Mi nombre es Zac, este año cumplo los 18 años y seré mayor de edad, cuando eso ocurra me tendré que marchar del horfanato.
Mañana una agencia vendrá a hacer algunos exámenes... Si apruebo me ganaré una beca en el extranjero.
—Hermano Zac! —me llamó Helen.
—Que ocurre pequeñina? —le pregunté a Helen, una niña de 15 años que considero una hermana menor ya que siempre hemos estado juntos.
—Voy a tomar el exámen también —me sonrió.
—En serio? —dije asombrado —Eso es genial... Así nunca nos separaremos.
—Por cierto, Ale y Sam me dijeron que quieren verte en la azotea después de clases...
—Entiendo.
El timbre sonó y llegó la hora de entrar a los salones.
—Zac, mira —me dijo Helen haciéndome una seña para que mire a mí izquierda.
Y ahí estaba ella, mi amor no correspondido, Sara. Entrando a nuestro salón de clases.
—Hermano... Cuando piensas decírselo? —me preguntó Helen.
—Si logro pasar el exámen se lo diré —dije muy optimista. Siendo un mendigo sin trabajo no me atrevería a confesarme...
—Esa es la actitud —sonrió.
Entramos a clases y trate de entender y memorizar todo lo que pude, después de todo el exámen no sería fácil.
Terminé muy cansado. Tanto que casi olvido la reunión con Ale y Sam. Empiezo a subir las escaleras y en el tercer piso oigo unas voces. A esta hora ya no debería haber nadie allí. Me asomo en la esquina para ver quiénes son. Estaba un poco oscuro pero pude ver la silueta de Sara.
Estaba seguro que era ella, la reconocería donde la viera, y estaba con un chico, no recordaba que ella tuviera novio. El chico la puso contra la pared, y... La besó. Mis planes de confesar mis sentimientos a ella fueron destrozados en un instante.
Me volteé y subí a la azotea. Allí me esperaban. Me miraron de una manera muy hostil y se me acercaron.
—Llegas tarde —dijo Sam.
—No me digas que estabas vigilado a Sara y por eso hiciste esperar a tus amigos —empezó a reír acompañado de Sam.
—Ya basta chicos —reí también.
—De hecho voy a renunciar a ella —dije.
Ellos dos me miraron como si acabaran de ver una nave alienígena.
—Debes estar bromeando —dijo Ale.
—No chicos, ella... Tiene novio —dije armándome de valor.
—No puede ser —Dijo Sam asombrado.
—Será mejor que nos vayamos si no queremos ser atrapados —dije para cambiar de tema, realmente no tenía ganas de hablar más nada sobre eso.
Bajamos las escaleras hasta el primer piso y seguimos unos pasillos hasta los baños. Entramos y nos encontramos con el equipo de Baloncesto de nuestro horfanato. Casi siempre terminan los entrenamientos tarde. Y entonces mis ojos se posaron sobre Sebas, un chico de mi salón que no pertenecía al equipo de Basket. Ahora que lo tenía de frente estaba seguro. Era él, el chico que beso a Sara en los pasillos vacíos del tercer piso.
Aceleré mi paso y me duché lo más rápido que pude. Lo último que quería ver era a ese tipo de nuevo.
Salí disparado de los baños y me dirigí a toda prisa al comedor. Los chicos notaron mi apuro y se me acercaron.
—Era él, verdad? —dijo Sam, siempre tan inteligente —Sebastian, el de nuestro salón...
—No me digas —dijo Ale sorprendido.
—Si es él... —me limité a responder.
—Vaya parece que a Sara le gustan los rubios, con ojos claros, actitud dominante y un cuerpo muy definido —dijo Ale en todo burlón. Sam lo miró serio, para que notara su error y lo rectificara.
—Pero que tiene él que no tengas tú? Bueno... El pelo y la actitud no es algo muy relevante... —Se rectificó, pero ahora me sentía peor que antes.
Llegamos al comedor, tomé un plato, y me senté a comer. Los chicos casi no me pudieron seguir el paso.
—Tranquilo Zac, si Sara no te notó la que pierde es ella no tú... —dijo Sam tratando de animarme.
—Tienes razón —dijo Ale.
Terminé de cenar y me levanté de la mesa. Me despedí de ellos y me fuí a mi habitación. Ahora mismo lo único que quería era estar solo. Y pensar.
No tengo que deprimirme por una chica. No era cualquier chica, sino Sara. Pero yo nunca había tenido una relación con ella, ni siquiera amistosa, no tengo derecho a estar molesto como lo estoy ahora.
Me detuve frente a mi puerta, la abrí para entrar después. Sin embargo algo me jaló del brazo.
—Zac, te pasó algo? —la delicada vos salía de un pequeño cuerpo que me estaba sugetando.
—No me ha pasado nada Helen —le respondí —será mejor que duermas temprano, mañana es el exámen.
—De acuerdo, que duermas bien —me soltó el brazo y entró en su habitación.
Me tumbé en la cama mirando hacia arriba. Mañana será un día mejor.