quedado atrás hablando con otros soldados, mejor, el aura de desprecio que desprenden me resulta irritante. Llegamos a la puerta de lo que resulta ser un ascensor. Curioso, un ascensor que funciona, eso sí que es raro. Aunque tiene sentido, ¿te imaginas subir todas las plantas a pie? Se me hace extraño montarme en el elevador, es bastante amplio, eso no lo niego, pero desde la última vez que me subí a uno ha llovido bastante. Me fijo en el número de plantas, que resultan ser veintitrés, no andaba muy desencaminada. Max presiona el botón que nos conducirá a la planta numero veinte, acto seguido empieza a sonar la típica musiquilla de ascensor, y no puedo evitar reírme.
- Esto sí que no me lo esperaba – Le digo a Max entre risas.
- Ya, bueno, los que lo construyeron tenían un sentido del humor muy peculiar. Me alegra saber que puedes reírte, hubo momentos en los que pensé que eras un robot – Dice en tono burlón mientras Fred le ríe la gracia.
Los fulmino con la mirada y no digo nada más durante nuestra ascensión a la vigésima planta. Sigo a Max a través de un laberinto de pasillos hasta llegar a una gran sala. Nos paramos justo delante de la enorme puerta.
- Esperad aquí, iré a hablar con el jefe – Max se arregla el uniforme y entra en la habitación, dejándonos a Fred y a mí en frente de la puerta.
Genial, a solas con Fred. Esto solo puede acabar en interrogatorio o en una exhibición de felicidad absoluta, y no me apetece ninguna de las dos.