Pangera

Capítulo II

Eran las siete de la mañana, Kailene vio que el sol se encontraba imponente sobre el cielo, pero a pesar de ello había mucho frio, era día domingo los acontecimientos del día anterior no la tenían de buen humor. Se levantó y fue hasta su armario y de allí saco una gran manta, se volvió acostar pero al cerrar los ojos y tratar de dormir imágenes de ella casándose con el Krouden David venían a su mente y eso era algo muy desagradable. Tuvo que levantarse, no podía seguir lamentándose por algo que de seguro ni siquiera iba a suceder o en su mente deseaba que no sucediera. Caminó hasta el baño y se metió en la regadera, tiritando por el frio que azotó a su piel desnuda abrió con manos temblorosas la llave de la misma, un débil chorro de agua helada salió por la regadera y chocó contra su piel, dio un respingo y poco a poco su cuerpo entero comenzó a mojarse. Se lavó el cabello con jabón hecho a base de grasa de pollo que era lo único que podía conseguirse a menos de un areldoin y que duraba mucho. Termino de lavarse y agarro un pequeño cepillo de dientes hecho de madera y coloco crema bucal que vendían en el pueblo, solo coloco un poquito porque eso no era muy fácil de conseguir y tenía que ahorrarlo. Al cabo de un rato ya había terminado de con su higiene personal y estaba buscando un vestido en un armario cuando tocaron a la puerta de su habitación. Era su padre.

-¿Puedo pasar Kai?- Kai se colocó rápidamente el vestido y dejo su cabello suelto porque aún seguía mojado, abrió la puerta.

-Buenos días Papa ¿Cómo estás? – Su padre la miro con una gran sonrisa ella estaba un poco desconcertada, porque desde la muerte de su madre él no sonreía mucho, bueno ya en ese casa las sonrisas se había apagado desde aquel trágico día. Ella le devolvió una radiante sonrisa, estaba muy feliz porque su padre también lo estaba- A ¿qué se debe tanta felicidad?

-Es que mi querida señorita- dijo en tono alegre - ayer fue su cumpleaños y no se celebró como debería ser, así que la espero en la entrada para ir al pueblo y comprar algo especial para cenar- se dio la vuelta a Kailene se le arrugó el corazón, su padre tenía en mente algo especial porque él sabía que ese sería el último cumpleaños que pasarían juntos, no había otra razón más lógica que aquella, trato de no entristecerse pero era inevitable ya que sentía lágrimas caer por su cara, se limpió las lágrimas y e intento colocarse una de sus botas pero se quedó mirando la pulsera que llevaba en el brazo y la cual tenía una seria de números que hacían un conteo regresivo, no presto mucha atención y se terminó de colocar sus botas. Desde hace rato el cielo había adquirido un color grisáceo y un fuerte viento hacia que las ramas del árbol que estaba frente a su cuarto chocaran con el cristal de la ventana.

Decidió colocarse un abrigo y bajar, encontró a su padre en la puerta con una cesta vacía para traer la comida, ella lo abrazo, no se dijeron nada, el solamente sonreía. Salieron hacia la calle y una brisa hizo que sus cabellos se despeinaran un poco.

Llegaron al pueblo al cabo de cuarenta minutos. El camino se había hecho corto entre risas y pequeñas anécdotas de la niñez de Kailene y su hermano Benjamín. Se desviaron en una sucia calle que daba hacia la pequeña feria de comida que se encontraba a un par de cuadras de la entrada del pueblo. Esa feria se encontraba allí todos los domingos, allí todos los habitantes de este sector de Pangera compraban sus alimentos, las pequeñas tiendas hechas con telas viejas se hallaban en tres hileras que llenaban una pequeña porción de terreno destinado aquello.

La primera hilera de este improvisado mercado se encontraba lleno de ropa, esta era la hilera menos recurrida debido a los bajos sueldos que pagan a los campesinos, solo los Baumenkers compran allí. La segunda era la más concurrida ya que era la hilera de la comida y la última hilera era la de los objetos de uso personal que también era muy concurrida.

El padre de Kailene la guió hacia la última hilera, comenzó a meter cosas que les costarían más de cinco Areldoins que era la paga de la semana. Llevaban cremas bucales, jabón de olor a frutas que costaban dos Areldoins cada uno, una crema a base hierbas y aceites para recuperar el cabello que costaba la exorbitante suma de quince Areldoins, además de Champú de flores y un pequeño perfume de mujer delicioso, en todo eso se gastó cincuenta Areldoins, Kailene estaba escandalizada, pero dejaría las preguntas para después. Pasaron a la hilera de comidas el padre de Kailene desapareció por un momento, al poco rato volvió, mucho más feliz de lo que estaba. Escogieron mucha comida, pan, café, azúcar, leche, arroz, harina, entre otras cosas más, hasta un bizcocho se llevaron a la casa, su padre había gastado mucho dinero más del que se podía haber ganado en un año. Iban de camino a casa Kailene no podía seguir con la duda.




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